La circulación recurrente de imágenes que reproducen torturas y asesinatos reales en internet lleva a largo plazo al anestesiamiento de una sociedad frente al uso de la violencia, sostiene la investigadora italiana Michela Marzano en su flamante ensayo La muerte como espectáculo.
Según el trabajo de la ensayista, desde 2004 circulan libremente por la red una serie de cruentos videos cometidos y difundidos sobre todo por grupos islamistas que muestran “la fría ejecución por degüello de cientos de prisioneros occidentales en Irak o en Afganistán”.
De alguna manera Marzano da cuenta de cómo se ha amplificado y diversificado el fenómeno de “snuff movies”, un subgénero cinematográfico que en los 70 recogía crímenes reales cometidos exclusivamente para ser registrados por una cámara.
Esta modalidad encontró eco en los videos de atrocidades cometidas por soldados chechenos y luego tuvo dos hitos decisivos: en 2002 con el degüello filmado del periodista Daniel Pearl por radicales islamistas, y en 2006 con el ahorcamiento de Saddam Hussein, que fue registrado por un celular y llegó a ser difundido por la televisión a escala mundial.
En La muerte como espectáculo, recién editado por el sello Tusquets, la ensayista da cuenta de cómo la sociedad asiste lentamente a la multiplicación de imágenes que reproducen la muerte y por otro lado registra la cantidad de foros de discusión que han surgido en torno al tema.
Marzano consigna que este fenómeno surgido en lo que va del siglo hace circular agresiones, palizas o violaciones filmadas con un celular y difundidas luego en internet por la simple y muy discutible razón de que verlas “puede ser divertido”.
“En los sitios que propagan estos videos se invoca el derecho de los ciudadanos a ser informados y, en nombre de la libertad de información, se hacen públicas imágenes abrumadoras. Pero, ¿es realmente información lo que busca el que mira estas imágenes”, se interroga la ensayista.
Marzano, nacida en Milán en 1970 y profesora de filosofía en Escuela Superior de Pisa, advierte en su obra que el regodeo reiterado de estas muertes y agresiones reales conduce finalmente a la indiferencia, y esta, a una nueva forma de barbarie.
La tesis de la ensayista es que la presencia de estas imágenes de violencia real es el reflejo de la cosificación de los individuos, producida en una sociedad en la que las fronteras entre ficción y realidad son cada vez más tenues hasta el punto de que el espectador se acostumbra a todo, “tanto a la muerte convertida en espectáculo como a la indiferencia que le sirve de cortejo”.
¿Cuál es la solución entonces? Según la ensayista, hay que apuntar a la “la responsabilidad y la educación” y no la censura: “Se tiende a pensar que se debe censurar pero no se tienen que olvidar los «problemas» de las dictaduras o de los países que no tienen ni libertad de expresión ni de información”, sostiene.
Marzano considera que se tiene que “enseñar” a los jóvenes a ver estas imágenes con “sentido crítico” y que aprendan a “valorar la vida y a los demás sin diferencias de creencias, color de la piel u orientación sexual”.