Search

La tragedia de ser pibe y vivir en un barrio sumido en la pobreza

Por Ana Laura Piccolo.- La familia de Kevin Tolosa, un adolescente de 16 años asesinado de un disparo en la puerta de su casa, pide justicia.

crimendentro

La corta vida de Kevin engloba la tragedia de cientos de adolescentes que nacen en barrios postergados y no alcanzan, siquiera, a cumplir la mayoría de edad. La muerte los sorprende aunque esquiven el flagelo de la droga y su economía poderosa, o le hagan frente a la pobreza con trabajos forzados y mal pagos. No fue una bala policial, ni un ajuste entre narcos, ni se ahorcó en una celda del Irar. Tampoco sufrió una sobredosis. El plomo que le atravesó el corazón en la puerta de su casa de Empalme Graneros fue la respuesta desmedida por un pleito a golpes de puño que había protagonizado un día antes su hermano mayor con “soldaditos del búnker” de la cuadra. Fue poco después de las ocho de la noche del pasado 3 de abril, mientras fumaba un cigarrillo en la vereda después de trabajar 12 horas con su padre, albañil, y esperaba que desocupe el baño para ducharse. Tenía 16 años.

Alejandra y Oscar, de 37 y 42 años, están desesperados. Porque después de la tragedia de perder a uno de sus siete hijos, la injusticia siguió golpeando a su puerta.

Primero, fueron las amenazas que llegaron tras la detención de dos sospechosos de perpetrar el crimen de Kevin. Y lo que pareció un respiro para el dolor se transformó en un miedo angustiante que los obligó a abandonar por varios días el domicilio de Cullen al 900 bis, donde vivieron los últimos 18 años. “Tuvimos graves amenazas. Porque esta gente que le hizo esto a mi hijo trabaja para unos búnker. Trabajan para la droga. Y cuando fuimos a la seccional nada. Nadie nos dio una mano y nos tuvimos que ir un par de días”, dijo Oscar, también abuelo de seis nietos.

La pobreza y una familia numerosa los devolvió a la casita humilde cuyo frente, al igual que otras fachadas del barrio, tiene pintadas en aerosol dedicadas a Kevin. Pero la pesadilla estaba lejos de terminar. Porque lo que siguió fue el desembarco de una decena de uniformados en su casa –de la seccional 20ª e Infantería– quienes irrumpieron con una orden de allanamiento. “Dijeron que buscaban a Kevin, y yo les pregunté si se estaban burlando de nosotros, porque hacía tres semanas que lo habían matado”, contó Alejandra, a la que le respondieron que se habían confundido el nombre, ya que en verdad buscaban a su hijo mayor, Brian, porque era el principal sospechoso del crimen de Emanuel Salazar, otro adolescente asesinado en el barrio.

“Fue una mentira muy grande y nos hizo vivir algo muy malo, porque encima de todo el dolor que sentíamos nos vinieron a poner esto y nos apretaron. Y nada que ver. Mezclaron todas las cosas. Tuve que ir a hablar con la jueza (Raquel Cosgaya) –que me atendió muy bien– y se aclaró la confusión, porque buscaban a otro Brian”, contó Oscar.

“Vinieron a matar”

En los barrios pobres los vecinos están acostumbrados a convivir con la droga. El primer problema es evitar que los pibes caigan y lograr que prefieran la escuela y el trabajo antes que “fumarse un faso” o la plata rápida. El segundo, es la fortaleza que protege el negocio de los narcos, que incluye desde altos uniformes hasta pibes de 15 que le ponen el pecho a las balas. Las denuncias terminan en amenazas. Los roces, a los tiros. Así describen la realidad los vecinos que viven en la periferia, en una suerte de narco lengua que incluye palabras como transas, soldaditos y búnker, con las que componen sus relatos cuando la muerte los toca de cerca: “El búnker sigue como si nada. Está a la vuelta, por Campbell y República. El hermano de Kevin y su tío habían discutido con unos soldaditos de ahí, se dieron unas trompadas y nada más. Y si había venganza tenía que seguir a las piñas. Pero se ve que estos pibes llamaron por handy a los encargados del búnker, que les mandaron los sicarios. Y al otro día vinieron a los tiros, fueron más de ocho disparos”, dijo un vecino de la cuadra.

“Vinieron a matar. Buscaban a Brian y a su tío pero no les importó matar a cualquiera. Porque a esa hora (20.30) siempre estamos todos afuera. Justo entramos a ver el noticiero porque estaban pasando la muerte de un policía de la comisaría 20ª que conocíamos, parece que se le disparó el arma por accidente”, dijo la mamá de Kevin. “Mi hijo se quedó fumando un cigarrillo afuera. Y por ahí siento que grita «maá» y se sienten esos tiros horribles y cuando salgo lo veo sentado y me dice «ma, me voy a morir porque me tiraron un tiro en el pecho», y se murió”, contó Alejandra.

“Kevin era un chico loco, bueno, terrible. Cuando cumplió 16 años  yo lo asustaba y él quiso cambiar y cambió. Tenía mujer. Kevin era un chico muy bueno. Ese día se levantó primero. A las seis de la mañana. Acompañó a sus hermanitos a la escuela a las 8. Me apuró para que me levante y fuimos a trabajar. Estuvimos doce horas laburando”, recordó Oscar mientras su mujer habló del presentimiento de una madre: “Ese día tenía escalofríos, sentía que se estaba por fundir el mundo. Veía todo negro. Y después le pasa eso a mi hijo. Y era eso, me arrancaron a mi hijo. Es horrible vivir así, con ese dolor. Por eso queremos justicia”.

Los presuntos autores del crimen ya están detenidos

Dos jóvenes fueron detenidos por el homicidio de Kevin Tolosa. El primero, sindicado de ser el autor material de los tiros que terminaron con la vida del menor, fue identificado como Eduardo B., de 22 años, alias Gabi. Días después cayó el Gordo Picaporte, como se conoce a Damián R., de 24, a quien le atribuyen conducir la moto de la que salieron los disparos. Ambos cuentan con antecedentes penales y están a disposición del juez de Instrucción Juan Carlos Vienna.

La Policía sindicó más tarde a otro joven por alumbrar la escena del crimen desde un auto. Pero la familia de Kevin dice no entender por qué involucraron a alguien que no tiene nada que ver y que es hijo de un conocido pesado del hampa local. “Haceme el favor de aclararlo. Ese señor no tienen nada que ver y no me gustaría tener problemas con ellos. Nosotros queremos justicia con la gente que realmente nos hizo daño. Los dueños de la moto, los dueños de la pistola, los que tiraron. Porque quiero que mi hijo descanse en paz”, dijo Oscar.

10