Septiembre

NO PRESENCIALIDAD Y PANDEMIA

Las diversas realidades del aislamiento: lxs estudiantes y el covid-19

La llegada del covid-19 no sólo modificó hábitos, sino también las formas de las relaciones y la percepción de las realidades. Intentar universalizar una situación frente a estos contextos, obliga a repensar también en las singularidades que implican estos tránsitos diversos


Carla Millán / Lorena Sguigna / Estefanía Giménez / Julia Ceruti

El contexto de pandemia y aislamiento producto del covid-19 puso sobre el escenario diferentes aspectos de la vida de las personas que tuvieron que ser revisados. No sólo las nuevas formas de relacionarse, sino también los nuevos modos de llevar adelante las rutinas diarias.

La escuela no quedó ajena a este aislamiento (Aspo), presentando una infinidad de particularidades que sólo pueden ser entendidas por quienes transitan esos espacios.

Se sabe que los reclamos en educación tienen que ver no sólo con cómo readaptarse a una nueva forma de educar-enseñar, sino también a sostener una realidad virtual que evidencia las desigualdades.

¿Cómo están viviendo y transitando esta realidad de pandemia lxs estudiantes? ¿Cuáles son las preocupaciones y situaciones que lxs atraviesan? ¿Cómo fue vivir el último año de escolaridad sin la presencialidad? Porque no se debe perder de vista que la escuela no sólo es un lugar donde se aprenden contenidos, sino que es un espacio donde se construyen sentidos y vínculos.

Al no presenciar cuesta más aprender

Pamela Pereyra es estudiante, tiene 37 años y está cursando 5to Año en la Eempa 1335 de Rosario. Sobre la no presencialidad comenta que en su caso particular “el impacto fue duro al comienzo por la incertidumbre de no saber cómo manejar la situación con la escuela. Me afectó bastante porque al no presenciar cuesta más aprender y también cuesta mucho no socializar con tus compañeros”.

A su vez, hace visible la situación de múltiples tareas a la que se vieron sometidas muchas mujeres que tuvieron que trasladar sus rutinas al ámbito doméstico: “Tres de mis hijos están en la secundaria, así que también hice de profe.

Para hacer los trabajos me salvó internet, ya que había muchas cosas que no sé, y busqué ahí. Después me fui adaptando a la situación y hoy lo estoy manejando bastante bien”.

Una gran capacidad de adaptación

Malena Martínez, estudiante de 5° año de la Escuela Nigelia Soria, plantea que en el impacto de la no presencialidad tiene que ver con la particularidad de formar parte de una institución de arte, donde el sentido de la grupalidad está puesto en primer plano para sostener las actividades.

“Yo voy a una escuela de artes, yo hago música, entonces la no presencialidad implica una ausencia en el colectivo”, explica. También pone el foco en que ahora todo es a través del vínculo tecnológico y que a su vez eso demanda una carga horaria muy grande.

“Muy diferente a como era en la presencialidad, que tenías tu vida un poco más organizada, y cuando llegabas a tu casa tenías tus tiempos, y ahora estás todo el tiempo en tu casa. Si la escuela era como nuestro segundo hogar, ahora literalmente es nuestro hogar”.

Sin dudas lo más rescatable de esta nueva modalidad es la capacidad de adaptación, no sólo de la docencia, sino también del estudiantado, que frente a la incertidumbre supo reinventarse y construir en conjunto otra forma de enseñar y aprender.

Nara Maldonado, estudiante de 3er año de la Escuela 407 de Rosario, explica que  “de alguna manera se complicó un poco el tema de la escolaridad, ya que al no estar acostumbrados a dar clases de esta forma nos tuvimos que adaptar. En los primeros meses costó un poco más, pero a pesar de todo pudimos hacerlo llevadero mediante trabajos prácticos y consultas a nuestros profesores”.

Las estudiantes ponen de manifiesto que lo más duro de la pandemia y de esta “no presencialidad” fue sostener los vínculos, que la misma escuela ayuda a construir.  “Creo que afectó bastante los vínculos entre amigos, estudiantes y profesores”, sostiene Nara. Y Pamela recuerda la importancia de compartir un mate, una charla: “Ya hace ocho meses que no comparto un momento con mis amigas. Una de ellas tuvo covid-19, y no nos pudimos ni acercar”.

El desarrollo de la “escuela en casa”: un problema

“La verdad que es un garrón, no hay otra forma de definirlo”, explica Malena y agrega que entre sus compañerxs aún “no cayó la ficha de que este es nuestro último año y que esta es la forma en la que nos vamos a poder despedir”.

Nara no ve una vuelta a las escuelas hasta el año que viene y siempre y cuando se tomen las medidas de prevención y protocolos necesarios, en el caso de que aún no haya vacuna.

Pamela también sostiene la esperanza de que en breve aparezca una solución que nos ayude a recobrar nuestra “normalidad”, aunque saben que ya nada volverá a ser igual.

Por su parte Malena sostiene que estas pruebas que se hacen desde los gobiernos de diferentes permisos a diversas actividades son como una muestra de cómo se viene el futuro. “Hasta que no se encuentre una vacuna, y cuando se encuentre, no es que un día vamos a levantarnos y estar todos curados, sino que hay procesos”.

También sostiene que se escudan detrás de la pandemia un montón de problemáticas como la quema de humedales, Guernica, el conflicto de los Etchevehere, Costa Salguero, etc.

“Se muestran un montón de cosas como colapsadas, pero ya estaban colapsadas antes y tienen que ver con la pobreza, con la necesidad de un Estado presente solventado las necesidades del pueblo”, agrega.

Si bien es cierto que la situación que atraviesa el mundo nos ha puesto a todxs, estudiantes y docentes, bajo el influjo de una misma experiencia, la realidad demuestra que tanto las condiciones materiales como los entramados subjetivos y vinculares se han visto alterados, no sólo respecto a los tránsitos y experiencias por las instituciones educativas, sino también en cuanto a las posibilidades y recursos para la conexión, para el desarrollo de “la escuela en casa”.

 

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