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Sociedad

“Los alumnos deben encontrar la pasión por el querer ser”

Para la docente Nelly Junco la escuela debe contribuir a que “los estudiantes construyan un proyecto que los involucre”.


El hombre es un sujeto producido socialmente y como tal constituye subjetividad de acuerdo al contexto histórico que le toca vivir. “Todo evoluciona viejo; y estos tiempos han mandado archivar la moral, los hábitos, los estilos de la época que usted se educó… Usted llama manoseo a mis familiaridades más afectuosas”, dice Julio, el personaje del doctor en una de las obras con las que Florencio Sánchez inaugura la escena argentina.
Hoy asistimos a una multidimencionalidad de situaciones que transforman permanentemente los paradigmas de la “estabilidad” bajo la conmoción de las crisis.

Los cambios, profundos y vertiginosos, aceleran la vulnerabilidad de las relaciones sociales, entre ellas, las que se dan en las escuelas. El psicólogo Horacio Belgich sostiene que la lógica del diagrama social de la modernidad sigue generando sus efectos en las aulas aunque “el modo de pensar contemporáneo está regido por significaciones cada vez más exigentes en logros de eficacia y eficiencia, y ello des-humaniza, pues lo humano se reduce a criterios exitistas y criterios productivistas”.

En este encuentro –desencuentro entre los criterios de la modernidad y lo contemporáneo transcurre la vida diaria de maestros y alumnos, no sin problemáticas que es necesario trabajar en las escuelas, aunque sea con pequeñas modificación que allanen el camino a un pleno diseño de futuro. Esto no sólo tiene que ver con la permanencia de los alumnos en las aulas, sino también con el puente que debe tender la escuela, principalmente media, para que los estudiantes puedan encontrar la pasión para proyectarse hacia el futuro en una elección que le permita superarse.

Nelly Junco es psicóloga y directora de la Escuela Secundaria N° 3143. Trabaja en la Dirección de Orientación Estudiantil de la Universidad Nacional de Rosario, donde realiza tareas de Orientación Vocacional y Psicopedagógica e integra los equipos socioeducativos del Ministerio de Educación de Santa Fe: “En una sociedad en la que los requerimientos académicos son cada vez mayores, las ofertas educativas cada vez más amplias y específicas y por el otro lado las oportunidades laborales son cada vez más acotadas, los adolescentes viven la presión de un porvenir incierto. Esto los conduce a un estado de inmovilidad en reiteradas ocasiones. Por eso, a la hora de elegir ese futuro resulta necesario tender una guía y acompañamiento que los ayude a construir su proyecto de vida de manera responsable, consciente y fundamentada”, dice Junco.

—¿Desde esta definición cuál es la tarea de la escuela?

—La función de la escuela secundaria tiene, entre otros objetivos, acompañar a los jóvenes para que puedan encontrar la pasión por su “querer ser”. En otras épocas se pensaba a la escuela media como una institución reproductora de conocimientos y quienes asistían a ella aspiraban a un proyecto mayor, que a su vez era sostenido por las familias, entendiendo la necesidad de seguir estudiando como una manera de alcanzar un estatus social.

Hoy los adolescentes están fragmentados entre: “el adentro” y “el afuera”. Por un lado, la escuela con todos sus contenidos, horarios, disciplinas etc. Por el otro lado, el singular mundo de los adolescentes con sus problemáticas. Los estudiantes tienen otros tiempos, otras miradas y otra forma de vincularse con el conocimiento y el aprendizaje. Si no comenzamos a trabajar con los indicadores reales del campo no podremos avanzar en un proyecto renovador y adecuado a estos tiempos.

—¿Cuál sería la estrategia de la escuela en este escenario fragmentado?

—La escuela tiene que integrar y articular el interés de los jóvenes con los contenidos, es un trabajo permanente y sostenido por todos los actores educativos. La estrategia debe ser la del encuentro, como sostiene Fernando Oneto. El modelo de la escuela actual es rígido, no ofrece lo que en este momento los adolescentes demandan. Entiendo que hay que desestructurar la escuela, podemos enseñar en el aula o en el aula virtual o en una plaza, como hacían las hermanas Cosettini, pero sin perder la esencia de los contenidos conceptuales y el por qué educamos. En todas las escuelas hay un intento por desestructurar y pensar la educación desde otro lugar, donde se encuentren docentes y alumnos construyendo otra forma de conocimientos. Hay que comprender a los alumnos en su complejidad, porque no sólo se trabaja con lo intelectual sino, también, con las habilidades que muchas veces no son valoradas por la escuela que sigue apegada al modelo enciclopedista.

—¿Esta falta de valorización puede generar una naturalización del bajo rendimiento?

—Los jóvenes no se conforman con un bajo rendimiento. No hay un conformismo, los adolescentes quieren llegar al éxito en todo contexto, éstos quieren y necesitan ser protagonistas. Pero los contenidos no les resultan atractivos, principalmente, por el uso de las estrategias didácticas, lo cual les imposibilitan apropiarse de la plenitud del conocimiento. Esto tiene que ver con los cambios estructurales que debemos implementar: salir del modelo rígido y arriesgarnos al cambio. Si la escuela se arriesga al cambio puede ofrecerle al adolescente otras formas de construir saberes sin perder lo disciplinar.

—¿Cuál es el rol de las familias en el proyecto escolar de los jóvenes?

—Muchas veces los adolescentes están en soledad aunque tengan una familia. Hay que afianzar estrategias para que las escuelas se acerquen a las familias y éstas a la institución. Ese encuentro no es sólo cuando el adolescente tiene dificultades sino que debe ser continuo y permanente. La comunión escuela/ familia es fundamental; aunque en la actualidad dicha relación es lábil. Por otra parte, el modelo familiar ha cambiado y presenta otras estructuras multiparentales, ensambladas, etc., pero esto no debe influir en la relación escuela/ familia. Otras veces, la soledad de los alumnos pasa por la falta de escolarización de sus padres, que tienen una alfabetización básica o disfuncional y que no saben cómo ayudarlos. Entonces, la escuela brinda las herramientas a estos padres no para lo disciplinario, que es campo de la institución, sino para la vida misma, por ejemplo: temas de las etapas de la adolescencia, la sexualidad, la puesta de límites, violencia, etc. “En cualquiera de los niveles de educación nuestro trabajo es enseñar pero no podemos perder de vista la realidad de nuestros alumnos. Eso es humanizar los contenidos”. Carlos González Pérez sostiene: “Nos han educado buscando nuestros defectos y eso ha hecho mucha mella en nuestra estima. Nos han conducido a criticar al otro, antes de que él nos pueda censurar a nosotros. Hemos ido perdiendo la confianza en nosotros y en los demás, y sin confianza no puede haber auténtica educación…El astro rey, de mirar a los demás bajo el punto de mira de cómo deberían ser, ha de ocultarse bajo el horizonte, para que el educador sienta la belleza de la persona que tiene delante, y pueda contemplar, en el silencio de su mente, lo que sólo el corazón puede desvelarle: el universo de potenciales que viven en su alumno, los dones que esperan ser descubiertos, y el honor de poder explorarlos con su permiso”.

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