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Sociedad

Las zonceras de ayer y hoy

Patriota y excepcional ser humano, Arturo Jauretche se destacó por su aguda observación de la realidad ambiente para dirigir sus dardos contra los intelectuales desarraigados, a quienes incluía bajo el nombre de “intelligentzia”.


El 25 de mayo de 1974 moría en Buenos Aires don Arturo Jauretche, ensayista, escritor, polemista, pero fundamentalmente un gran patriota y excepcional ser humano. Había nacido en Lincoln, provincia de Buenos Aires, y de joven adhirió al radicalismo yrigoyenista para formar, en la década de 1930 junto con radicales, nacionalistas e intelectuales de diversa extracción, el mítico Forja, es decir, la Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina.
Jauretche se destacó por su aguda observación de la realidad ambiente y por dirigir sus dardos contra los intelectuales desarraigados con el medio, a quienes incluía bajo el nombre de “intelligentzia”. Por esa razón quizás resulte atinado caracterizarlo como un sociólogo aunque sin título universitario habilitante. Sus ideas radicales no le impidieron, sino que lo ayudaron, a vivir en primera persona la movilización obrera del 17 de octubre de 1945, instante a partir del cual se convirtió en convencido peronista, condición que mantuvo hasta su muerte que se produjo, curiosamente, pocos días antes de que falleciera Juan Domingo Perón.

Sagaz observador

En el prólogo de su libro Manual de zonceras argentinas nos dice que “con este propósito, ‘fablar en roman paladino’, se vinculan mis frecuentes redundancias, que han motivado la crítica de algunos lectores, tal vez demasiado ‘aligerados’, y que no piensan en que hay otros más lerdos. Las exige el difícil arte de escribir fácil, como ya lo he dicho en otra ocasión. No pretendo ejercer magisterio, pero no puedo olvidar, como la maestra de grado, que se debe tener en cuenta el nivel medio y no el superior, así que pido a los ‘más adelantados’ que sean indulgentes y más bien que ayuden a los otros en esta tarea en que estoy. Además, redundar es necesario, porque el que escribe a ‘contra corriente’ de las zonceras no debe olvidar que lo que se publica o se dice está destinado a ocultar o deformar su naturaleza de tales”.
Ese hábito de “escribir fácil” hizo que Jauretche se convirtiera rápidamente en el sociólogo “del pueblo” y que su vasta obra fuera, fundamentalmente a partir de la década del 60, ampliamente conocida no sólo en ámbitos propios de clase media, sino también entre los trabajadores, constituyéndose en una especie de contracara de Ricardo Forster y Horacio González. Don Arturo no necesitaba anunciarse como nacional y popular, interpretaba al pueblo de a pie y llevaba patriotismo en su sangre.
Con el término zonceras aludía Jauretche a “principios introducidos en nuestra formación intelectual desde la más tierna infancia –y en dosis para adultos– con la apariencia de axiomas, para impedirnos pensar las cosas del país por la simple aplicación del buen sentido. Hay zonceras políticas, históricas, geográficas, económicas, culturales, la mar en coche. Algunas son recientes, pero las más tienen raíz lejana y generalmente un prócer que las respalda”. Y sumaba otra atinada observación que desmiente el mito de la “viveza criolla”. Los argentinos, decía, seríamos avivados en términos individuales, pero no lo somos a la hora de pensar con mirada de la comunidad en la que vivimos. Esa pretendida viveza sólo individual de algunos esconde el estancamiento paulatino de todos.

Zonceras pasadas y actuales

El Manual comienza con el desarrollo de dos axiomas falsos que parirían al resto, que aún hoy siguen deformando la visión que muchos argentinos, convencidos de su veracidad repiten cada día. El primero de ellos es el famoso “civilización o barbarie” lanzado por Sarmiento y según el cual todo lo extranjero es bueno (sobre todo si proviene del mundo anglosajón) y lo nativo es malo, ruin y deficiente, sin que se admita prueba en contrario. Su necesario complemento se expresó también por labios del cuyano con su triste frase “el mal que aqueja a la Argentina es su extensión”. En efecto, como afirma Jauretche, es difícil rastrear político norteamericano, ruso, alemán o brasileño para quien la extensión territorial de cada uno de sus países pueda entenderse como una desventaja comparativa con otros. En cambio, cierta dirigencia política vernácula ha visto con cierto desdén que la Argentina sea “tan extensa” y así resignamos el Alto Perú, la Banda Oriental, el Paraguay y a poco estuvimos de perder la Patagonia y la Mesopotamia.
Pero acaso el mejor homenaje a Don Arturo sea aceptar el desafío lanzado por él mismo en su obra consistente en descubrir las nuevas zonceras que se ciernen sobre la mentalidad de nuestro país, de su clase dirigente pero también de su pueblo. Imaginemos algunas zonceras actuales.
Una de las nuevas zonceras podría ser creer ciegamente en el curioso “índice de transparencia” mundial que es elaborado por las mismas consultoras responsables de la debacle económica mundial de 2008 a la actualidad. Son las mismas empresas que estafaron a los ahorristas norteamericanos en millones de dólares, deudas que luego fueron rescatados con dineros públicos. Ello no significa suponer que la Argentina sea ajena a la corrupción, pero acaso no sean los que se promocionan mundialmente como transparentes los más indicados para darnos cátedra en la materia.
Otra zoncera guarda relación con los procesos de integración regional, concretamente con nuestro futuro en el ámbito del Mercosur y la Unasur y se manifiesta en una marcada actitud escéptica y crítica respecto de los mismos. Escepticismo que propone dar la espalda a la región y ofrece dos alternativas igualmente nefastas: intentar salvarnos solos en un mundo globalizado, lo que sería irrealizable o, por el contrario, integrar un Alca modernizado como mero apéndice del mercado norteamericano-canadiense, lo que equivaldría a repetir errores del pasado.
A Arturo Jauretche se lo cita frecuentemente. Sería deseable que, además, se lo leyera y se lo siguiera con idéntico entusiasmo.

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