De la redacción
Desde ayer ya funciona en Córdoba, más precisamente en el Centro de Computación de Alto Rendimiento (CCAD) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) una supercomputadora científica que sería la más potente del país a excepción de la llamada Huayra Muyu, otra poderosa máquina de uso exclusivo del Servicio Meteorológico Nacional en Buenos Aires. Esta última tiene 370 teraflops (medida del rendimiento de operaciones para cálculos científicos) de potencia de cómputo y se utiliza solamente para el pronóstico diario, en cambio, la impresionante computadora de la UNC estará dedicada a la ciencia más potente.
A diferencia del nombre con ascendencia aborigen de la del Servicio Meteorológico, a esta la han bautizado como “Serafín”, un nombre que hace alusión a un personaje secundario de la historieta Inodoro Pereyra, con la que el ilustre Roberto Fontanarrosa deleitó a buena parte de los argentinos.
La máquina permite 156 billones de operaciones con números decimales por segundo; una capacidad equivalente a la de 300 computadoras de escritorio, pero interconectadas entre sí. Semejante computadora, de más de 800 kilos de peso, se puede utilizar para proyectos de distintas disciplinas entre las que se encuentran la astronomía, química, biotecnología, ciencias sociales, estadística, física, ingeniería, incluso algunas de estas ciencias ya están a punto de hacer simulaciones de diversas iniciativas científicas.
El director del CCAD, Oscar Reula señaló el hito que marca su adquisición: “Hoy no se puede hacer ciencia en casi ningún campo si no se usan las supercomputadoras. Son una herramienta fundamental. Para que nuestra ciencia y tecnología no se atrasen, decidimos que las usen todo lo que puedan”. La supercomputadora es un conjunto de computadoras especiales, de servers conectados a alta velocidad y con mucha memoria, lo que permite hacer cálculos muy grandes en conjunto sobre un solo problema. Antes se trabajaba con cálculos más chicos, con partes, colaborando con el exterior, lo cual no permitía tener soberanía. “Serafín” será entonces la más potente del país dedicada a la investigación científica para llevar adelante proyectos argentinos.
El poder de “Serafín”
“Cada una de las 60 computadoras que componen Serafín tiene 64 núcleos, o sea, son un poco más de 10 veces los seis núcleos que tienen algunas PC. Esas 60 computadoras están conectadas con una red de alta velocidad, 100 veces más rápida que la red Ethernet con la que está cableada una PC”, dice Nicolás Wolovick, integrante del CCAD. Y ejemplifica: “Si un problema tarda 30 minutos en resolverse con “Serafín”, para esas mismas computadoras conectadas por Ethernet el cálculo sería eterno, porque la comunicación «se come» el cálculo y todo avanza súper lento”.
Con un costo de 371 mil dólares, que consolida una inversión de casi dos millones de dólares desde que se fundó el centro de cómputo, “la supercomputadora se pondrá gratuitamente al servicio del mundo científico y empresario, y se espera una alta demanda: ya hay 60 grupos de investigadores dentro de la base de usuarios”, apuntó Reula, y agregó: “El nuevo cluster (conjunto de empresas y proyectos que se encuentran en un mismo lugar, y que desarrollan sinergias por su propia concentración y cuyo mejor ejemplo sería Silicon Valley en Estados Unidos) está especialmente destinado para los grandes proyectos científicos. Por ejemplo, los físicos podrán hacer estructuras del universo, se podrán desarrollar catalizadores, baterías de litio, hasta facilitar el hallazgo de fármacos contra el covid”.
Aplicaciones de las supermáquinas
Marcelo Mariscal, director del proyecto ganador del subsidio con el que se compró “Serafín”, explica que la mayor ventaja de las supercomputadoras está en que pueden hacerse investigaciones de punta, reduciendo costos y tiempo a través de simulaciones computacionales.
En estos tiempos de pandemia puede hacerse lo que se llama Docking molecular, que consiste en testear diferentes medicamentos contra virus como el Sars-Cov-2 e incluso otros patógenos y enfermedades.
“En el diseño de un fármaco, para generar el efecto deseado, debo encontrar una molécula que se una con otra molécula de determinada forma. Con un banco de datos que contenga información de millones de moléculas, puedo simular las combinaciones, y de todas las posibles quedarme con las más prometedoras. Recién ahí puedo empezar el experimento. Eso ahorra tiempo y dinero”, explicó Mariscal.
También permite probar diferentes características físicas de los materiales que servirían para desarrollos de nanotecnología para energías alternativas.
En el campo astronómico sirve para simular la evolución de galaxias, sistemas planetarios y conjuntos de galaxias. En estas simulaciones se modela el movimiento de más de 8,5 mil millones de objetos celestes.
Y en economía puede llevarse a cabo una estimación de modelos de datos de panel y construirse indicadores compuestos para evaluar el desempeño económico y financiero. En las ciencias sociales se podrá utilizar, para disciplinas muy en boga en la actualidad como el big data o el aprendizaje automático.
“Esta adquisición tiene muchísimo impacto porque permite hacer simulaciones más grandes y con más detalle. Los científicos no hacen lo que quieren, hacen lo que pueden con los recursos que tienen. En este momento, los modelos de simulaciones son uno de los pilares más importante de cualquiera de las disciplinas científicas”, agrega.
Humor ilustrado y supercomputadoras
Wolovick cuenta que las también poderosas computadoras anteriores a la “Serafín” tienen nombres de personajes de viñetas de humor ilustrado o historietas porque les resultaban graciosos y era una forma de homenajeara a dos grandes dibujantes argentinos.
Los elegidos fueron el rosarino Fontanarrosa y su par porteño Caloi. Del primero surgió “Mendieta”, una máquina que comenzó a funcionar de 2013. Su potencia fue 23 teraflops, pero ya fue desguazada; de Caloi surgió la famosa “Mulatona”, que es de 2014. Pertenece al Instituto de Astronomía Teórica y Experimental (Conicet-UNC), tiene 6,1 teraflops de potencia y se destina a proyectos de Astronomía.
“Eulogia” (la mujer de Inodoro) tiene un pico de potencia de 56 teraflops, 2.050 núcleos y es la segunda más potente en Córdoba tras “Serafín”. En 2020 los científicos utilizaron este clúster para simulaciones vinculadas a la pandemia.
Otra de nombre “Nabucodonosor” se presentó en 2018 como un proyecto entre la UNC y el sector privado. Tiene un poder de cómputos diez veces superior al que tienen las computadoras de las empresas locales y se aplica para inteligencia artificial, aprendizaje automático de computadores y big data.
De la “estrella” Wolovick dice: “Al principio “Serafín” se iba a llamar «Cacique Lloriqueo», que es el jefe del malón de la historieta de Fontanarrosa. Pero ganó “Serafín”, que es el sobrino vegetariano de Inodoro y al mismo tiempo la vergüenza de los Pereyra”. El mismo informático dice que el nombre “Inodoro” está reservado para cuando consigan un clúster que ingrese al top 500 del mundo.
Un lugar en el mundo de las supercomputadoras
Lo que parece un costo elevado para la adquisición de “Serafín” en realidad es casi una inversión marginal para la ciencia y tecnología del país. El informático asegura que “los 371 mil dólares ni siquiera son el 10 por ciento de lo que costó la supercomputadora que está en el top 500 de las más poderosas del mundo”.
Serafín tendría el siete por ciento del poder de cómputo de la última supercomputadora de ese ranking. “Seguimos muy lejos y cada vez más lejos. Los países avanzan muy rápido. Se necesitan entre 10 y 20 millones de dólares para estar en ese ranking, pero luego hay que mantenerse”, comentó Wolovick.
Y agregó: “Argentina tiene buenos indicadores de ciencia pero no condicen con su escaso poder de cómputo. Tener mejores computadoras puede aumentar la producción científica”.
Cuando se habla del adelanto tecnológico y científico de los japoneses no suele mencionarse que ese país cuenta con las más grande supercomputadora del mundo. Se llama Fugaku y su potencia de cómputo es de 537.212 teraflops. Consume más de 200 millones de kilowatts/hora por año, que es el equivalente a 93 mil hogares argentinos. Se estima que habría costado unos mil millones de dólares y está compuesta por 7,3 millones de núcleos.