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Patrimonio revisado

La UNR y el Conicet fueron al rescate de la historia de Centeno

Investigadores trabajaron durante 2016 y 2017 en la reconstrucción del pasado de la comuna en la que viven unas 4 mil personas. Fue con la ayuda de alumnos de escuelas y vecinos y vecinas


Por Ana Paradiso  – Conicet

En el marco del proyecto “Centeno como patrimonio” un grupo de investigación de la Unidad Ejecutora Investigaciones Socio Históricas Regionales dependientes del Conicet y la Universidad Nacional de Rosario (UNR) plasmó parte de la historia del pueblo de 4 mil habitantes de Santa Fe en dos libros. La idea comenzó en 2016 cuando desde la comuna se contactaron con los investigadores para poner en valor el patrimonio del pueblo. Este requerimiento se materializó en un proyecto que contempló diversas tareas de investigación y acciones de memoria con la población que estuvieron a cargo de miembros del Conicet Rosario.

“Los libros tienen por denominador común el proyecto, pero están atravesados por dos lógicas y dos relatos diferentes. En “Agujas, maderas y pinceles” se narra la problemática de la historia de una escuela particular de Centeno. En cambio, “Museos, objetos y enseñanza” es un texto prescriptivo que presenta una propuesta para transmitir el patrimonio desde el estudio de un caso vinculando a museos y escuelas”, explica Paula Caldo, la investigadora adjunta de Conicet que participó del proyecto y dirigió ambas publicaciones. Los textos fueron realizados por la Editorial ISHIR que está dirigida por la investigadora del Conicet, Sandra Fernández, y fueron preparados por el licenciado Guillermo Ferragutti.

La segunda casa

Una característica con la que cuenta Centeno es su escuela técnica, que fue creada en 1938 con el objetivo de educar a las mujeres para el mundo del trabajo. “Si bien incluyó el título de profesional, formó mujeres para el mundo doméstico siendo pocas las que trascendieron el estereotipo del ama de casa”, aclara Caldo y agrega: “La particularidad que encontramos en la historia de esta escuela es que siempre ofició como un acompañamiento de estas muchachitas cuyos padres no las dejaban venir a estudiar a las ciudades, se quedaban en el pueblo, y en ese mientras tanto me caso, iban a la escuela a aprender a coser”.

El título del libro tiene que ver con los elementos que distinguen a los oficios en los que esta escuela capacitó a lo lago de la historia: costura, tejido, bordado, carpintería y pintura. En el presente la escuela es mixta, pero cuando surgió era formadora en economía doméstica y sólo para mujeres.

La idea de hacer un libro surgió a partir de la demanda de la directora de la escuela, Mirta Cabral que quería contar con un archivo y un libro la historia de la institución. “Ella se encargó de contactar, ordenar las entrevistas, buscar los documentos y del trabajo de campo. Nosotros nos encargamos de la digitalización, del armado del archivo y de la escritura del libro”, indica Caldo.

El segundo

“La Fundación Centeno nos pidió que para la muestra permanente del museo se aborden los orígenes de la humanidad. Entonces trabajamos en un relato arqueológico vinculado a la historia particular de Centeno. Esa exposición la coordinó la arqueóloga Belén Colasurdo y se llamó «Orígenes e historia de Centeno». En ese punto podemos observar cómo las memorias funcionan”, indica Fernando Navarro, profesional de apoyo del Conicet. “En la década de 1980 se hizo una gran excavación para un pozo de agua y se extrajo dentro de los bloques de tierra un gliptodonte. A partir de ese momento toda la memoria del pueblo se cruzó con ese acontecimiento y se movió toda una serie de anécdotas particulares de cosas que habían pasado alrededor de ese pozo”, completa Navarro.

“Cuando trabajamos en los talleres con los maestros la idea de un museo estaba la pregunta de qué hacer y cómo darle lugar también a la gente. Circulaba la iniciativa de donar, pero no había espacio para almacenar en el lugar. Entonces propusimos a la escuela primaria que realicen juntos a los alumnos un censo en todas las casas del pueblo preguntando qué objetos tenían que consideraran para ser mostrados en un museo”, cuenta Caldo. “Fue un trabajo complejo porque primero hubo que pensar todo eso con los maestros, armar una encuesta, pensar en cómo y qué preguntar. Después hicimos el censo. Fue algo que particularmente nos sorprendió porque era un trabajo extra curricular que atravesaba de otro modo a la escuela y estaba relacionado a los contenidos. Pero también implicaba hacer un gran esfuerzo para salir de los modos tradicionales de trabajo”, señala la investigadora.

El censo de objetos tuvo como resultado 417 fichas con una descripción analítica y una foto. Con ese material trabajaron para hacer el segundo libro: “Museos, objetos y enseñanza”, que se amplió con un video. “Es un libro dirigido a esas maestras que quieran replicar la experiencia o que se encuentren en situaciones similares. La idea es pensar el vínculo del educador con el museo y, a partir de eso, la enseñanza”, indica otra de las colaboradoras del proyecto.

En la última visita al pueblo del grupo de Conicet presentaron el segundo libro y realizaron un taller con docentes. “Les preguntamos qué sintieron ellos, qué lograron con el trabajo del censo y nos contaron que la gente lloraba cuando les daba la carta de la abuela. Detrás de cada objeto había historias que fueron horas y horas de charla”, señala Caldo.

“El trabajo con el patrimonio pone en discusión herencias. No para hacer una foto con ellas y guardarla sino para proyectar alguna serie de acciones y hacer algo más con eso. El trabajo con el patrimonio moviliza vínculos e instituciones. Es el sentido más interesante que tiene la revisión del pasado. No para dejarlo quieto sino preguntarse si debe seguir siendo así”, enfatiza Caldo.

Contarla

“En un primer momento la Fundación Centeno quería hacer un museo y ante esta demanda la propuesta que les hicimos desde el instituto fue distinta. Tuvimos en cuenta las nuevas tendencias en museología que se centran no en una mera exhibición de objetos sino en los procesos de memoria de los pueblos y ahí fue Caldo quien llevó adelante durante 2016 y 2017 un trabajo de talleres sobre memoria”, concluye Navarro.

“Crear un museo no tiene mucho sentido si después no se trabaja con las escuelas o no se generan algunas líneas de intervención constantes del patrimonio. No se trata de generar espacios cerrados y definitivos sino de acciones para que la gente, a partir del pasado, construya y proyecte hacia adelante”, señala Caldo y añade: “Trabajamos mucho la idea de transmisión, que tiene que ver con poner en valor y recuperar algunas herencias para poder actualizarla”.

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