País

Discriminación con disfraz

Las falacias homofóbicas de la nueva derecha que quiere pasar por liberal

Muchos liberales suelen atacar a un colectivo por creer que detrás del reclamo del respeto a su orientación sexual hay un “lobby marxista”. Y apelan a dos pilares falsos: el orden de la naturaleza y el final de la especie humana. Ninguna evidencia los respalda


Iván Carrino*

Hace un tiempo que escribo sobre algunos temas no estrictamente económicos. Ya lo había hecho con la adopción homoparental en un viejo blog que creé hace nada menos que 10 años.

Sin embargo, me motivó a retomar esos asuntos el ver a muchos liberales que quiero y estimo atacar a un grupo de personas por creer que detrás del reclamo del respeto a su orientación sexual, había un “lobby marxista”.

En ese momento analicé críticamente uno de los nuevos pilares en que se basa dicha creencia (El Libro Negro de la Nueva Izquierda) y, desde entonces, cada tanto leo, escribo, y entro en debates en las redes por este tema.

En dichos debates he descubierto que los referentes o los seguidores de este movimiento suelen acudir a menudo a dos razonamientos falaces.

Las dos falacias a las que suele acudir la nueva derecha pueden denominarse:

1. La falacia de “restituir lo que la naturaleza dio”.

2. Y la falacia sobre “el fin de la especie”.

 

El fin de la especie

Empecemos por el segundo que es menos relevante y, a la vez, más simpático. El argumento es que si no fuera por el sexo reproductivo, sólo posible en parejas heterosexuales, la “especie humana” desaparecería. Se desprende de aquí la superioridad de la unión heterosexual por sobre la homosexual.

Este argumento es falso por dos motivos.

El primero es que no es cierto que sólo el coito heterosexual pueda dar lugar a la gestación. La ciencia ha avanzado suficiente y hoy existen procesos de inseminación asistida. Así que hasta que no se acaben los espermas y los óvulos, (y las ganas de reproducirse de las personas), el fin del mundo no va a ocurrir.

El segundo es que, incluso asumiendo que si todos los seres del planeta deciden volverse homosexuales “y eso implicara” (que no lo hace) que no hay otras formas de reproducirse, ¿por qué habríamos de preocuparnos?

Llegado el caso, respetaríamos las decisiones voluntarias de los individuos hasta el día en que el último de la Tierra no esté más.

¡Y listo! Todo en paz y armonía, sin daño a nadie.

 

Restituir la naturaleza

La segunda falacia aparece en el debate por la adopción homoparental. Aquí se plantea que lo que debe privilegiarse cuando se da un niño en adopción es el interés del niño, y que ese interés implica darle lo que la naturaleza para él habría querido, que es un padre hombre y una mamá mujer.

Esta visión acerca de qué querría la naturaleza para los niños es más religiosa que científica, en el sentido de que es un postulado no sostenido por argumentos y pruebas verificables.

Además, si un nene de 5 años al que se le mueren los padres es criado con la abuela, ¿eso va contra la naturaleza? ¿Si una chica de 3 años queda huérfana y pasa a ser criada por una tía soltera? ¿Si una pareja que por motivos económicos decide dar en adopción a su hijo a otra pareja está bien, pero si esa pareja es homosexual está mal?

¿Dónde está el límite de lo que “la naturaleza” desea para los niños y quién está en la posición de interpretar dicho deseo? El terreno es indudablemente resbaladizo.

Por otro lado, el artículo 21 de la Convención sobre los Derechos del Niño (adoptada en Argentina como ley 23.849 en 1990) dice: “Los Estados parte que reconocen o permiten el sistema de adopción cuidarán de que el interés superior del niño sea la consideración primordial…”.

En esta consideración podría ingresar el juicio de valor de quienes dicen que ese bienestar se garantiza con una familia heterosexual.

Pero ahí la pregunta es si ese es el parámetro a mirar. Y si se hace un análisis racional, científico, y no dogmático del asunto, surge que la respuesta es negativa.

Es que para garantizar el bienestar del niño, lo que la evidencia sugiere es que el género y la orientación de los padres no es lo relevante. El bienestar presente y futuro de un menor por supuesto que depende en gran medida de cuestiones familiares. Pero esas cuestiones responden directamente a la contención emocional y económica, no a la orientación sexual.

Como publica el medio chileno El Quinto Poder, los estudios que evaluaron el impacto en el desarrollo psicosocial de los niños con padres gays o lesbianas concluyen que “los recursos socioeconómicos y la fortaleza de las relaciones entre los miembros de la familia son variables más importantes que el género de los padres o su orientación sexual”. Esta frase está respaldada por numerosos estudios empíricos.

Para concluir, el argumento de la derecha es falaz. Ni la Convención de los Derechos del Niño se refiere a una forma específica de familia, ni tampoco es relevante lo que ellos interpretan que es el “orden natural” para cuidar el interés superior del menor.

Así que para derechistas que quieren pasar por liberales, recuerdo: pedir que el Estado restrinja la adopción gay no sólo es un caso de estatismo, sino también uno de desigualdad ante la ley, basado para más Inri en un dogma no respaldado por evidencia.

(*) Economista, escritor, conferencista y profesor. Dirige Iván Carrino & Asociados, una empresa de investigación y asesoría económica y financiera. Subdirector de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas del Instituto Universitario Eseade.

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