Especial 22 años

Sobrevivientes

Leales con nuestra naturaleza


Y en el año de la pandemia nos sorprendió un nuevo aniversario del diario El Ciudadano…, el número 22. Decimos nos sorprendió porque un conjunto de iniciativas pensadas para 2020 entraron en un compás de espera. Son 22 años del aquel lejano 7 de octubre de 1998 que sólo las y los trabajadores reconocen como propio. O también, cuatro años desde que recuperamos una empresa que cerraba sus puertas.

Cada aniversario repasamos nuestra historia, casi como un rito pagano, porque de allí nos nutrimos. Nos sirvió para desarrollar la cooperativa La Cigarra y nos sirve ahora para consolidar lo alcanzado, enfrentar los nuevos desafíos y no perder la esencia de nuestro objetivo.

¿Y cuáles son esos objetivos? Nada exótico ni grandilocuente: vivir de nuestro trabajo y aportar nuestra mirada periodística de los distintos fenómenos que nos atraviesan como sociedad.

Lo hemos dicho con claridad y sin ambigüedades: siempre nos asumimos como trabajadorxs, pensamos y actuamos como tales. Y en ese recorrido recuperamos las tradiciones de nuestra clase.

Por eso nuestro lugar de pertenencia es y será el Sindicato de Prensa de Rosario. No son un milagro los 22 años de El Ciudadano…, son consecuencia de una estrategia y práctica gremial y sindical consecuente.

Desde esa perspectiva pensamos y hacemos. Desde esa perspectiva nos relacionamos con nuestros lectores, con los trabajadores, los amigos, y nuestros colegas.

Un “Quedate en casa” difícil de aplicar en el trabajo periodístico

Pero 2020 encerraba una dolorosa sorpresa. La pandemia del covid-19. En realidad, fue la pandemia tras otra “pandemia”. Una que duró cuatro años y otra que comenzó en marzo.

En ese contexto tuvimos que redefinir nuestras tareas. Nada fácil, aún para nosotros, que en muchos aspectos somos trabajadorxs privilegiados. No porque seamos “elegidos”, sino por las condiciones de trabajo y por la inevitable comparación con nuestros conciudadanos.

Fue y es complejo realizar nuestra actividad sobre todo por la paradoja de haber sido definidos como “trabajadorxs esenciales” pero sin contar con lo esencial.

Es claro que nada y nadie estaba preparado para soportar y entender cómo se funciona en una pandemia de la cual muy poco se conoce todavía.

Y las y los trabajadores de prensa no son la excepción. La pandemia puso al descubierto nuestras carencias colectivas e individuales; materiales y simbólicas. Si es complejo tejer solidaridades en tiempos “normales” en sociedades estructuralmente injustas, en contextos extraordinarios la situación se complejiza de un modo que aquellas certezas provisorias ahora son relativas.

Así, las prácticas en el diario cambiaron de manera trascendente. Nuestro lugar de trabajo fue más opaco, con menos color y más silencioso.

Lo presencial fue reemplazado por lo virtual en un intento por cumplir con nuestra tarea. Se hace con esfuerzos y con dificultades para estar cada día con información que sirva. Eso no se negocia.

Pero es imposible disimular las carencias. Hoy la calle, nuestro lugar natural, es zona de riesgo. Las decenas de colegas contagiados lo atestiguan. El “quedate en casa” es difícil de aplicar en el trabajo periodístico.

La resiliencia, un escudo protector

Pero también cambió la perspectiva de observar los fenómenos. Con lo cual, la construcción de la noticia también se modificó. La pandemia nos demandó (y nos demanda) entender el fenómeno para poder contarlo. Entender que la realidad es otra, con todas sus contradicciones y explicaciones a cuestas.

En el año de la pandemia, la vida nos pone un nuevo desafío. Pero hay cosas que no cambian, como el instinto de supervivencia y este diario es, básicamente, un sobreviviente. Al menos, de la historia de Rosario.

Tenemos razones, o si se prefiere, creencias arraigadas en nuestro pasado reciente para sostener que vamos a salir mejores, porque no estamos solos, ni nos sentimos solos.

Porque valoramos la palabra empeñada y no estamos dispuestos a traicionar ni traicionarnos en el recorrido hacia nuestro imaginario colectivo.

Desde hace un largo tiempo hemos hecho de la resiliencia nuestro escudo protector y también nuestra arma de defensa. Y tan mal no nos fue.

Somos conscientes de que somos poseedores de algunas pequeñas ventajas comparativas con respecto a los verdaderos sectores vulnerables. Hoy más vulnerables que ayer.

Nuestro norte no cambia ni cambiará, somos parte de nuestro pueblo y, con nuestras miserias humanas a cuesta y nuestras herramientas, las palabras están y estarán a disposición para dar cuenta de las injusticias, venga de quien venga.

Esa es nuestra esencia. La ilusión de la “salida individual” es una falacia construida por los popes de la “meritrocia” para continuar con el saqueo organizado y la ostentación obscena de la acumulación de riqueza.

En el año de la pandemia el diario El Ciudadano… cumple 22 años. Ya será el momento de festejar. De abrazarnos, de cantar, bailar y reírnos. De descansar y disfrutar de una ciudad y un mundo más justo para todos.

Pero hoy es el tiempo de la resistencia, como hace algo más de dos décadas. Para seguir siendo leales con nuestra naturaleza.

 

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