Espectáculos

Entrevista a Enzo Monzón

“Las más grandes drag queens están en el Vaticano”

El realizador audiovisual y director teatral rosarino Enzo Monzón, radicado en Barcelona hace una década, pasó por Rosario para rodar un corto titulado “El Drac de Miuka”, en el que actúan Omar Serra y Sebastián Tiscornia, que se erige, entre otras cosas, como un homenaje a Pedro Almodóvar

Enzo Monzón rodó en la ciudad recordados materiales como “El Castillo Meredith” y “Karla”.
Foto: Ana Stutz

Enzo Monzón es un artista nómade. Aunque nació en Rosario hace 45 años, en abril se cumplirán diez desde que se mudó a Barcelona por amor y trabajo, ciudad desde la cual se proyecta a partir de su propuesta y donde Rosario siempre vuelve a ser un destino. “Vuelvo un par de veces al año; acá puedo hacer cosas que, en términos artísticos, quizás no podría hacer en Barcelona, y en Europa puedo vivir de mi trabajo como realizador”, dijo con cierta nostalgia a pocos días de emprender el regreso. Pero este último no fue un viaje más: Monzón, de quien se recuerdan verdaderas proezas estéticas-audiovisuales como El Castillo Meredith o Karla de finales de los años 90 y comienzos del siglo XXI, o en teatro, su polémica obra Dark Room de unos años más tarde, vino, entre otras cosas, para rodar un cortometraje con el actor y director teatral Omar Serra como protagonista, junto a Sebastián Tiscornia, que por estos días le hará llegar a modo de regalo a Pedro Almodóvar apenas se conozca el material en España.

“Todo comenzó en mi ciudad natal, Rosario, donde estudié realización audiovisual y luego guión en Buenos Aires, donde también viví y trabajé varios años, hasta que el amor me llevó a Catalunya”, dice ahora con orgullo el artista que ve lejano en el horizonte al muchacho que soñaba con el cine mientras vendía alfajores en un local de la Terminal de Ómnibus.

Así, entre lo kitsch y una especie de osadía de tono naíf, la producción artística de Monzón abreva en diversas corrientes, pero sin duda, encuentra en el cine de Almodóvar una gran fuerte de inspiración. “Yo por él estudié cine, y por Omar me interesé por el teatro”, dice. Y pareciera que este corto, titulado El Drac de Miuka, buscara unir esos dos mundos que sin duda tienen muchos puntos en común.

Pasaje de “El Drac de Miuka” con Serra y Tiscornia.

—¿Por qué le pusiste “El Drac de Miuka” al corto que estuviste filmando en Rosario?
—Drac es dragón en catalán, ahí aparece cierta influencia porque estoy viviendo en Barcelona hace tiempo, y además el corto tiene textos donde el protagonista se olvida de quién es y empieza a hablar en catalán cuando se despierta. Y también por el origen de Omar (Serra), cuyos abuelos eran catalanes. Y me gustaba Miuka como nombre, sólo por eso. Quería hacer algo más pastel, algo al estilo de lo que hago en España con Les Ghordettes, que es un grupo de actores transformistas de Barcelona que salen montados a la calle y hacen improvisaciones; se generan situaciones callejeras con las que luego produzco un material audiovisual donde encuentro la magia a partir de la edición. Lo mismo me pasó con este corto y con Radioactiva (con las drag queens Elektra Trash y Lady Michel) que rodé hace un tiempo. Yo armo el texto literario del guión, y después, cuando filmo, en el rodaje voy armando las tomas en la medida que van saliendo, y quizá la cosa termina en otro tono.

Afiche del cortometraje de Monzón.

—¿Por qué este material se lo harás llegar a Pedro Almodóvar casi como un regalo o un homenaje?
—Porque de algún modo, Almodóvar está dentro de este material. Igual, él todavía no lo sabe, pero está enterada de esta movida Topacio Fresh (actriz, activista y galerista trans rosarina afincada en España desde 2002) que fue quien me hizo el vínculo con Pedro en su momento por una cuestión laboral. Ella vive en Madrid y tiene una galería de arte muy conocida, la Fresh Gallery, que es una de las más vanguardistas, por ahí pasa lo más raro, lo nuevo, lo diferente. Topacio se ha hecho una fama tremenda: se codea con muchos artistas, gente de los museos, galeristas, es una referente muy importante.

—¿Cómo fue que decidiste instalarte en España?
—Yo llegué a Madrid hace casi una década; iba con mi pareja desde Buenos Aires. Lo había conocido el último día de sus vacaciones un año antes y fue como un flechazo, es mi pareja actual, con quien me casé. Pasamos juntos el último día de sus vacaciones, y la noche también. Y se fue y yo quedé así… y él también. Él es español y estaba de vacaciones en Buenos Aires. Al año siguiente nos encontramos en el messenger y me dijo que no sabía adónde ir de vacaciones y lo invité a Argentina. Se vino y estuvimos viajando un mes por Salta, Jujuy, Tucumán, hasta fuimos a conocer a los pingüinos y las ballenas… (risas). A los dos meses volvió, para empezar el año juntos. Él es funcionario judicial, y todo pasó de un momento para otro… dejé todo lo que tenía, vendí todo, hasta lo libros, y me fui a Europa. Me fui a la aventura y me fue bien. Él es un hombre maravilloso, alucinante.

—¿Y cuando llegás a Madrid, lo primero que hacés es visitar a Topacio?
—Claro, me fui a su galería a saludarla, porque entramos por Madrid. Ella ya estaba casada con su pareja que es catalán. En ese momento, le dije que me daba mucha ilusión grabar una exposición de la Fresh Gallery, y pasados unos años me convocó para grabar una muestra de Bruce Labruce (reconocido escritor, cineasta y fotógrafo canadiense), pero yo no pude porque tenía que grabar en Barcelona. Y al poco tiempo salió otra que fue la de Pedro Almodóvar. Fue una muestra de fotos del propio Pedro, son bodegones, figuritas, objetos, todas cosas que tenía en su casa: las puso en una mesada y así hizo las fotos. Lo fui a grabar; yo soy súper fan y admiro mucho su obra. De hecho, Almodóvar fue una musa para mí a la hora de empezar a estudiar cine.

—¿Qué película viste primero?
Mujeres al borde de un ataque de nervios en VHS. Y me la sé de memoria.

—¿Una vez en Barcelona te dedicaste a trabajar de lo tuyo?
—Sí, desde el primer momento que llegué. En Rosario trabajaba en la Terminal de Ómnibus en Gayali, vendiendo productos regionales, alfajores. Estaba cómodo pero todavía no sabía lo que realmente iba a hacer con mi vida. Empecé a estudiar farmacia, óptica, y todo lo rendía mal. Y un día vi una publicidad de la Escuela de Cine y me lancé como loco. En España es carísimo estudiar cine, sólo estudia el que tiene dinero, acá por suerte todavía es gratis.

—A la Argentina volvés para hacer cosas del orden más artístico y allá otras más comerciales. Supongo que acá no te pagan bien por el trabajo algo que allá no sucede…

Foto: Ana Stutz.

—Acá quizás te pagan pero no te alcanzaría para vivir. Allá hice pocas cosas artísticas. Hice Trash en Venus, la primera obra teatral que tengo, con un catalán y un chileno; Radiactiva con Electra, y una nueva que se llama La cuna ausente que es un dramón. Nunca había escrito un drama, fue el primero, trabajé con una actriz española, Emilia Ruiz, que hoy triunfa como directora y guionista haciendo cortos y no para de ganar premios. Hicimos esta obra y obtuvimos muy buena crítica. Lo que yo veo allá del teatro es como que el concepto under no existe y sí existe no es de buena calidad. Allá hay un teatro oficial y algo comercial de puta madre. Si vas a ver under vas a ver estudiantes, no vas a ver el montaje maravilloso que hace Omar Serra. Acá, nosotros estamos acostumbrados a hacer mucho con muy poco, a veces con nada.

—¿Sentís que esa carencia agudiza el ingenio de los artistas argentinos?
—Yo creo que el ingenio que tenemos es, en parte, por no tener los medios… cuando estás en un espacio de comodidad es raro que seas un artista que rompa con estructuras probadas. Si estás cómodo, vas a buscar más perfección que un riesgo en la búsqueda. Por la experiencia que tengo en Barcelona, puedo mencionar a La Fura dels Baus, que no ha parado de crecer en años.

—Bueno… empezó como vanguardia y se transformó en parte del establishment …
—Es así, ése es el proceso y el recorrido. Y lo que hay mucho en Barcelona es teatro-danza. Hay mucha experimentación en ese campo. Después hay una salita, la Beckett, donde va lo más experimental de la escena, con propuestas más ligadas a un teatro antropológico.

—¿Cómo fue el armado de este proyecto de volver a Rosario y pensar en rodar en un par de días un corto para hacérselo llegar a Almodóvar?
—Yo trabajé con Pedro de forma profesional. Nos saludamos. Hablamos todo desde el punto de vista técnico, profesional. Le coloqué el mic, él todo el tiempo muy agradecido, muy correcto, y después durante toda la grabación, porque era el único medio que estaba registrándolo todo en cuanto a video, solamente quedé yo. También le hice dos videos más, un resumen donde está todo; fue muy emocionante aquél día, vinieron todos sus amigos…

—Entre esos amigos estaba Rossy de Palma, por ejemplo…, pienso en “Mujeres al borde de un ataque de nervios”
—Claro, y fue algo fuerte para mí verlos a todos ellos… pero te das cuenta que son seres humanos como todos, y está todo bien. Y hubo un segundo video, a la semana siguiente, fue la conferencia de Pedro, de unos veinte minutos, y el trabajo les encantó. Pero a partir de allí, mi objetivo era que él sepa que quien grabó esa conferencia es un admirador de toda su obra. Y por eso este corto que rodé en Rosario es un poco un homenaje a él. Me imagino que a Pedro no lo sorprende cualquier cosa y pensé de inmediato en Omar, quien me acercó al teatro.

—¿Y cómo fue el rodaje del corto?
—Fuimos todo el tiempo nosotros tres. Ni maquillador, ni vestuarista. Yo lo manejé todo: audio, imagen, edición, todo. Me acostumbré así, de ese modo también trabajo en España.

—¿Cómo se lo harás llegar a Almodóvar?
—Tengo el mail de su chica para todo, que es la Lola, que es su secretaria. Le escribí una carta contándole un poco mi historia, mi contacto con Topacio, y le adjunté el video. En realidad, todo es una excusa para crear. Si le gustará no sé, pero a mí me encanta.

—¿Por qué volvés un par de veces al año?
—Lo hago por los amigos y la familia. Si no tuviera a mi familia quizás no vendría tan seguido. Me queda mi mamá, mi hermana y dos sobrinos. Cuando me fui mi hermana estaba embarazada y no pude volver hasta que los chicos tuvieron un año. Nosotros éramos re familieros y eso a mi hermana le dolió mucho. Yo les expliqué que tenía que hacer mi vida, mi familia, que mi destino era ése.

—¿Cómo se llama tu pareja?
—Manuel.

—¿Planean tener hijos?
—No, eso es para gente más responsable. Cuando puedo me escapo a bailar. Me encanta, me quedo hasta el último tema y me vuelvo caminando de la discoteca disfrutando del aire de Barcelona. En cuestiones de seguridad, estás más tranquilo. Igual a mí me robaron adentro del departamento, se llevaron todo mi equipo y estuve un mes llorando.

—¿Sos consciente de lo rupturista que fuiste en Rosario desde los 90 en adelante?

Foto: Ana Stutz.

—Rodaba lo que quería ver, lo que quería sentir, y lo sigo haciendo. Cuando escribo quiero algo que me sorprenda, que me caiga gracioso, me pongo también como espectador. A veces me dicen que hay cosas que no puedo decir o hacer, que hay limitaciones, por eso trabajo con gente que no las tiene como Omar o Sebastián, como también María Caila y Andrea Boffo, con quienes ensayo Dolores y remedios, una comedia de dos octogenarias que vamos a estrenar este año. Por ejemplo: desde el primer momento pensé, para El Drac de Miuka plantearles de hacer un desnudo para el final del corto y así fue; en ningún momento me han dicho nada. Muchas veces al plantear desnudos los actores ponen excusas, ellos no.

—¿Tenés en carpeta algún largometraje?
—En realidad, siempre escribo textos de obras de teatro, básicamente monólogos. Tengo un par guardados que verán la luz en algún momento. Y en cuanto a cine, más que nada, me interesan los cortometrajes. Sí tengo un proyecto de hace muchos años de hacer un largo, de cuando estaba en la Escuela de Cine, de tres mujeres vampiras. Está bastante avanzado pero quedó ahí…

—¿Qué cambios notás en la Argentina de estos tiempos, hablando de cuestiones vinculadas a la diversidad, a la identidad de género?
—Yo creo que la culpa de todo la tiene la Iglesia, y agradezco que no venga el Papa y se gaste dinero en esa tontería. Las más grandes drag queens están en el Vaticano, con esas colas, esos vestidos, y todo ese séquito que tienen. Y después te crucifican: ven dos personas besándose del mismo sexo y te mandan a la hoguera. Y la escuela católica hace mucho daño a los niños porque ya los forman con mamá y papá y todo eso. Y por más que esté aceptado a nivel legal el matrimonio igualitario, si esa gente sigue haciendo el daño mental que está haciéndole a la sociedad, nunca vamos a avanzar. Si te preguntás porqué los países nórdicos son avanzados, la respuesta es porque el catolicismo no existe. Allá está la real igualdad de la mujer con el hombre. Acá, todavía, muchas mujeres se quedan en la casa a cuidar los hijos, y quizás no se desarrollan a nivel personal. Cumplen su deseo de ser madre y a lo mejor no quieren hacer otra cosa, no lo sé. Todo tiene que ver con la educación y acá nos falta mucho en esa materia.

—¿Te criaste en una casa donde aceptaron tu elección sexual, tu manera de ser y de expresarte?
—Fue de grande, cuando tenía 17 años y ya no les quedó otra. Pero cuando yo lo conté, mi hermana se largó a llorar, fue un escándalo. Cuando me casé con mi pareja, en mi familia, primero me dijeron que no lo publique, que no dijera nada en el barrio, y después ellas mismas se fueron dando cuenta que eso era una tontería. Yo perdono todo porque son mi familia, pero hoy en día, si estoy en una mesa y escucho a una persona que discrimina a quien sea por lo que sea, me levanto y me voy, no comparto ni un café. Hay mucha hipocresía, muchos se llaman heteros, son padres de familia, pero están con travestis. Está todo bien, cada uno con su morbo: a mí una mujer con pene nunca me ha excitado, pero está bueno que haya diversidad para todos, hasta me parece alucinante, pero después que esos mismos no estén discriminando a los demás como suelen hacer.