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La tarjeta Alimentar no se parece en nada a la justicia social

Nadie tiene la receta para resolver las injusticias sociales que padece la Argentina, pero masificar el asistencialismo no es el camino. La Tarjeta Alimentar es una política “focalizada” de cuño neoliberal porque no consagra derechos permanentes ni crea puestos de trabajo, entre otras deficiencias


Juan Grabois / eldiario.ar

Nadie puede estar en contra de los anuncios sociales del viernes. Teniendo en cuenta la situación dramática que vive nuestro pueblo, con niveles de pobreza y desigualdad catastróficos, que más familias tengan una tarjeta para comprar alimentos es algo.

Un consuelo frente a tanta malaria, sobre todo para los que venimos reclamando un shock de inversión social frente a los que se inclinan ante la ortodoxia que exige el dios mercado.

Viendo como Colombia se desangra ante un gobierno que masacra a su pueblo y pretende aplicar un impuesto sobre los alimentos a los hambreados, no podemos desconocer la sensibilidad del gobierno argentino y agradecer que no tenemos un Iván Duque (léase Mauricio Macri) como presidente. Pero vemos con tristeza cómo nuestro gobierno comete errores permanentes por una incomprensible ceguera.

Una política “focalizada” de cuño neoliberal

Empecemos por lo bueno. El gabinete económico definió romper el chanchito que parecía reservado para Kristalina Georgieva, mientras en la Argentina crece la pobreza y la desigualdad. Gran decisión. El problema es que se decidió aplicar los recursos a una política que solo puedo calificar con una palabra. Es una política estúpida. Digo estúpida porque no hay mala intención.

La decisión está guiada por sentimientos nobles, pero carga un desconocimiento de la realidad, un temor reverencial a los formadores de opinión, una confianza infantil en los formadores de precios, una enorme desvalorización de los trabajadores, una sobrevaloración de los tecnócratas y una adicción a los focus groups.

Nadie tiene la receta para resolver las injusticias sociales que padece la Argentina, pero hay algo seguro: masificar el asistencialismo no es el camino. La Tarjeta Alimentar es eso. Es también la reproducción aggiornada de los programas de trasferencia condicionada de ingresos del menemismo. Es una política “focalizada” de cuño neoliberal porque no consagra derechos permanentes, no crea puestos de trabajo, no genera bienes sociales durables, no promueve el desarrollo humano integral.

Una política que no combate las situaciones más graves

Es cierto que la Tarjeta Alimentar ayuda a dos millones de familias a comprar alimentos, pero no es una política alimentaria sino una política insuficiente de transferencia condicionada de ingresos para familias pobres. ¿Entonces por qué le ponen ese nombre? Es que los genios de la comunicación política y los focus groups entienden que está blindada de acusaciones de populismo por el aura benéfica de la lucha contra el hambre y las personalidades de la farándula que la bendicen.

Sin embargo, es una política que no funciona para combatir la malnutrición infantil que afecta a una importante cantidad de niños que habitan en contextos rurales o en familias rotas. Tampoco alcanza a los pueblos originarios, las comunidades campesinas y las personas en situación de calle. En la región del Chaco salteño, donde se mueren los pibes por enfermedades asociadas a la malnutrición, no hay PosNET, sólo desmonte y contaminación.

El dinero va a manos de empresas monopólicas

La Tarjeta Alimentar es asistencialismo puro. No podemos hablar de una ampliación de derechos porque esta prestación no forma parte del sistema nacional de Seguridad Social como la AUH. Tampoco de una política de Estado, ya que no está consagrada en una ley nacional como el Salario Social Complementario o el Registro Nacional de Barrios Populares. Estas dos políticas fueron sometidas a un debate social y votadas por unanimidad en ambas cámaras del Congreso Nacional.

La Tarjeta Alimentar es una decisión un tanto improvisada que definió un conjunto de funcionarios en una oficina. La Tarjeta Alimentar es una política que activa todos los mecanismos de concentración económica. Esto es así porque gran parte de la masa de dinero va a manos de empresas monopólicas y actores financieros que van con los pesos del Estado a comprar dólares. Además, el Estado paga comisiones multimillonarias a intermediarios en los pagos electrónicos y para colmo se vuelven a imprimir los plásticos, ya que por alguna razón no se quiere transferir el dinero a través de la tarjeta de Anses.

La Tarjeta Alimentar tampoco es un buen mecanismo para fomentar la demanda agregada como polea de la reactivación económica. Promueve el consumo de alimentos industrializados que se producen en empresas monopólicas y se venden en grandes cadenas de comercialización, perjudicando a comercios barriales y economías locales. Todo esto sucede en un contexto en el que no se ha logrado controlar la inflación cuyo principal rubro son los alimentos.

La salida es el trabajo

Desde los movimientos populares, creemos que contra el hambre, la pobreza y la indigencia hay una sola salida. Esa salida es el trabajo, remunerado y con derechos laborales. Porque luchamos por trabajo es que los formadores de opinión, ciertos sectores empresarios y gran parte de la política buscan instalar lo contrario: que somos los vagos, los choriplaneros, los pobristas.

Nosotros tenemos claro qué proponemos porque conocemos, vivimos, padecemos la realidad de los sectores populares. Toda la inversión social tiene que estar pensada en función de crear trabajo dentro de las difíciles condiciones que para ello impone el marco de la globalización tecnocrática vigente.

Esto, desde nuestra perspectiva, quiere decir dos cosas:

1-reconocer ese trabajo que se inventaron nuestras compañeras y compañeros cuando el Estado y el Mercado les dieron la espalda. Son casi cinco millones de argentinos que en su inmensa mayoría no pertenecen a ninguna organización social o partido político. Trabajan día a día en tareas que ya existen, con ingresos de indigencia y sin ninguna protección. Desde las tareas de cuidados hasta el reciclado de residuos son formas de trabajo de la economía popular. Es el esfuerzo de las trabajadoras y trabajadores cartoneros, recicladores, agricultores familiares, costureros, constructores, vendedores, artesanos, productores de alimentos que también contribuye a la riqueza del país. Todos y cada uno de ellos merecen ser registrados, acceder gratuitamente al monotributo y gozar de ingreso de base que denominamos Salario Universal.

2-crear otros cinco millones puestos de trabajo que se requieren en actividades organizadas como las manufacturas en pequeña escala, servicios ambientales, tareas comunitarias, infraestructura urbana, construcción de viviendas, prevención de adicciones, alfabetización, promoción de salud y producción agroecológica en el marco de un Plan de Desarrollo Humano Integral que permita fortalecer las economías regionales, propiciar una distribución más armónica de la población en el territorio y permitir una transición ecológica para enfrentar los desafíos ambientales y sanitarios por venir.

Esta inversión de 360 mil millones de pesos anuales en la Tarjeta Alimentar podría haberse aplicado con inteligencia solo con un poco de esfuerzo y planificación, basta decir que en cuatro años se podrían haber construido un millón de viviendas con los precios de la construcción vigente y aprovechando el programa Potenciar Trabajo para proveer la mano de obra.

Eso es un bien social durable. Ahí está el futuro. Crear trabajo y poblar la patria. Planificar el desarrollo humano. Es más difícil que poner plata en una tarjeta, pero es más justo y cuando lo logremos va a ser mejor para todos.

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