Economía

Panorama económico

Las últimas cartas de la política económica macrista

El gobierno centra todos sus esfuerzos en controlar al dólar y la inflación, para apostar a todo o nada la chance de reelección en octubre. Pero la estrategia comunicacional no puede soslayar el alevoso aumento de la pobreza, la caída de la producción y el empeoramiento de las condiciones de vida


En tan sólo 39 meses de gestión, el gobierno permitió la fuga de un cuarto de un PBI.

Esteban Guida (*) | Fundación Pueblos del Sur

Especial para El Ciudadano

Las estadísticas de la economía no dejan de reflejar la crítica situación que está atravesando la Argentina. El dólar y la inflación continúan su carrera alcista, poniendo en jaque la apuesta al todo o nada que el macrismo está haciendo para llegar con alguna chance de reelección a los comicios de octubre. Sin embargo, cualquier estrategia comunicacional se ve confrontada con el alevoso aumento de la pobreza registrado a fines de 2018, el crecimiento del desempleo, la caída de la producción y el empeoramiento de las condiciones de vida de gran parte de la población, a la que el propio presidente Mauricio Macri le pide “aguantar” como si se tratara de postergar unas vacaciones.

En este complejo contexto, el único objetivo de política económica que manifiesta el gobierno es equilibrar el tipo de cambio como condición única y suficiente para frenar el ascenso de la inflación, para que le permita llegar a las elecciones sin la actual e impiadosa seguidilla de malas noticias. Porque como él mismo manifestó con rostro jocoso antes un auditorio ocupado por quienes lo han apoyado desde el comienzo, su decisión es avanzar con mayor velocidad y firmeza en el actual rumbo que su gobierno le ha impuesto a la Argentina.

Para contener una nueva corrida cambiaria, el gobierno ha depositado todas sus expectativas en los dólares que puedan ingresar producto de la cosecha récord, ya que los fondos que viene aportando el FMI no alcanzan para cubrir el déficit fiscal y externo. Resulta que la única herramienta utilizada para contener la escalada del dólar ha comenzado a mostrar su ineficacia (porque su ineficiencia es algo notorio desde hace tiempo), puesto que ni siquiera una tasa de interés de referencia en el 70% resulta suficiente para frenar la desconfianza en el esquema monetario y cambiario, lo que se traduce en una mayor demanda pero muy escasa oferta de dólares.

Es así que el gobierno se va quedando sin herramientas para cumplir su objetivo político, puesto que al firmar el año pasado el segundo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central se autolimitó en su capacidad de intervenir directamente en el mercado hasta que la divisa no supere los 51 pesos, lo que no ayuda a controlar la volatilidad del tipo de cambio, función central de una autoridad monetaria orientada al interés nacional.

Pero aunque la mirada del día a día esté puesta en el tipo de cambio, los problemas de fondo siguen vigentes y sin la debida atención. La fuga de divisas, el déficit de la balanza de pagos y los niveles desorbitantes de deuda son los verdaderos problemas de un esquema económico libertino y destinado al desfalco nacional. En efecto, en el primer bimestre del año la formación neta de activos externos trepó los 3.000 millones de dólares. Sin ir más lejos, en 2018, año signado por las corridas cambiarias, la formación neta de activos externos del sector privado no financiero alcanzó 27.230 millones de dólares, alrededor de 5.000 millones de dólares más que lo registrado en 2017. Se observa claramente que esto no es sólo un fenómeno resultante de la corrida cambiaria o, como dice el gobierno, producto de factores externos y culpa de la sequía; desde que Mauricio Macri asumió como presidente, la fuga de capitales acumula 101.500 millones de dólares, si se consideran también los egresos de dólares por el pago de intereses y el gasto neto en turismo.

En otras palabras, en tan sólo 39 meses de gestión, el gobierno permitió la fuga de un cuarto de un PBI, con la salvedad de que se trata de recursos que el país los debe al exterior. Esto es así puesto que el monto de fuga de capitales es aproximadamente equivalente al aumento de la deuda pública bruta en los últimos años. En términos numéricos, la deuda pública bruta pasó de 240.700 millones de dólares (52,6% del PBI) en diciembre de 2015 a 332.191 millones de dólares (86,2% del PBI) en el mismo mes del 2018. Más específicamente, la deuda pública externa pasó de 63.600 millones (13,9% del PBI) a finales de 2015 a 161.180 millones de dólares (41,8% del PBI) a finales de 2018.

A pesar de todo este panorama, el presidente Macri se animó a decir: “Hoy tenemos una cuenta corriente equilibrada, hoy producimos la misma, más o menos, cantidad de dólares que necesitamos”. Lo hizo con una mirada forzada de la realidad, en contraste con los datos que el organismo bajo su propia responsabilidad divulgó en los últimos días. Fue el Indec quien publicó los resultados sobre la balanza de pagos al 31 de diciembre de 2018, donde se observa que la cuenta corriente registró un déficit (desahorro) de 28.003 millones de dólares, el que se explica por un déficit en la balanza de bienes y servicios por 10.575 millones de dólares, un déficit en el ingreso primario por 18.723 millones de dólares y superávit de 1.295 millones de dólares en la cuenta de ingresos primarios.

A diferencia de 2017, el año pasado registró una devaluación de la moneda que superó el orden del 100%. Por tal motivo, algunos esperaban que las cuentas externas se reacomoden con el nuevo tipo de cambio. Sin embargo, a pesar de cerrar el año con un dólar a 38 pesos, la cuenta corriente registró un déficit con una baja del 11% con respecto al año anterior, cuando el dólar cotizaba cerca de los 19 pesos. Los números preocupan, el déficit de la cuenta corriente en 2018 representó más del 6% del PBI.

En efecto, en 2018 la Argentina necesitó que el resto del mundo le financie un déficit de bienes y servicios del orden de los 27.917 millones de dólares. Por su parte, la cuenta financiera también resultó deficitaria en 28.385 millones de dólares, explicados por la adquisición neta de activos financieros, 44.150 millones de dólares y la emisión neta de pasivos, 72.535 millones de dólares. Cabe señalar que en la emisión neta de pasivos se destacó la emisión de títulos públicos y préstamos (principalmente, FMI) al gobierno nacional.

Asimismo, la deuda externa total se ubicó en 277.921 millones de dólares, alrededor de un 18% por encima del monto registrado a finales de 2017. Del total de deuda, el gobierno central explica el 63% del total y totalizó en 171.584 millones de dólares donde 112.541 millones de dólares son títulos públicos y 61.042 millones de dólares préstamos (ítem que subió por el préstamo del FMI, en 2017 cerró en 34.197 millones de dólares).

Con estos datos, y con las últimas declaraciones del presidente Macri, ya no quedan dudas respecto a si el gobierno falla en la aplicación de las medidas o concreta coherentemente sus aspiraciones políticas de un país para pocos ricos y muchos pobres. La Argentina de Cambiemos es esta que estamos viviendo, y lo peor es que, según un gobierno que aspira a ser reelecto, todavía queda margen para empobrecernos aún más.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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