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Pichincha

La Rosario imaginaria: una búsqueda que excede la ficción

Convocaron a académicos, aficionados y lectores para rastrear narrativas que han usado a la ciudad como inspiración. El 28 y 29 de junio compartirán lo reunido en jornadas dentro de la Biblioteca Popular Alfonsina Storni (Ovidio Lagos 367).


En 1979 Angélica Gorodischer, quizás influenciada por el Capitán Beto que había despegado tres años antes del Jardín de los Presentes de Luis Alberto Spinetta, eligió la peatonal Córdoba para que Trafalgar Medrano, un comerciante intergaláctico, la caminara hasta entrar a un bar y se sentara a contar de sus viajes a los parroquianos. La escena es del libro Trafalgar. Para Martín Prieto, integrante del Centro de Estudios de Literatura Argentina (Cela), es un ejemplo de la potencia literaria de Rosario. “Hay algo de la ciudad que hace verosímiles las historias más fantásticas y también es punto de partida de nuevos mundos”, explica a El Ciudadano.

Hay muchas Rosario. No sólo para algunos políticos opositores a la gestión socialista que dicen que benefician al centro y se olvidan de los barrios. Desde el principio, tal vez por no tener alguien que la haya fundado un día como a otros pueblos, los escritores nacidos o de paso la eligieron para poner andar a sus personajes. Algo los atrajo. Para descubrir qué, el Cela convocó a las editoriales, los académicos y los estudiosos de la historia a recuperar en forma colectiva los relatos que tengan a Rosario como escenario o inspiración. Lo reunido será compartido el 28 y 29 de junio en la Biblioteca Popular Alfonsina Storni de Ovidio Lagos 367.

Inventada

Un cuento donde un animal muere atravesado por el viejo cartel de la tienda de telas Eiffel; un terrorista que elige el Monumento a la Bandera para poner una bomba; un detective privado con oficinas en el Pasaje Pan que lucha con un caso son algunas de las ficciones a compartir en las jornadas de junio. También estarán las crónicas de Roberto Arlt mientras hace una parada al unir Corrientes con Buenos Aires; los cuentos de Viajes con mi Tía de Graham Greene en el puerto rosarino; y el poema de Raymond Carver sobre una noche en el balcón del Jockey Club mientras mira el río Paraná. Sumarán una historia de Honorio Bustos Domecq (el nombre de fantasía que usaban Borges y Bioy Casares) en la terminal de colectivos Mariano Moreno; el final de una no vela en Pichincha de Juan José Saer o Juan Carlos Onetti, entre otros ejemplos de cuánto caló la ciudad en la literatura que hacían los visitantes. “El escenario de Rosario hace reales a las historias. Si fuera en San Nicolás o Córdoba no sé si hubieran funcionado algunos relatos. Hay algo del ambiente en la primera parte del siglo XX que vuelve real las historias, pero son inventadas. Queremos recuperar las conversaciones entre los escritores y la ciudad”, dice Prieto.

Al rescate

Para los organizadores las jornadas no son un esfuerzo del todo novedoso. Desde hace años que el rescate de los autores locales actuales y viejos está en la agenda del Estado nacional, provincial, municipal y las editoriales independientes. “No es cierto que la Universidad le da la espalda a los escritores locales. Son los profesores quienes escriben los prólogos de los nuevos libros y es la Editorial Municipal la que saca nuevos títulos y rescata a los históricos. Es una doble búsqueda que también tienen las editoriales como Club Editorial Río Paraná, Serapis o Baltasara, entre otras”, explica Prieto. Capítulo aparte, insiste el organizador, es el trabajo de la Escuela de Literatura de Rosario dirigida por Roberto García y Roberto Retamoso.

Más allá de lo que puedan recabar hasta las jornadas, los organizadores ya tienen fijada una entrevista pública con Eduardo D’Anna, poeta e integrante de la revista El Lagrimal Trifulca a fines de la década del 60. También habrá una feria de editoriales y una mesa debate con las profesoras Nora Avaro y Judith Podlubne sobre Nicolás Rosa, uno de los críticos más importante de la literatura nacional. “Es una convocatoria abierta para estudiantes formales, profesores y estudiosos no vinculados con la academia para sumar textos y reforzar el trabajo que hacen las editoriales y los grupos de investigación”, cierra Prieto.