Dueña de una extensa trayectoria en el universo cinematográfico nacional en sus múltiples roles de productora, guionista y directora, Lita Stantic es considerada una figura clave en el surgimiento de lo que se dio en llamar Nuevo Cine Argentino, ese fenómeno que comenzó hace más de una década y para el que aportó su experiencia y apoyo para que esa cantera, más tarde, tuviera vuelo propio. Aunque trabajaba en cine desde los 60, el nombre de Stantic comenzó a sonar a principios de los 80 y quedó íntimamente ligado al de la realizadora María Luisa Bemberg,
a quien le produjo Momentos, Señora de nadie, Camila, Miss Mary y Yo, la peor de todas, títulos emblemáticos del cine nacional que consiguieron, para su autora, reconocimiento internacional. Pese a que en principio no se había pensado detrás de la cámara, como directora, Stantic filmó Un muro de silencio, un film valiente que ponía en el tapete las desgarradoras consecuencias que trajeron las desapariciones de personas de la última dictadura militar. Mundo Grúa, de Pablo Trapero; La ciénaga, de Lucrecia Martel; Bolivia y Un oso rojo, de Adrián Caetano; Tan de repente, de Diego Lerman; Hamaca paraguaya, de Paz Encina, títulos que brillaron con luz propia y abrieron una senda de renovación en el cine argentino, la tuvieron como productora. Un poco acerca de esta faceta y de su visión sobre el estado del cine nacional, es de lo que Stantic intentará dar cuenta hoy, a las 17, en El Cairo, en una charla abierta y gratuita. La programadora del Cine América, de Santa Fe, Cristina Marchese, y el crítico rosarino Leandro Arteaga, oficiarán de moderadores.
“Me volví una ferviente admiradora de (Lionel) Messi desde que lo vi jugar una vez en Holanda, era muy joven, tenía diecisiete años, los rosarinos tienen gente talentosa en todos los rubros, pero con Messi quedé prendada”, halaga Stantic vía telefónica, antes de comenzar una charla donde referirá las particularidades de su oficio, su relación con los “jóvenes” realizadores, la riqueza de la experiencia laboral con María Luisa Bemberg, y –dudará en contestar– quiénes serían hoy los nuevos realizadores que toman la posta de aquello que ella ayudó a forjar.
—Cuando está ante un proyecto o un guión, ¿qué es lo que ve, qué cuestiones son fundamentales para que se anime a producirlo?
—Lo que es fundamental es el guión y algunas características del director, en el guión tengo que encontrar una historia que a mí me parezca que merece contarse; por lo general me engancho con una historia que sea atractiva y con un director que considere talentoso por algo, por algún film anterior, por algo que vi en ese film que llamó mi atención. Por lo general, he trabajado con primeras obras, con óperas primas, pero de todas maneras ya previamente había visto algo de esos autores que me interesaba.
—Produjo las primeras películas de (Pablo)Trapero, (Adrián) Caetano, (Lucrecia) Martel y (Diego) Lerman, que formaron parte de lo que se dio en llamar Nuevo Cine Argentino¿Encontró en esas primeras obras una historia digna de ser contada?
—Con algunos de esos autores estuve en sus primeras películas; con Caetano a partir de Bolivia, la segunda, ya que el había ya codirigido Pizza, birra, faso (con Bruno Stagnaro); a Martel, luego de haber visto su corto Rey muerto, la convoqué para hacer un documental para televisión: Las dependencias, sobre Silvina Ocampo, y como sabía que tenía un guión de un largo, quise leerlo; en el caso de Lerman, Caetano o Trapero, ellos me acercaron los guiones. Pero aunque la historia y el personaje son importantísimos, lo que realmente cuenta, lo que tiene mucho que ver, es el talento del director, porque uno interviene mucho en la etapa previa, en la elección del equipo técnico, en sugerencias, pero en el momento de la verdad, de cómo lograr que una película resulte interesante, es el director el que cuenta.
—¿Tiene alguna forma especial de vincularse con ellos?
—No sé si tengo alguna forma especial, pero me involucro mucho con ellos en las etapas de preproducción y posproducción, y luego en los distintos cortes del montaje. Por supuesto que no estoy mientras están editando la película, lo que sí hago es discutir con el director después de los cortes del film, cuando está el material armado puedo señalar lo que habría que retrabajar.
—Pero nada que tenga que ver con un corte último o final, ¿no?
—No, las películas que produzco son películas de autor, entonces lo que se conoce como corte final no lo pido nunca, en general lo tiene el director, yo le discuto, considero que el autor del film es el director, yo no me considero autora, en todo caso, alguien que puede apoyar en distintas etapas de la película; si elijo un director y un guión –por lo general escrito por ese director–, lo respeto, sólo aspiro a tratar de hacer una película mejor, pero sin el talento del director eso no funcionaría.
—Volviendo un poco hacia atrás, ¿qué rescataría de su trabajo con María Luisa Bemberg?
—La verdad, rescato muchísimo los diez años que trabajé con ella, las cinco películas que le produje; cuando en 1980 ella me vino a proponer Momentos, en la Argentina no había directoras mujeres, había habido pocas, y en la historia del cine también había habido pocas mujeres. Creo que Bemberg fue un poco responsable de que hoy haya tantas directoras, en ese momento era como una trasgresión, una cosa muy fuerte, sobre todo una directora mujer de casi 60 años, que fue cuando ella comenzó a dirigir, se largara a hacerlo del modo que ella lo hizo; que de pronto dos mujeres, una directora y una productora, armaran una (empresa) productora para hacer una serie de películas, y otras más que yo produje en esa época, como Fútbol argentino o Verano del potro. Rescato de María Luisa que realmente era una persona que siempre estaba contando algo muy importante para ella, era un poco hablar de algo crucial de ella a través de sus personajes, fue importante cómo ella se podía correr del molde que le habían asignado para hacer otra cosa; todos sus Films hablan de mujeres trasgresoras, además hizo films muy interesantes. Yo prefiero Miss Mary, que es una gran película, pero también lo son Camila y Momentos, era una directora que sabía filmar y llegar al público contando algo que para ella era importante, fue una verdadera autora y el público le respondió de entrada, una de sus películas más conocidas, Camila llegó a hacer dos millones y medio de espectadores.
—Como realizadora, hizo una película audaz sobre las consecuencias de la represión desatada por la última dictadura ¿Qué película o películas sobre el mismo tema tomaron esa posta en los últimos tiempos?
—Mi película hablaba más de lo que dejaron los desaparecidos, de qué pasaba con los familiares, del problema de la memoria, la necesidad y la imposibilidad de olvidar algo psicológicamente siniestro, porque eso tan terrible que ocurrió siempre vuelve. Hace un par de años vi una película que me gustó mucho: M, de Nicolás Prividera, también me gustó Los Rubios, de Albertina Carri, con algunas diferencias, porque bueno, estos films lo hicieron los hijos (de desaparecidos), pero igual me parece muy interesante; también produje no hace mucho Cordero de Dios, de Lucía Cedrón, todas son películas de hijos y ahí se juegan otras cosas.
—¿Volvería a dirigir?
—No, no creo que vuelva a dirigir, tendría que tener un tema muy claro y los temas que se me ocurrieron en los últimos años eran demasiado grandes y no tengo fuerzas para encararlos, las veces que me entusiasmé con algo era bastante complicado; no sé, tendría que pasar algo importante o tener la necesidad imperiosa de decir algo; de cualquier manera, cuando hice Un muro de silencio no pensaba en que la iba a dirigir…
—¿En quién había pensado?
—En Margarethe von Trotta, me había gustado mucho su película Las hermanas alemanas.
—Bueno, no se andaba con chiquitas. Evidentemente, la faceta de productora es la que más cuenta en su trayectoria, ¿encuentra allí que puede decir algo suyo, transmitir algún pensamiento o identificarse con lo que el autor propone?
—Para responderte esto debería decir que nunca produciría algo que me resulte ajeno, si no siento entusiasmo por un proyecto, no me involucro. De cualquier manera, siempre trato de que el film sea mejor, que mejore todo lo que pueda, porque por otra parte los directores con los que trabajo son muy distintos. Sí me pasa que me puedo identificar más con Mundo grúa que con La ciénaga, pero me parece mejor película La ciénaga, lo que no puedo es identificarme con el mundo de Lucrecia Martel, pero sin ninguna duda es lo mejor que tiene el cine nacional, cuando leí el guión de La ciénaga quedé impactada, me sorprendió mucho ese universo.
—No trabajó en “La mujer sin cabeza”, último film de Martel.
—Lamentablemente nos distanciamos, estuve en una primera etapa de la película, pero las dos tenemos un carácter bastante complicado y a veces hay cosas que se hacen insalvables.
—¿Qué directores en la actualidad podrían entrar en la categoría Nuevo Cine Argentino, quiénes le interesan, más allá que produzca o no sus películas?
—Se me hace difícil contestarte, actualmente hay muchas cosas interesantes en los documentales, por ejemplo en el de Prividera que nombramos antes (M); hay documentales que me han gustado bastante, pero en ficción es difícil, una linda película de las últimas estrenadas es Rompecabezas, pero no llega a tener la fuerza de esas primeras películas como fueron Pizza, birra, faso, La ciénaga, Momentos o Tan de repente. Rompecabezas es interesante, su directora puede andar muy bien, a mí también me gusta mucho Lisandro Alonso, pero me gustaron más sus dos primeras películas, La libertad y Los muertos, que las dos últimas, Fantasmas y Liverpool, un director que me resultó interesante es (Pablo) Fendrik, en La sangre brota, tal vez no tanto lo que cuenta, sino en cómo lo hace, como director me parece muy interesante.
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