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Lo azaroso en la Revoluvión de Mayo

En el libro Hombres de Mayo el historiador Ricardo de Titto considera que la Revolución de 1810 “no fue un cálculo ni una búsqueda sino una situación inesperada que puso a una serie de líderes ante la obligación de dar respuesta a eso que los sorprendió”.

En el libro Hombres de Mayo el historiador Ricardo de Titto considera que la Revolución de 1810 “no fue un cálculo ni una búsqueda sino una situación inesperada que puso a una serie de líderes ante la obligación de dar respuesta a eso que los sorprendió”.

Algunos, como los Rodríguez Peña y Manuel Belgrano, iban buscando caminos, aclara en diálogo con la agencia Télam, “pero esos caminos incluían la posibilidad de un protectorado británico o la nominación de la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana del rey español Fernando VII, como regente del Río de la Plata”, más que la autonomía de la región.

“Las revoluciones son como poderosas olas a las que le suceden otras; terremotos a veces leves y otras con duros remezones, o icebergs que esconden mucho más de lo que muestran”, asegura el historiador.

“La realidad nunca es maniquea (buenos y malos) y la reciente versión revisionista intenta construir un grupo de revolucionarios amantes de la igualdad, Mariano Moreno, por ejemplo, y a otro que parece haber estado ahí sin saber casi por qué, como enemigo de sus propios actos, como Cornelio Saavedra”, se queja De Titto.

Decir que la Revolución fue hecha por los ideales jacobinos “no es falso, es sesgado –asegura–. Los hechos precipitaron a gente que no imaginaba que podría pasar a actuar ante una situación imprevista: Napoleón invade España y queda el virrey Cisneros representando a un rey depuesto. Un vacío de poder”.

Esto, según De Titto, lo muestra la propia historia: “Belgrano y Moreno coinciden en que el 24 de mayo ni sospechaban en ser miembros de la Primera Junta. Se despiertan el 25 sin saber que formaban parte de un nuevo gobierno. Los había propuesto Domingo French la noche anterior durante una reunión en lo de los Rodríguez Peña”.

El volumen editado por Norma reconstruye doscientos años de historia a través de la transformación personal que convirtió a un grupo de desconocidos en referentes revolucionarios, como French, que era cartero, y Vicente López y Planes, poeta devenido en hábil político.

Tampoco importó que uno fuera fabricante de jabón como Hipólito Vieytes; sacerdote, en el caso de Gregorio Funes; abogado, en el de Juan José Castelli; encumbrado comerciante, si se habla del vasco Martín Rodríguez, o descendiente de familia patricia, como Saavedra.

El interés de De Titto fue mostrar el dinamismo que tuvo ese proceso –“mayor al que se le concede”– y para eso repasó las inestables alianzas que lo llevaron adelante, así como la transformación personal de sus actores.

Belgrano es un claro ejemplo de esto, “un hombre monárquico, defensor como pocos del antiguo régimen, que termina a la cabeza del primer ejército libertario al Alto Perú luchado contra la España que dos años atrás consideraba su patria”. Sin contar con Santiago de Liniers, que en sólo cuatro años pasó de ser héroe y caudillo de la Reconquista contra los ingleses en la Primera Invasión, a virrey ungido por la sociedad porteña y traidor de la Patria fusilado por su compañero Castelli tras la Revolución de 1810.

“La historia debe escribirse de tiempo en tiempo, no porque se hayan descubierto muchos nuevos aspectos, sino porque se han visualizado nuevos aspectos”, dice De Titto citando a Goethe como conclusión sobre el objetivo de su último trabajo.

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