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Equipo de hockey femenino de unidad penitenciaria

Las “Lobas” destacan el rol del deporte en contextos de encierro

Considerado por sus protagonistas como “un sueño cumplido”, el equipo de hockey femenino de la Unidad Penitenciaria de San Martín, inauguró su primera cancha en el marco del proyecto Cuida la Bocha, una iniciativa que desde hace dos años acerca este deporte a mujeres en contextos de encierro


Considerado por sus protagonistas como “un sueño cumplido”, el equipo de hockey femenino de la Unidad Penitenciaria 46 de San Martín, “Las Lobas”, inauguró su primera cancha sintética en el marco del proyecto Cuida la Bocha, una iniciativa que desde hace dos años acerca este deporte a mujeres en contextos de encierro.

Fomentar el deporte como una herramienta para la transformación social es el objetivo principal de Cuida la Bocha, un proyecto creado por cinco jugadoras de hockey de distintos clubes de Buenos Aires, que buscan “cambiar la mirada para poder construir una sociedad un poco mejor”.

Desde 2019 entrenan una vez por semana a alrededor de 60 mujeres de entre 18 y 35 años que están privadas de su libertad en la Unidad Penitenciaria 46, que desde hace algunos años alberga tanto mujeres como varones.

Un lugar donde poder “despejar la cabeza y divertirse”

Entrevistadas durante la inauguración de la cancha, Macarena y Loana, dos jugadoras del equipo Las Lobas, manifestaron su “gran alegría” por poder tener este espacio propio.

“Ganamos un espacio donde poder movernos, estar al aire libre y hacer deporte acá adentro, que tan bien nos hace”, expresó Macarena, una de las primeras jugadoras en sumarse a Las Lobas, quien además es referente de su pabellón.

La jugadora de casi 30 años recordó que, durante el encierro, todas pasaron momentos críticos “de muchísima tristeza” y que los entrenamientos de hockey significaron un lugar donde poder “despejar la cabeza y divertirse”.

En este punto la acompañó Loana, para quien últimamente la “ansiedad” por los pocos meses que le quedan de condena hace que cada día “parezca un año”, pero que los sueños que tiene para cuando recupere su libertad, entre ellos dar clases de hockey en su barrio, la mantienen expectante y activa.

La oportunidad de soñar y hacer la actividad sin embarrarse en el potrero del penal

El proyecto de Cuida la Bocha surgió en 2019 por iniciativa de María Paz Rodríguez Senese y Florencia Fernández Prato, ambas jugadoras del Club Atlético de San Isidro, a quienes rápidamente se le sumaron Clara Badano, del mismo club, Helga Tartari y Andrea D’allaglio, del Club San Fernando y el Club Atlético Banco de la Nación Argentina respectivamente.

“Esta cancha es la oportunidad para ellas de poder soñar y de poder hacer la actividad sin tener que embarrarse hasta la cabeza en el potrero del penal, meter la pata en un pozo o sacar la bocha de una cloaca”, dijo María Paz, que es además defensora penal juvenil.

A pesar del calor del mediodía que se intensificaba por los enormes paredones con alambres de púa, alrededor de una veintena de mujeres –el resto debía participar de la entrega de diplomas de finalización de algún taller, del secundario o de la universidad– se juntaron para celebrar el “sueño cumplido” de tener una cancha, en una jornada de “picaditos” y baile.

“Desafiamos los límites de llevar un deporte que se juega con palos a una cárcel y la recepción resultó buenísima desde el primer día, no sólo de las chicas, sino del Servicio Penitenciario que cuanto más conoce nuestro trabajo más se predispone”, agregó la entrenadora.

Abrazar valores como el compromiso y el respeto, se trasladan del deporte a la vida

Previo a la pandemia, que frenó la actividad durante unos meses pero no el contacto entre ellas, las jugadoras tuvieron una serie de partidos amistosos tanto dentro como fuera del complejo penitenciario con distintos clubes de la zona, lo que les permitió “ver la calle de nuevo por primera vez en años a muchas de ellas”.

Durante las jornadas de amistosos que ahora retomaron, viajar esposadas y acompañadas de policías en los colectivos del Servicio Penitenciario Bonaerense es la antesala a un momento en el que reina en cada una de ellas la sensación de libertad.

Para Macarena, Loana y todas Las Lobas es “hermoso” poder salir a jugar, especialmente porque sus familias pueden ir a verlas y compartir luego lo que se denomina el “tercer tiempo”, un encuentro entre ambos equipos y sus familias.

“A mí me pone feliz que mi familia me vea jugar y mejorar cada vez más”, dijo Macarena y risueña ante dos de sus compañeras de pabellón aseguró que “es de las mejorcitas”.

“Es un golpe de realidad y humanidad. Realmente creemos que es una transformación enorme para todos”, manifestó la entrenadora Florencia, que es especialista en neurociencias aplicadas en el deporte.

Asimismo, anticipó que el objetivo es pronto incorporarse al Torneo Intercarcelario Provincial de Hockey Femenino, del cual participan equipos de las unidades de La Plata, Los Hornos, Batán, entre otras.

“Poder hacer deporte les hace abrazar un montón de valores que se viven cuando uno forma parte de un equipo, como el compromiso y el respeto, que luego se pueden trasladar del deporte a la vida”, expresó por su parte Helga, para quien la cancha recientemente inaugurada es un ejemplo de “un verdadero trabajo en equipo”. Para la gestión de la misma participaron sus familias, especialmente el marido de Helga, Agustín Beccar Varela, quien junto al equipo de rugby del mismo complejo penitenciario, Los Espartanos, pudieron armar la cancha con las donaciones recibidas y la labor de algunas jugadoras y sus familias, como Ivana, que desde el penal finalizó las redes de los arcos que su mamá confeccionó.

Una transformación que va más allá de los muros

Las entrenadoras coincidieron en que el deporte es “una excusa” para poder “frenar y mirar a estas mujeres en contexto de encierro” y poder crear este vínculo con ellas, a partir del cual pudieron comprender que “ellas no son su delito, sino que son madres, hijas, amigas, que deben ser miradas como tal”.

“Cuando miramos a otro con amor entonces esa persona tiene la capacidad de ser mejor. Cuando no es mirada, cuando parece que «no le importa a nadie» da lo mismo ser o hacer cualquier cosa”, reflexionó Helga.

La transformación a la que apuntan va “más allá de estos muros”: al igual que Nanci Herrera, una exloba que replicó el proyecto en su barrio Carlos Gardel en Morón, muchas de las jugadoras hoy anhelan poder llevar este deporte a sus comunidades una vez que recuperen su libertad.

Para ello, Cuida la Bocha las acompaña con el Proyecto Liderar, un acompañamiento “extramuros” con el que apuntan a que estas mujeres se transformen en “referentes deportivos en sus barrios” y puedan tener una salida laboral y que, a su vez, puedan contener y proteger a infancias y adolescencias de “los riesgos de la calle”.

“Los resultados están siendo muy positivos y a nosotras nos reconforta un montón. Creemos que estamos en el lugar indicado para cambiar ciertas cosas que como sociedad no están bien”, concluyeron las entrenadoras.

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