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La Unión Europea en juego: el debate sobre lo que vendrá

El próximo fin de semana se celebra un Consejo Europeo que será clave para el futuro de la Unión Europea. Los jefes de Estado de los países miembros analizarán sobre cómo gestionar los fondos de ayuda para la recuperación económica provocada por el covid-19. Tensiones y posibles acuerdos


Sergio Molina García / Especial para El Ciudadano desde España

Este fin de semana se celebra un Consejo Europeo que será clave para el futuro de la Unión Europea. Los jefes de Estado de los países miembros debatirán sobre cómo gestionar los fondos de ayuda para la recuperación económica provocada por el covid-19.

La mayoría de los países, liderados por España, Italia, Francia y Portugal, con cierto compromiso de Alemania, pretenden que la ayuda europea sea mayoritariamente no reembolsable y sólo una parte sea a través de créditos.

Los países frugales, Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia, se niegan a que las ayudas del Marco Financiero Plurianual 2021-2027 sean a fondo perdido y defienden que los 560 mil millones sean a través de crédito.

Europa a dos velocidades

La pandemia ha supuesto un nuevo contratiempo que ha sumergido a la UE en una crisis todavía más profunda. El Consejo Europeo de estos días marcará el futuro del marco comunitario.

Las consecuencias de dicha reunión van mucho más allá de la decisión final sobre cómo gestionar las ayudas económicas. La brecha que puede abrirse entre los diferentes mandatarios y el descontento social generalizado puede provocar una crisis todavía mayor en la UE.

Mientras que el euro-barómetro sobre la gestión del covid-19 demuestra que una mayoría de los europeos aboga por la solidaridad entre sus miembros, los líderes políticos apuestan por la “Europa a dos velocidades” y viejos tópicos que cuestionan la productividad de los países del sur de Europa.

En esa línea, Sebastián Kurz, canciller austriaco ha afirmado: “con nosotros no habrá una unión de la deuda”.

Geoestrategia y geopolítica

Ahora bien, ¿cuáles son algunas de las causas por las que los mandatarios europeos no abogan por una decisión consensuada? La respuesta, altamente complicada, se encuentra en la complejidad del contexto y del entramado institucional de la UE.

En primer lugar, las posturas de los Estados miembros dependen de la geoestrategia y de la geopolítica de sus propios territorios nacionales. Europa se creó como un organismo supranacional de base económica y, pese a sus diferentes reformas, nunca ha superado esa etapa.

En Francia, para definir esa situación, en muchas ocasiones se utilizó la frase de: “faire l´Europe sans defaire la France” (hacer Europa sin derrotar a Francia).

También se debe tener en cuenta que la geoestrategia de cada uno de los países no depende de valores ideológicos, sino únicamente de sus propios intereses.

El ejemplo más reciente ha sido la reunión de los mandatarios de Suecia y España. Aunque ambos comparten ciertas ideas socialdemócratas, Stefan Löfven se ha negado a facilitar la ayuda a los países más necesitados de la UE.

Contextos nacionales complicados

En segundo lugar, los contextos nacionales son igualmente complicados. En los últimos años, muchos de los países europeos también están teniendo dificultades de carácter estructural y político.

No obstante, hay grandes diferencias entre la crisis comunitaria y de los Estados. Mientras que las crisis suponen un retroceso para la supranacionalidad, esos mismos contextos aumentan el nacionalismo.

En Francia, en los últimos años han encadenado protestas continuas: las movilizaciones de los chalecos amarillos y de la reforma de las pensiones han paralizado el país en repetidas ocasiones.

En el centro de Europa, la ultraderecha antieuropeísta ha ido consolidándose en los parlamentos nacionales. Y en Italia se han producido diferentes cambios de gobierno, uno de ellos muy crítico con la UE.

Suma de problemas internos

En tercer lugar, desde la crisis de 2008, la UE ha ido acumulando problemas internos: la gestión de los rescates económicos a Grecia generó más desigualdad entre los países miembros y un enfrentamiento interno, tal y como demuestra Yanis Varoufakis (Comportarse como adultos, 2017).

La crisis de los refugiados volvió a cuestionar la solidaridad interna. Y el Brexit abrió el camino a la salida de otros socios comunitarios. El mayor problema es que ninguna de estas crisis ha sido resuelta.

Y ahora, la crisis del covid-19 ha potenciado todos esos problemas, pero en un ambiente muy diferente: Alemania, que dirige actualmente la presidencia rotatoria de la UE, está abogando por facilitar los flujos de dinero para que el consumo no decaiga (política contraria a la que promovió en 2008), lo que supone un gran cambio, según Ivan Krastev (¿Ya es mañana? Cómo la pandemia cambiará el mundo, 2020).

Gran Bretaña, aunque todavía está negociando su salida, ya no forma parte de las reuniones internas. Sin embargo, la UE ahora cuenta con otro país reticente a la supranacionalidad.

Mark Rutte, presidente de Holanda, ha tomado el testigo de Gran Bretaña. En realidad, sus opiniones políticas sobre el sur de Europa no son nuevas, pero hasta el momento siempre habían estado minusvaloradas porque el centro de atención se encontraba en Londres.

Además, no hay que olvidar que el senado de Holanda lo domina la ultraderecha antieuropeísta.

El debate que falta

El tablero europeo es muy complejo y el fracaso de esta cumbre puede erosionar todavía más la confianza entre los líderes europeos y también la popularidad social de la UE.

Por ello, David Sassoli presidente del Parlamento Europeo, ha advertido que no llegar a un acuerdo, sería una acción “absolutamente irresponsable”. En segunda instancia, el éxito de este Consejo Europeo, que no es lo que pronostican los propios jefes de gobierno, no será la solución a la crisis de la UE.

El quórum servirá para mejorar la respuesta a la crisis actual y contentar a una parte de la sociedad. Sin embargo, los problemas estructurales continuaran apareciendo ante cualquier nuevo debate.

Sin cuestionar la existencia de la UE, se debería apostar por un debate intelectual sobre qué UE se quiere y qué papel debe tener lo nacional en un contexto supranacional.

En ese sentido Daniel Innerarity, afirmó que uno de los mayores problemas ha sido considerar a la UE como un Estado (La democracia en Europa, 2017).

Al mismo tiempo, gran parte de las decisiones europeas se toman a través de los Estados nacionales (Consejo Europeo) en lugar de utilizar el Parlamento Europeo (elegido democráticamente).

Es decir, Europa, en parte, se representa a través de Estados y no de ciudadanos. ¿Y si se le otorgará más importancia al Parlamento Europeo, en el que, en teoría, el europeísmo tiene más presencia entre sus miembros?

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