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Reflexiones

Las penas son nuestras, las Paso son ajenas

El peronismo apuesta a una receta histórica: esquivar la interna y presentar una candidatura única.


Se engaña, y engaña, quien se diga sorprendido por el cierre final de las candidaturas centrales (Nación y Buenos Aires) del oficialismo con lista única y sin disputa de candidatos. Es lo que el peronismo ha hecho en toda su historia, salvo aquella anécdota ácida de 1988 cuando se enfrentaron Carlos Menem y Antonio Cafiero. Quedaron tan escaldados que nunca volvieron a ensayar el expediente de confiar en las urnas para despachar diferencias internas.

El dictamen de la mesa chica de Olivos que adelantó este periodista hace casi un mes disparó lo que termina ocurriendo: una interna entre Daniel Scioli y Florencio Randazzo terminaría beneficiando sólo a Mauricio Macri, quien podría aparecer en los resutados del 9 de agosto como el candidato con más votos nominales. Ese debate ocurrió el 26 de mayo y fue parte del balance del resultado de las Paso del Chaco, donde el peronismo superó las expectativas de esceptismo que precedieron a esos comicios.

Los resultados que siguieron confirmaron la percepción de que los resultados del peronismo que no son tan malos, y eso lo terminó confirmando Santa Fe, adonde Omar Perotti –un candidato que arrancó como suplente y que se aferró a Daniel Scioli presidente– entró en el triple empate que debe resolver el escrutinio definitivo.

Esos números alimentaron además la estrategia madre del peronismo: ganar en primera vuelta, ante la posibilidad de que un balotaje le juntase a toda la oposición enfrente produciendo lo que en esas mesas se llama “efecto 2003”. Una referencia a lo que le pasó en aquellas elecciones a Carlos Menem, que ganó en primera pero que no pudo presentarse a la segunda porque le sacaron todos los apoyos propios y ajenos ante la contundencia de las encuestas de intención de voto.

Para ese objetivo de ganar en primera vuelta la puja Scioli-Randazzo se había convertido en un plomo en el ala. No sólo aparecería el 9 de agosto dividido el voto del oficialismo sino que una campaña cruel como la que los enfrentaba dispersaba fuerzas sin beneficio para el conjunto.

Lo demás es literatura y psicología, pero tampoco nadie pudo decirse extrañado porque Carlos Zannini integrase la fórmula; en cualquier escenario Scioli iría siempre con un candidato emblemático de Olivos. Ninguno de los otros nombres que circularon y que vienen de la política territorial le sumaba al bonaerense algo a lo que él ya aporta. Poner a un aparatista como Zannini es un mensaje hacia afuera que confirma los títulos de propiedad que tiene Scioli con el kirchnerismo, fracción del peronismo que creó él junto con Néstor Kirchner.

Con esta cancelación de las Paso el peronismo confirma su método de la lista única que clausura el debate formal a través de las urnas, pero que refleja el resultado de un debate interno que ha durado meses y que revisa no sólo los pronósticos de las encuestas sino que escucha a todos los que tienen algo que decir. En ese sistema que creó la Alianza desde el gobierno para dividir y desbaratar a la oposición, quien manda tiene el control total del procedimiento. Por eso lo retomó el kirchnerismo cuando hizo la ley que hoy rije, proclamando que era la manera de promover el debate dentro de los partidos y a través de las urnas, pero para los otros.

La decisión de mandar a que el trío Julián Domínguez, Fernando Espinoza y Aníbal Fernández vaya a una Paso por la gobernación de Buenos Aires expresa el peso del factor humano. El plan del 26 de mayo suponía que Florencio Randazzo encabezase una lista única para la gobernación de Buenos Aires. Se enojó –fue víctima del garrote vil que le prepara el peronismo a sus dirigentes– y se va a la casa. Desbarata ese método el peronismo y termina aplicando lo que quería sólo para los otros. Esto no lo olvidará Olivos, pero es producto del empeño personal de un Randazzo al que dejaron crecer para que tuviera el poder que ahora emplea para desviar a su partido de una estrategia que cree es ganadora.

El arco macrista-radical pensó, después del anuncio de Scioli-Zannini, en clausurar la puja entre Mauricio Macri-Ernesto Sanz-Elisa Carrió, con el mismo propósito de no restarle votos individuales al jefe del PRO en el escrutinio del 9 de agosto. Lo descartaron el miércoles, como contó este diario, con el argumento de que esa liga está unida por intereses comunes y que quien pierda no abandonará al ganador en las elecciones generales. “Esto no es Unen, donde todos se peleaban. Esto es distinto: hay una alianza en serio y se va a respetar”, dijo Humberto Schiavoni, presidente del PRO nacional. Se pueden permitir esta posibilidad de dividir votos porque el plan de este sector de la oposición es otro: entrar en el balotaje. Con eso, por ahora, basta.

En lo mismo puede pensar, como consuelo, Olivos para Buenos Aires: ninguno del trío que va ahora a las Paso bonaerenses se saldrá de la foto, sea cual sea el resultado, porque se necesitan juntos para cumplir el plan maestro de ganar en primera vuelta.

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