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Londres recorta gastos en presupuesto militar, pero a las Malvinas no las toca

Cameron ajusta, pero hasta ahí nomás.

La tradicional flema británica se encuentra alterada. Entre los drásticos recortes de presupuesto anunciados por el gobierno tory-liberal encabezado por David Cameron, el severo ajuste y replanteo estratégico a aplicarse en el Ministerio de Defensa hace que los súbditos de la reina se preocupen, sobre todo por hacia dónde va la Royal Navy, la Armada, para seguir cantando “Rule Britannia, rule the waves”.

No son los únicos. Del otro lado del Canal de la Mancha, en el continente europeo, y en la costa oeste del Atlántico, europeos y estadounidenses se preguntan si el achique en armamento y presupuesto y el retiro de 30.000 soldados británicos acantonados en Alemania no solamente afectarán el equilibrio militar de la Otán sino si provocará un efecto dominó en el resto de los países afectados a la alianza militar creada después de la Segunda Guerra Mundial.

Para Rosendo Fraga, director de la consultora Nueva Mayoría y analista de temas militares, “es probable que la decisión británica tenga efectos sobre la de los restantes países de la Otán, incluyendo Francia”.

En cuanto al recorte del 8 por ciento en el presupuesto anual de defensa británico de 38.000 millones de libras (con un agujero negro de deuda acumulada de 36.000 millones en el rubro) es otro escalón para ir dejando desprotegida a Europa, que se agrega al ajuste militar de Dinamarca (reduciría su presupuesto en 25 por ciento), y Alemania (podría achicar su Bundeswehr –FF.AA.– de 250.000 a 163.000 efectivos). ¿Puede ser la Otán una alianza defensiva si sus miembros no cumplen con sus obligaciones de gasto e inversión en defensa? ¿Puede Estados Unidos, el socio principal de la Otán, seguir “compensando los faltantes” que le dejan los otros países?

Una respuesta ya la dio Washington: el presupuesto 2011 en Defensa es de 708.300 millones de dólares (2,2 por ciento más que en 2010). Eso, a pesar de que el titular de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, no pudo ocultar su preocupación sobre el recorte de Londres, cuando previno sobre el “vaciamiento de la capacidad militar para hacer alianzas, causada por las reducciones que cortan demasiado a fondo la fuerza de defensa”.

“La Otán, que no es otra cosa que el brazo armado de Estados Unidos en Europa, fue, es y será en mediano plazo, compuesta por un 80 por ciento de material norteamericano”, dice el experto en estrategia y defensa Fabián Calle. “Pero hoy hay cambios económicos y geopolíticos que están desplazando el centro de despliegue armado y de seguridad internacional desde Europa hacia Asia y el Pacífico, y mostrando la irrelevancia creciente de Europa”, agrega.

Rosendo Fraga marca que “el gasto militar británico es el segundo de la Otán después del de Estados Unidos, y además el segundo del mundo”. “Como el gasto militar neto británico es mayor que el de Rusia e India, y todavía puede ser mayor que el de China, un recorte del 8 por ciento, –muy inferior a los que tuvieron lugar después de la Guerra Fría–, no es crítico para el sistema de defensa inglés”, explica.

Portaviones

“Sin duda, con una reducción general de más del 20 por ciento en el presupuesto, ese 8 por ciento en Defensa no lo convierte en el pato de la boda”, añade Calle. “No es un recorte radical pero sí es un redimensionamiento, y sobre todo una racionalización para la Armada, que renuncia a su portaviones más grande (HMS Ark Royal), y sigue con los dos que tiene encargados en Escocia (de 65.000 toneladas cada uno y estarán listos en una década), para los que aun no se sabe si tendrán aviones”, dice el experto. Para Calle, esta racionalización de portaviones sin aviones (apenas con helicópteros) significa que Londres, resignada, “se olvida por ahora de su capacidad de ataque aéreo”. Algo de eso dijo el mismo premier Cameron, cuando admitió que el Reino Unido “no será capaz de librar otra guerra como la de Irak, ya que podemos comprometernos a desplegar en ultramar sólo un máximo de 30.000 tropas, dos tercios de las que tomaron parte en esa invasión”.

No es tampoco calmo (o flemático) el análisis que hace el londinense The Guardian: “Por al menos una década, será imposible destinar una task force oceánica como la que liberó a las Falkland/Malvinas 28 años atrás”.

Curioso, pero a Malvinas (tiene destinado el 2 por ciento del presupuesto en Defensa) no le tocó recorte alguno. Para Fraga, “desde los 80 Malvinas es el mayor campo de maniobras y ejercitaciones de las Fuerzas Armadas británicas”, y al mismo tiempo, “por la tensión en la relación bilateral con la Argentina, tienen que dar señales claras de que están dispuestos a utilizar todo su poder militar en caso de conflicto”.

A eso hay que agregarle que el inicio de la prospección de hidrocarburos aumenta el interés y los riesgos en la región, y en el largo plazo, “la creciente importancia estratégica de la Antártida, como está sucediendo con el Ártico”, dice.

A su vez, Calle señala que “Gran Bretaña nunca va a dejar sus pasos oceánicos estratégicos: Diego García en el Pacífico con el Atlántico, Gibraltar y Malvinas”. Pero además agrega: “Malvinas, como centro de maniobras, es la gran carta de negociación que le queda a Londres frente a Washington y por eso nunca la va a desarmar”, cierra.

Más allá de estos análisis y de los 17.000 soldados que irán a baja forzada o los 25.000 civiles que deberán dejar el Ministerio de Defensa, en el Reino Unido el recorte en la Royal Navy y la poca certeza sobre su futuro ponen en revisión, sobre todo, la identidad de los británicos. ¿Dónde quedó esa nación que en tiempos isabelinos construyó un enorme poderío naval para proteger su comercio de ultramar? No está Francis Drake para contestarla.

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