Economía

Opinión

Lo que está demostrando la gestión de Massa

La historia, el presente y la necesidad de un futuro diferente señalan que es posible definir, desarrollar e implementar un modelo de desarrollo nacional, que subsuma todas sus pretensiones y objetivos a la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria


Esteban Guida/ Fundación Pueblos del Sur

fundacion@pueblosdelsur.org

Desde agosto del corriente año, cuando Sergio Massa asumió la gestión del Ministerio de Economía de la Nación, han quedado de manifiesto algunas cuestiones de relevancia que merecen ser señaladas; no como una crítica más al actual gobierno, hecho que poco aporta a la solución del problema, sino como aporte a una agenda de temas que se deben encarar con sentido nacional si es que realmente queremos cambiar el curso de los acontecimientos. 

La mención viene al caso, ya que las perspectivas de cambio no son promisorias. De hecho, los dos frentes con mayores chances de asumir la presidencia de la Nación el año que viene, no están proponiendo soluciones concretas a los problemas económicos que acarrea el país desde hace muchos años; ni hablar de conducir al conjunto de los argentinos hacia un proyecto de Nación libre, justa y soberana, digna de ser vivida. Más bien las opiniones van en dirección a criticar algunas decisiones o directamente al funcionario que las encara, como si el problema no fuera el modelo económico, sino los empleados de turno que lo gestionan. 

Así, el discurso predominante se ubica en una situación en la que pareciera no haber margen para modificar nada de lo importante. La dirigencia genuflexa, por su parte, se acomoda profesionalmente para quedar bien con el poder real y, solo en algunos casos, vende como grandes logros el “alivio” de los efectos de la injusticia social que su propia actitud perpetua. Por eso ni siquiera hay un discurso nacional, ni una idea de Nación, ni un programa económico argentino; en un momento muy particular de crisis internacional, que genera permanentes amenazas, pero también abre nuevas y numerosas oportunidades a los estados que operan en dirección a sus intereses nacionales. 

Pero el accionar de Massa ha demostrado con total rigor que es posible infligir cambios relevantes en la situación económica del país. De hecho, ha logrado llevar adelante una administración efectiva del comercio exterior. Un tema que no puede faltar en un plan de desarrollo industrial, ya que es de esta manera en promocionan sectores manufactureros estratégicos, no sólo por su perfil exportador, sino para lograr soberanía económica, generación de valor nacional y por lo tanto, una mejor calidad de vida por la vía del trabajo privado, productivo y sostenible.

¡Atención! Esto no quiere decir que la orientación de la intervención que está ejerciendo el nuevo ministro sea la que requiere un proyecto de Nación industrial, como se está señalando. Nada de eso, puesto que el control de las importaciones que está infligiendo el Ministerio de Economía atiende al solo objetivo de liberar divisas, en total sujeción a las exigencias impuestas por el FMI, y ratificadas por el gobierno del Frente de Todos como “el mejor acuerdo posible”.

Lo que se quiere señalar es que sí es posible un control del comercio exterior, por más drástico que sea. La gestión actual cuenta con la normativa y un instrumental tecnológico pertinente con el que se puede observar, proyectar y administrar el comercio exterior en tiempo real, sin excusas. Si es posible hacerlo discrecionalmente, afectando a todo el sector manufacturero y empresario en general, sin anestesia ni medidas de contención, ni certezas acerca de qué pasa mañana, ¿cómo no será posible hacerlo ofreciendo al sector privado (empresas y trabajadores) un plan de desarrollo en el que se sepa con claridad los objetivos, instrumentos, objetivos y metas de una política de administración del comercio?

Claro que sí; se pueden establecer prioridades en materia de importación, establecer aranceles y cupos para proteger sectores estratégicos, promociones temporales para permitir la reconversión de empresas, créditos especiales para la creación de nuevas firmas tendientes a la reconversión productiva y tecnológica, etc. Todo ello como parte de un plan explícito, abierto a la comunidad, trabajado con el sector privado y con el acompañamiento de los gobiernos provinciales, que tenga por objetivo expandir la producción nacional, incorporar valor a las materias primas, dejar de depender del sector externo en bienes y servicios clave, desarrollar el mercado interno y generar trabajo de calidad. 

Estamos viendo que es totalmente posible establecer prioridades en el uso de las divisas. El mal llamado “cepo” cambiario, sigue vigente y ya nadie habla de levantarlo. Quedó claro que el libertinaje cambiario solo benefició a un grupo de agentes económicos con ganancias extraordinarias para adquirir dólares y fugarlos con cargo a la deuda pública. El cipayismo ahora ya no habla del “cepo”, pero se ensaña con los múltiples tipos de cambio, sin proponer solución alguna a la restricción externa que existe, y sobre la que nadie aportó aun alguna solución posible (más allá de la que busca el establishment, de generar una masa de pobres todavía mayor a la que existe).

Paralelamente, nos estamos enterando por el propio gobierno, que durante las gestiones de Guzmán y Batakis el otorgamiento de permisos de importación fue un descontrol total, una impericia y/o una imprudencia que son dignas del asombro. Según versiones provenientes del Ministerio de Economía, de no mediar un freno total a los permisos de importaciones otorgados antes de la llegada de Massa (SIMI), el país entraba en una gravosa cesación de pagos internacional, con consecuencias impredecibles en materia comercial. Genera asombro recordar que mientras el gobierno defendía con uña y dientes la gestión del Ministro Guzmán, cientos de empresas realizaban operaciones fraudulentas, sub facturaban exportaciones, sobre facturaban importaciones, evadían, eludían controles, etc., sin que el gobierno se ocupara (por incapacidad, ignorancia o inacción) de frenar esta sangría de divisas, totalmente injusta y nociva del interés nacional. 

Ahora se está renovando un acuerdo con EE.UU. para obtener información sobre evasores que tienen su riqueza sin declarar en el exterior. Esto no requiere una nueva ley, ni modificaciones sustanciales a la normativa actual. Era algo que ya existía desde el año 2016, pero que el gobierno de Macri planchó totalmente, evitando tocar “intereses sensibles”.

Esto quiere decir que sí se puede hacer justicia con los grandes evasores, con los que han fugado divisas ilegalmente y con los operadores cómplices de ello (bancos, contadores, abogados, cuevas, etc.). Queda claro que es una decisión política recuperar gran parte de esa riqueza que se generó en el país, para aplicarla a su desarrollo, o a pagar compromisos de una deuda que no sirvió al más mínimo interés nacional, sino a la especulación de unos pocos que se pueden identificar con CUIT, nombre y apellido!

Aunque la gestión de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía busca cumplir un objetivo ajeno al interés nacional, está propinando intervenciones que no hacen más que ratificar que es posible afectar la realidad sustancialmente. Aquellos que no saben, no quieren o no pueden hacerlo, no pueden ya más gobernar el país. ¡Cuántos diputados, senadores, funcionarios, gobernadores, dirigentes, siguen aceptando como dadas las condiciones de una economía fallida e injusta, gozando de los beneficios de encabezar estructuras políticas que ya nada cambian, y a nadie conducen!

La historia, el presente y la necesidad de un futuro diferente señalan que es posible definir, desarrollar e implementar un modelo de desarrollo nacional, que subsuma todas sus pretensiones y objetivos a la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria. Ciertamente con costos, pero con criterio y capacidad de establecer un orden de prioridades y esfuerzos, con un criterio de justicia social.

Ahora que vienen las elecciones, la dirigencia que no crea o no quiera hacerse cargo de esto, tiene la oportunidad de dar un paso al costado; caso contrario, el pueblo debe hacerlos a un costado.

 

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