Economía

Panorama económico

Logística e industrialización, puntales para solucionar problemas de fondo de la Argentina

Hacia 1976 el país tenía el 80% de su población económicamente activa ocupada. Luego de 7 años de ajuste brutal, liberación de precios y apertura de importaciones a mano de la dictadura, ese porcentaje bajó al 72,4%. En 1989, los trabajadores ocupados formalmente eran el 64% de la población activa, y tras consolidarse la flexibilización del gobierno liberal menemista, en 1996, el 42%. Para dar vuelta esta situación es necesario emprender un proyecto de industrialización que recupere el trabajo para el Pueblo


Rodolfo Pablo Treber (*)

Fundación Pueblos del Sur

Especial para El Ciudadano

En principio es importante resaltar que la grave crisis en la que se encuentra el pueblo argentino no ha sido generada, sino profundizada, por el covid-19. Más allá de que existe una permanente intención en utilizar las urgencias coyunturales para ocultar los problemas que causan la decadencia económica, lo cierto es que la realidad y las estadísticas hablan por sí solas.

En lo que respecta al trabajo formal y genuino, hacia 1976 la Argentina contaba con el 80% de su población económicamente activa ocupada. Luego de 7 años de ajuste brutal, liberación de precios y apertura de importaciones a mano de la dictadura militar, ese porcentaje bajó al 72,4%, iniciando una tendencia que lejos estuvo de revertirse con la vuelta de la democracia. En 1989, los trabajadores ocupados formalmente eran el 64% de la población activa, mientras que luego de consolidarse la flexibilización del gobierno liberal menemista, en 1996, cayó drásticamente al 42%. Peor aún, desde ese momento, con los distintos cambios de gobiernos y modelos económicos, no se volvió a superar el 50% de la población ocupada, siendo el año 2011 el máximo nivel alcanzado con un escaso 48,1%. El posterior regreso del neoliberalismo, llevó nuevamente esa cifra al angustiante 42% actual.

Las cifras de la desocupación y pobreza corrieron la misma suerte desde que la Argentina ingresó a la economía de mercado global como exportador de materias primas y alimentos, e importador de manufacturas industriales. El cambio de modelo económico, instalado a sangre y fuego en el año 1976, donde sólo el 2% de la población se encontraba sin empleo, dio inicio a una tendencia creciente de desocupados, trabajadores informales y asignaciones sociales. Los números anteriores al inicio de la pandemia denuncian que un 10% se encontraba desesperado sin trabajo alguno; un 13% viviendo en la penuria, entre subocupados y planes sociales, y un 35% de trabajadores sin un salario digno asegurado, cobertura previsional y derechos laborales. Así, el mayoritario 58% del pueblo trabajador, se halla desprovisto de un salario digno y seguro para proyectar su vida y la de su familia.

Entonces podemos afirmar que la raíz de los problemas económicos de la Argentina no se encuentra en la superficialidad de los temas de coyuntura abordados por los grandes medios de comunicación, sino que se trata de un problema sistémico; de modelo de país.

Para dar vuelta esta situación es necesario emprender un proyecto de industrialización que recupere el trabajo para el pueblo argentino. Luego de 44 años de economía de mercado, en sus distintos niveles de graduación, no podemos esperar que la inversión privada y/o extranjera sea la llave que abra el camino. Por el contrario, resulta indispensable que el Estado cumpla esa función y recobre el rol estratégico que supo tener hasta 1976, impulsando al sector privado desde adentro de la actividad económica, como máximo generador de empleo.

Hacer foco en la logística y comercialización nacional es un buen inicio, dado que son dos sectores estratégicos desde los cuales se pueden regular precios y abastecimiento de mercaderías, además de lograr estructuras de costos convenientes para la empresa privada.

Una estructura logística suficiente para regular el mercado requiere la reconstrucción de una flota mercante, como así también el impulso de ferrocarriles argentinos y la aerolínea de bandera. Las rutas comerciales bajo la voluntad política del Estado permitirían el desarrollo de un país verdaderamente federal, transportando, a bajo precio, materias primas, alimentos y energía a cada punto del territorio nacional.

A su vez, con el avance en la actividades naval, aeronáutica y ferroviaria florecería la industria en general, ya que son consideradas “madres de industria”, y cualquier proveedor certificado para ellas quedaría en condiciones de fabricar cualquier bien por debajo de su nivel de complejidad. Por lo tanto, esto habilitaría un proceso de producción local sobre la mayoría de bienes que hoy consume la Argentina, e importa desde el exterior. La capacidad técnica de la clase media, hoy devaluada al sector de servicios, tendría nuevamente la posibilidad de crecer de la misma forma que nació; de la mano del Estado y el proceso de sustitución de importaciones.

En cuanto a la comercialización, resulta indispensable una eficaz regulación de nuestro comercio exterior que tenga como finalidad acompañar el desarrollo industrial nacional a través de una protección al mercado interno. Esto es, evitar el ingreso de bienes superfluos pasibles de fabricación local y priorizar la utilización de divisas disponibles en la compra de bienes de capital que sirvan a la sustitución de importaciones y, en consecuencia, a la generación de empleo genuino.

En lo que respecta al comercio interior, un desarrollo logístico federal permitiría la instalación de puntos de distribución, minoristas y mayoristas (mercados centrales), en las distintas terminales, abaratando los precios relacionados al transporte y reduciendo eslabones innecesarios en la cadena de comercialización. A su vez, posibilitaría una eficiente supervisión y fijación de precios que brinde previsibilidad a la empresa y familia argentina.

Intentar lograr esto a través de paliativos y regulaciones impositivas sería, cuando menos, inocente, dado que desde la vuelta de la democracia esas medidas han demostrado ser impotentes o insuficientes. La logística, acopio y comercialización en manos extranjeras hace que cualquier medida sea débil y nos deja expuestos a la voluntad política de multinacionales y potencias foráneas. Inflación, devaluación y desempleo son consecuencias nefastas de esta situación.

Que la voluntad, el sentimiento y el coraje no falten. Acá hay un pueblo vivo, que sufre, pero mantiene intacta su esperanza y sostendrá a quien se la juegue por él.

(*) treberrodolfopablo@gmail.com / fundacion@pueblosdelsur.org

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