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Las cartas de Cortázar

Se han publicado los cinco tomos que contienen la correspondencia de Julio Cortázar, quien mantenía una esmerada escritura en sus cartas. En  exhaustivo trabajo de su ex mujer Aurora Bernárdez  se puede trazar un clima de época:  Cuba, Nicaragua, Rayuela, la dictadura.

 

Aurora y las cartas de Cortázar

Por Mora Cordeu, Télam.

Con la publicación de los dos últimos tomos, de cinco que contienen la correspondencia de Julio Cortázar desde 1937 hasta 1984, culmina un trabajo exhaustivo de Aurora Bernárdez -albacea del escritor- y del filólogo Carlos Álvarez al incorporar más de mil textos inéditos a la edición anterior, realizada en el 2000.

En el cuarto volumen, publicado por Alfaguara, encontramos cartas de Cortázar (1914-1984) dirigidas a Roberto Fernández Retamar o a Mario Vargas Llosa y con este último escritor se empiezan a delinear las primeras diferencias, referidas a las medidas tomadas por la revolución cubana.

(…)”Coincido plenamente contigo en que la situación en Cuba tiene ribetes críticos de los que el caso Padilla no es más que uno de los puntos salientes, pero que a pesar de todo eso nuestra solidaridad con lo esencial de la revolución sigue siendo lo mejor que podemos darle a Latinoamérica después de y con nuestros libros”, le escribe en marzo de 1969.

También en este tomo se incluye la carta enviada a Fidel Castro por el arresto del poeta Heberto Padilla firmada por Cortázar, Italo Calvino, Marguerite Duras, Alberto Moravia, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Jorge Semprún, entre otros escritores.

Hay una carta a Vargas Llosa, más personal y graciosa, donde el autor de “Rayuela” cuenta las penurias que pasó en Londres junto a Ugné Karvelis -su compañera en esos días- en el departamento del peruano en su ausencia, debido al frío que lo hizo partir antes de tiempo, por lo que no pudieron encontrarse como habían previsto.

También hay cartas para Guillermo Cabrera Infante o José Lezama Lima y a Alejandra Pizarnik: “me alegra que te haya gustado la cinta con tus poemas y quiero que sea para vos sola (vos y tus amigos) la idea de un disco no me gusta, no echemos a la calle algo que nació como una caricia o una cita intrasferibles”.

“Estoy en un pueblecito de las colinas, sentado en el café de la plaza. Traje mi correo para leerlo al sol y encuentro tu pequeño sobre rojo. Sí, Alejandra, claro que te pienso con amor, no necesitás pedírmelo, vos estás siempre y sos la luna fiel que ninguna tecnología envilecerá”, le cuenta en otra pequeña esquela.

Escribe a Eduardo Jonquieres “Lo creas o no, la noticia de Onganía Kapput me la diste vos, porque no había pescado noticias en la radio y no había bajado a comprar el diario. (…) La verdad es que no comparto tus esperanzas; tego la impresión de que, como en la historia de Bizancio, todo ocurre dentro de palacio y afuera las cosas siguen como antes, es decir mal”.

La situación argentina sobrevuela mezclada con los problemas domésticos en las cartas enviadas a su hermana Ofelia y a su madre y comentarios sobre el devenir de la revolución cubana.

Aurora Bernárdez, su primera esposa, es la destinataria de varias cartas de Cortázar, que nunca dejó de preocuparse por esa “topotita ojerosa aunque resplandeciente”, como se dirigía a ella.

Entre la profusa correspondencia, hay misivas a Gabriel García Márquez, Ariel Dorfman, Liliana Heker, Osvaldo Soriano, Eduardo Galeano, David Viñas y a Arnaldo Calveyra.

En el quinto tomo, aparece una carta que le envía escrita en francés a Carol Dunlop: “Recordarás que en Montreal te dije de mi interés y mi admiración por tu relato `Espejos y reflejos`. Acabo de releerlo en París y se me ha ocurrido la idea de que quizá podríamos intentar juntos, tú y yo, algo como un `trabajo paralelo`”, le escribe a la que será su tercera mujer.

En esos años comienza su preocupación por Nicaragua, que estará presente hasta el final de su vida, así como la intensidad de su relación con Carol, con quien emprende un viaje -descripto en sus cartas y luego convertido en un libro- por la autopista que va de París a Marsella.

Luego de viajar a Nicaragua Julio tuvo que volver a París con Carol enferma, víctima de un virus que paralizó la producción de leucocitos y plaquetas.

“Carol se me fue como un hilito de agua entre los dedos el martes 2 de este mes. Se fue dulcemente, como era ella, y yo estuve a su lado hasta el fin, los dos solos en esa sala de hospital donde pasó dos meses, donde todo resultó inútil”, escribe a su madre en noviembre de 1982.

Cortazar continuará con sus viajes a América Central, dará cuenta de su corto desplazamiento por la Argentina -durante el gobierno de Alfonsín- y hará alusiones en sus cartas a su frágil salud.

La última carta, del 20 de enero de 1984 está dirigida a Felisa Ramos, donde le cuenta que ha mirado por arriba las pruebas de Rayuela -“Las erratas internas no puedo señalarlas porque eso significaría la lectura sistemática del libro, y te repito que no estoy en condiciones de hacerla”, Y se despide con “todo el afecto de tu maltrecho Julio Cortázar”. (Télam).-

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