Por Omar Marsili (*)
Argentina, país de gente noble y grandes debilidades. Hoy queremos volver al FMI, sigla siniestra del Fondo Monetario Internacional que con sus políticas en defensa de la banca internacional participa activamente en las crisis más profundas del planeta.
Lo curioso es que, en todo préstamo primero se debe calificar la conducta del deudor. En el caso de un país, los acreedores deben calificar la conducta y la opinión de los gobernantes del país y, ahí nos enfrentamos con la opinión de la cúpula nacional. Juan José Aranguren y Nicolás Dujovne dijeron a la prensa del mundo que traerían la plata que “se llevaron afuera”, la que fugaron del país sin pagar los impuestos correspondientes, es decir, dinero del Estado nacional. No la van a traer porque no confían ni en su propio gobierno.
Mentir todos los días
Si los que conocen la situación del país no confían, cómo puede confiar el analista que mira de lejos y con datos suministrados por las personas que administran mientras desconfían. Sin dudas hay un problema de confianza.
Todo crédito está basado en la buena fe y si los que toman la deuda carecen de fe, el que otorga el crédito no puede confiar. ¿Cómo se puede confiar en un gobierno que toma deudas impagables a corto plazo? ¿Cómo se puede confiar en un gobierno cuyo funcionario amenaza con no ir al FMI pero a las 48 horas viaja a la sede de la entidad financiera? Como decía el slogan de campaña pero al revés, en lugar de “Pobreza cero”, debería ser “Criterio cero”. Se puede mentir una vez pero no se puede mentir todos los días, y los habitantes de la Argentina se dan cuenta.
Espejitos de colores
Entramos al primer mundo como hace quinientos años. Entramos a pelear con ondas, con gomeras y el mundo tiene armas atómicas. Volvimos a comprar espejitos de colores con dólares que no teníamos. Se pagaron tasas e intereses inimaginables en el mundo capitalista. Eso sí, los funcionarios del Estado fueron, son y serán al mismo tiempo funcionarios de la banca internacional.
Buscado
Con talento y sin errores salimos de un default controlado y respaldado por más de setenta países a un default suicida y buscado. Se debe subrayar este verbo, buscado.
Ningún ser racional toma deudas a mayor corto plazo que su posibilidad de repago. Perdón, Bernardino Rivadavia sí lo hizo y cancelar la deuda le costó un siglo al país. Vamos al default con la voluntad de país dependiente. Cambiamos independencia económica por tomar créditos sin condiciones, es decir, stand by. Estamos caminando sobre un alambre de púas y no es por una necesidad de la herencia, sino que es porque el poder real tomó por asalto el manejo de la economía nacional. La más espantosa fuga de capitales de la historia argentina se dio entre el pasado 10 de diciembre de 2015 y estos días. Según datos del diario <Clarín<, cerca de cien mil millones dólares se fueron de Argentina en este tiempo.
¿Sí se puede?
En cualquier momento nos enteramos que Paul Singer, representante de los llamados “fondos buitre” vuelve a golpear la puerta. Pero a no preocuparse, ahora sabemos que Paul Singer es la pantalla de argentinos del y próximos al gobierno de turno. Para que no haya crisis existe una solución al alcance las manos. Que vuelva la plata fugada a Panamá, Bahamas, Andorra y cuanto sitio de plata mal habida exista en el planeta.
El mundo considera que a esos espacios los frecuentan mala gente y será complicado convencer a inversores de buena fe que confíen en nuestro país si nuestros dirigentes llevan su dinero a esos destinos. Estamos diciéndole a los acreedores “sí se puede”, traigan plata, mucha plata, que ingresen divisas que nosotros o nuestros socios y amigos del gobierno nacional les aseguramos que la llevaremos a cualquier lugar del mundo. Sí se puede pero no es lo correcto.
Autor de “La deuda, El Príncipe y los Panurgos”
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