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“Los artistas tenemos que replantear la función del canto”

Por Luciana Mangó.- Charo Bogarín, de Tonolec, relata su acercamiento a la vocalización de los pueblos originarios y adelanta su nueva producción. Esta noche, a las 21 en el teatro La Comedia.


Un círculo de mujeres rodea el espacio, las había cantantes y bailarinas sobre todo. Una voz, desde el centro, esboza una melodía e insta a seguirla. “No importa si son o no cantantes, todo el mundo puede cantar”, afirma. Luego, se acerca a los presentes y los invita, mediante un sutil gesto, a acompañarla. Graves, agudos, los sonidos se van proyectando, las voces van urgiendo y, de a poco, comienzan a fusionarse; se intercalan, se imitan, bailan y juegan juntas hasta fundirse en una sola voz. “El fin del canto es compartir y conectarse”, agrega. Y esa conexión permite emprender un viaje, a través de melodías y palabras, para transitar paisajes de otras tierras.

Con esa misión Charo Bogarín, cantante, bailarina y periodista, visitó Rosario el pasado 8 de marzo para brindar un taller de canto originario en el que trasmitió aquellas tradicionales poesías escritas en lengua qom. Con esa misión por delante se presentará esta noche, junto con su compañero de Tonolec, Diego Pérez, y un conjunto de músicos invitados, para ofrecer un show acústico en el que recorrerán lo mejor de sus tres discos editados.

“Venimos a presentar, por primera vez en Rosario, Tonolec Acústico, que formamos con ocho músicos sobre el escenario con escenografía, vestuario, puesta de luces y un recorrido a través de los tres discos editados, cuyo repertorio va desde los cantos antiguos versionados por Tonolec (los cantos antiguos en lengua qom), hasta cantos infantiles escritos por nosotros en este dialecto, terminando el recorrido en un homenaje al canto criollo latinoamericano”, señaló Bogarín respecto del show que tendrá lugar en La Comedia (Mitre y Ricardone), a partir de las 21.

Con el compromiso de difundir las voces de los dueños originarios de la tierra, Bogarín y Pérez formaron Tonolec (ave de canto hipnótico del monte chaqueño), una agrupación que fusiona letras en lengua qom con ritmos electrónicos. “Nos acercamos a la música de los originarios en el año 2000, desde nuestra inquietud como artistas para tratar de hacer música con raíz, con identidad. Luego de haber ganado un concurso de MTV en 2001 e irnos a España a tocar pop electrónico, tomamos conciencia de que como artistas teníamos la responsabilidad de representar, a través de nuestro canto, el lugar de donde venimos, y ese lugar es el norte argentino, es el suelo argentino y es Latinoamérica misma”, expresó Bogarín, quien además de cantar hace percusión.

En esa fusión entre lo antiguo y lo contemporáneo nacieron reversiones de clásicos del repertorio folclórico nacional, junto conun acercamiento a cantos de otras etnias que Charo se encargó de investigar y transcribir, con la supervisión de su maestro Mauricio Maidana, miembro del Centro Comunitario Daviaxaiqui y ejecutor del n’viqué (violín de lata tradicional), instrumento privativo de los hombres adultos de la cultura qom. “Nos comprometimos con Diego a empezar a buscar nuestras raíces musicales, conservando la música electrónica pero incorporando un qué decir. En esa búsqueda hallamos en Resistencia, Chaco, donde Diego nació y donde yo fui criada, al coro Chelaalapi (banda de zorzales), un coro toba que está conformado desde 1962, por iniciativa de una criolla”, explicó Bogarín, al tiempo que agregó: “Nos fuimos nutriendo de este coro, a través de la tradición oral, aprendiendo por fonética sus cantos antiguos que están versionados en nuestro primer disco, Tonolec, y a partir de ahí crecieron nuestras alas”, concluyó la cantante, tataranieta del cacique guaraní Guayraré.

“Pero estas alas crecieron en tiempo real”, confesó la vocalista de Tonolec, ya que desde el inicio de la agrupación hasta el lanzamiento de su primer disco transcurrieron cinco años de trabajo de investigación, y otros tres más para la edición del siguiente álbum, Plegaria del árbol negro, en el que Bogarín escribió las letras de los cantos infantiles registrados en ese material. “Se trata de respetar estos tiempos reales y macerados que necesita el canto para ser transmitido”, afirmó.

Actualmente, y luego de casi doce años de trabajar con la cultura qom de diferentes provincias del país, Bogarín y Pérez decidieron ampliar el horizonte y franquear nuevas fronteras para indagar en una nueva etnia del territorio nacional, una comunidad del pueblo guaraní.

“Después de haber intercambiado experiencias y compartido escenarios con músicos tobas estamos abriendo el abanico con Diego y, ya para lo que será el cuarto disco de Tonolec, estamos trabajando con la cultura mbya, una parcialidad del pueblo guaraní que habita Misiones. Estuvimos hace menos de un mes recorriendo cuatro aldeas guaraníes, donde tomamos contacto con los coros de niños y notamos algunas diferencias con respecto al canto qom. A su vez, yo estoy desde 2008 tomando clases de guaraní, porque a mí me compete la parte de escritura de letras y de trascripción”.

Dueña de una confluencia de raíces en su sangre, la artista oriunda de Formosa y criada en Chaco relacionó la nueva búsqueda cultural con un acercamiento a sus orígenes: “Soy tataranieta del cacique Guayraré, por parte de mi padre tengo mucha sangre paraguaya y sangre italiana por parte de mi madre, así que la elección de esta etnia en particular tiene que ver con volver por ese lenguaje que me pertenece, que está en mi ADN. Los pueblos nativos somos todos hermanos, por lo tanto ninguna música pertenece al pueblo mismo, sino que es de todos y nos tenemos que hermanar para cantar. Pero ahí también estaba mi labor de volver a este lenguaje de mis ancestros, a esta sangre y a esta cosmovisión. Esa conexión estoy sintiendo ahora con este trabajo”.

Con una sonrisa en el rostro y una profunda emoción que impregna sus palabras y trasciende su decir, Bogarín retoma las enseñanzas de la cultura qom e invita a los artistas a reflexionar sobre la función del canto: “Los artistas tenemos la misión de replantear la función del canto, de empezar a enseñarlo y de compartir el canto como algo ceremonial, para compartir espacios, energías y unificarnos, en una o varias voces, y estar todos alineados en una frecuencia donde las energías son buenas, puras y despojadas. Porque cuando uno canta se despoja de malos pensamientos, de las amarguras, de los dolores, por eso la música sana, cura y te lleva a paisajes mitológicos, te lleva a una cosmovisión de todo un pueblo antiguo en donde uno se siente más contenido, en donde, de alguna manera, en esa historia, en ese tiempo, uno encuentra el útero donde quiere estar”.

Actualidad de las comunidades

En relación con la situación actual de los pueblos originarios, Bogarín resaltó el hecho de que las comunidades hayan salido de la invisibilidad y expresó: “Creo que hoy más que nunca están poderosos en cuanto a tener voz, tener una exposición importante a través de los medios. Creo que se tienen que manejar con cuidado porque no están exentos de manipulación y la prensa no es objetiva, o son oficialistas o responden a los grupos económicos. Entonces hay que tener en cuenta su realidad, que es la de esta necesidad de tener sus tierras, su dignidad, de estar y vivir en paz con la naturaleza sin ser allanados, sin que sus tierras sean ocupadas para plantar soja o para construir hoteles”.

En ese sentido, Tonolec manifiesta su respaldo a las comunidades: “No es bueno que haya muertes en algunas provincias, está bueno que se investigue y que podamos avanzar, así como que podamos cambiar esa mirada lastimosa que tenemos hacia ellos. Ellos tienen carencias como muchos sectores de nuestra sociedad, pero tienen la riqueza de su cultura, de sus enseñanzas, de sus ancianos y hay que empezar a mirarlos desde ese lugar, desde ese orgullo, porque eso les va a dar más fortaleza y poder para levantarse, ponerse de pie y reclamar lo que es suyo”.

Universal y diverso

Tras años de investigación e intercambio con diversas comunidades qom del país y, luego de recorrer cuatro aldeas guaraníes, los integrantes de Tonolec pudieron advertir algunas diferencias en cuanto al significado que ambas comunidades le otorgan al canto. Mientras que en el pueblo qom el canto posee un carácter más ceremonial, casi privativo de los adultos, donde el hombre es el único habilitado para tocar el violín y el que comienza a interpretar las melodías, en la comunidad guaraní el espíritu es más lúdico, casi exclusivo de los niños, con un fin orientado al aprendizaje y a la sanación, convirtiendo al canto en símbolo de salud.

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