Ciudad

Habitaciones y pasillos

La Rosario del 1900 era también desigual en la vivienda: cómo eran y dónde estaban los conventillos

Esas viviendas colectivas estuvieron distribuidas en distintas zonas. Las más conocidas fueron las de Refinería. También eran habitúes las fondas, ¿qué eran?


El tema de los alquileres y la escasez de metros cuadrados para sumar viviendas están a la orden del día. La dificultad de encontrar buenos precios, espacios cómodos y una buena ubicación también marcó a Rosario hace muchos años, en un contexto muy diferente pero con algunas similitudes y parecidas distancias sociales para conseguir un “techo”. Rosario transitaba alrededor del 1900 el auge de su economía exportadora primaria y un constante crecimiento demográfico por la llegada de inmigrantes internos y extranjeros. Las grandes fortunas que se levantaban entonces contrastaban, como ahora, con los pesares de las familias que no accedían a los beneficios del pregonado progreso. Estas últimas se debatían entre la ilusión de una casa propia y alquilar lo que se podía. Y ahí estaban los conventillos o inquilinatos: construcciones de muchas habitaciones a lo largo de un patio, con espacios comunes para cocinar, baños precarios también compartidos y salida única a la calle.

El historiador rosarino Eduardo Guida Bria señala a El Ciudadano que la proliferación de los conventillos o “casas de inquilinatos” fue consecuencia del increíble crecimiento demográfico que se produjo desde 1880 hasta 1930, caracterizado por los violentos oleajes migratorios. Nuevos habitantes atraídos por la gran demanda de mano de obra, la importancia del puerto, el tendido de las líneas férreas, el surgimiento de pequeños comercios, fondas, sastrerías y mayor demanda de oficios.

Guida Bria indica que en el 1900 el municipio de Rosario tenía 6598 casas de familias ocupadas por sus dueños o alquiladas. Otras 579 casas figuraban como desocupadas o en construcción. Existían también 1188 conventillos con cinco piezas o más, 1208 casas quinta y 116 de alojamiento, de las cuales 10 cumplían con los requisitos de hoteles. Las demás eran fondas, posadas y pensiones destinadas a la clase proletaria.

También existían 22 casas de vecindad que eran una especie de vivienda en la que habitaban, en unidades independientes, muchas personas o familias de escasos recursos económicos. En algunos países de Centroamérica sus homólogas eran varias viviendas situadas en torno a un patio o vinculadas por pasillos comunes.

Cuánto salía alquilar

Los alquileres oscilaban entre 6 y 17 pesos, dependiendo de la zona, una fortuna para un peón que ganaba un peso por día.

Los impuestos eran bajos y el capital invertido en la construcción, excluido el precio del terreno, era también irrisorio. Los conventillos tenían pisos de ladrillo o tierra, los techos de paja o zinc y las paredes de ladrillo o madera.

Fueron construidas miles de viviendas con muy distintos grados de precariedad y a veces conectadas a los servicios externos.

En ese reducido ambiente, la familia debía acomodarse para una supervivencia elemental. Comer, dormir, a veces preparar la comida o planchar la ropa y guardarla. También concebir, parir, amamantar y cuidar a los chicos. O pelearse y hasta vivir separados. Todo eso, en 25 metros cuadrados con techo de chapas.

El hacinamiento fue un rasgo distintivo y definitorio del conventillo: habitaciones sin aire ni luz natural, con notorias deficiencias sanitarias y un mobiliario obligadamente reducido por el espacio disponible.

Dónde estaban los conventillos

El docente e historiador los dividió en secciones.

Sección 1ª: Entre las calles Mendoza, Arenales (hoy Paraguay) y el río Paraná. Es la parte más antigua de la ciudad, que engloba el radio céntrico. Concentraba el 24 % de los conventillos.

Sección 2ª: Bv. Seguí, San Martín, Bv. Rosarino (27 de Febrero), Paraguay, Mendoza y el río. El 36% de los conventillos

Los demás conventillos estaban en las zonas más alejadas.

Los de Refinería

El conventillo paradigmático, por sus características y cantidad de inquilinos, se emplazó en el barrio entonces más populoso, Refinería, surgido tras la instalación de la Refinería de Azúcar que se inauguró a fines de 1889.

Se lo conocía como “Los 400 cuartos”, aunque tuviera en realidad 95 habitaciones, en las que habitaban 370 personas. En el edificio sólo se contaba con una canilla y cuatro letrinas. Era uno de los que peores condiciones sanitarias ofrecía a sus habitantes. Su propietario era el español José Arijón, rico comerciante, propietario de tierras, saladeros y barraca, y más tarde concejal municipal. Sus condiciones de salubridad e higiene eran indignantes. Alrededor de este conventillo, había bodegones, almacenes y prostíbulos. Un ejemplo, además, del “progreso” que favorecía a unos pocos y era esquivo para derramar sus declamadas ventajas a las mayorías.

El barrio Refinería era un paraíso, o infierno, de conventillos hacia fines del siglo. Se contabilizaban 29 de esas viviendas colectivas, con un total de 400 habitaciones en las que convivían 1716 personas. Una de ellas era propiedad de la misma Refinería. Tenía 44 piezas que ocupaban 155 personas.

Otro propietario de un conventillo en Barrio Refinería fue Mario Cilveti, que había sido jefe político del Rosario en 1893, con 45 habitaciones y 245 habitantes, contaba con 4 canillas, tres letrinas y un resumidero.

Otros de gran tamaño e importancia eran propiedad de Pedro Maulión y de Pinasco y Castagnino. También tuvieron conventillos Octavio Grandoli y Santiago Pinasco, que fueron intendentes de Rosario. Hasta el fundador del diario “La Capital”, Ovidio Lagos, incursionaron en este negocio de dar albergue a las familias de trabajadores, principalmente de la refinería y pequeñas fábricas que se iban asentando en la ciudad.

El conventillo “El Atrevido” era otro de los grandes, en el corazón de Refinería, sobre calle Iriondo. Disponía de 70 piezas y vivían 350 personas en 1910. Los alquileres oscilaban entre 25 y 30 pesos.

Otros inquilinatos eran “El Rápido”, sobre calle Gorriti. También estaban el “Bachicha” y el “Jamalá–Jamalá”. Había otros más chicos con entre cinco y 10 habitaciones. Solían tener un piletón en el patio principal, en general el único, y algún baño casi al final del terreno, donde se colgaban de un gancho trozos de diarios para utilizarlos como “papel higiénico”.

Las construcciones eran por demás económicas. La decoración estaba de más. Las habitaciones de 4 por 5 metros eran las más comunes, porque esas medidas se correspondían a las de los rieles que se usaban para las bovedillas: cinco metros se usaban en el interior y el metro restante para el alero externo de la galería.

Llantos de bebés y duelos en un paisaje de hacinamiento

Las mujeres que no trabajaban en la refinería cocinaban en braseros. Otras lavaban en tinas (cubas de agua, en general barriles viejos reciclados) mientras sus vecinas se dedicaban a barrer los patios y ordenar sus cuartos. El llorisqueo de los chicos era la música que animaba el espacio común y también el motivo de constantes protestas de pieza a pieza.

El conventillo “El Atrevido”, tan grande como mugriento, fue lugar de duelos trágicos. Las imágenes de muerte por la daga o el machete, a la luz de la luna o al reflejo centelleante del acohol ingerido, tienen mucho que ver con esos espacios.

Otro conventillo legendario fue el de Dall, que pertenecía a Manuel Dall´Orso. Estaba ubicado en la calle Gorriti 261 y fue construido por Diego Nesci. Fue pionero en el diseño de pasillo y el encuadre de la idea de departamento o unidad habitacional. Con esta conformación se dejaban de lado las antiguas piezas, donde se vivía hacinado. Esta forma especial de vivir, en casas y no en habitaciones, fue una transición a la vivienda individual.

Este conventillo se dividió luego en propiedades individuales, compradas al dueño original. Nesci diseñó el conventillo para que cada departamento tuviera sus servicios mínimos. De esta manera, inicia la convivencia, pero en forma privada. Cada vecino poseía su llave y nadie ingresaba a su espacio.

Los cuartos de Canals, en 27 de Febrero y Moreno

El catalán Juan Canals sería el propietario del inquilinato de mayores proporciones en la ciudad y estuvo ubicado en la esquina del Bv. 27 de Febrero y Moreno, en la entonces sección 4ta. Tenía 96 habitaciones en la que habitaban cerca de 600 personas, servidas con seis picos de agua y otras tantas letrinas.

Este inquilinato era conocido como “Los cuartos de Canals”. Tenía un poco más de comodidad y cada “vivienda” disponía de dos habitaciones, zaguán, cocina y baño independientes. Con otra particularidad: a diferencia de los conventillos que daban a un pasillo interno, tenía salidas individuales a la calle. De esta manera mejoraba la higiene del lugar, pero duraron poco tiempo porque la crisis nacional de 1890 hizo que Juan Canals vendiera toda la propiedad para salvar deudas contraídas y al poco tiempo falleció en Buenos Aires.

Las Fondas, con la comida como atractivo

Las fondas ya estaban instaladas en el siglo XIX y se expandieron a medida que la gente llegaba a los distintos barrios de la ciudad, principalmente los de obreros, como Refinería, Tablada o Pichincha.

Los inmigrantes también contribuyeron al auge de las fondas, que eran recintos donde se daba hospedaje y se servían comidas caseras.

Hacia 1890 y hasta 1900 se detectaban muchos de estos lugares en los que la comida cotidiana, familiar y abundante convocaba a centenares de clientes.

Algunos se destacaron: la fonda “De la Victoria”, en Mendoza 214, y la “Del Alberto Fiorito”, en Maipú 262. También la “Dei Fratelli Bandieri”, en la zona del bajo del primitivo puerto. Donde hoy está el paso bajo nivel “Celedonio Escalada” se levantaba la “Fonda de los ferrocarriles”. En calle Libertad (hoy Sarmiento) al 300 resaltaba la “Fonda di Italia”. Y a sólo una cuadra, por calle Progreso (hoy Mitre), la “Gianduia”.

En la esquina del Camino Real (hoy Buenos Aires) y la avenida del Bajo (hoy Belgrano) había dos: “La Fonda” y la “Posada del Muelle”. La mayoría de estas construcciones eran propiedad de inmigrantes italianos, aunque también había “gallegos”, como se nombraba no solo a los provenientes de Galicia sino a todos los españoles.

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