Espectáculos

‘La Quema’ estreno teatral de G.Guirado

“El imaginario del actor pulsa en el imaginario colectivo”.  Guirado habla de “La quema”, con  Claudia Schujman y Paula Fernández. Los sábados, a las 22, en el CET. Por Miguel Passarini/El Ciudadano

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El tiempo transcurrido (algo más de dos décadas) entre sus primeros años como actor y un presente en el que su carrera ha tomado varios rumbos pero siempre acotados a la coherencia de una elección vital, la producción de hechos teatrales de alto valor artístico, posiciona a Gustavo Guirado en un lugar destacado de la escena local y nacional.

Actor, dramaturgo y docente, por estos días Guirado reparte su tiempo entre las funciones de La temperatura (obra que escribió y dirige, que se presenta los viernes a las 22, en Montevideo 2364) y su participación como actor en la versión de Ricardo III, que dirige Ricardo Arias al frente de Punto 0 (domingos, a las 20.30, en La Manzana, de San Juan 1950), actividades a las que sumará desde mañana un nuevo estreno. Se trata de La quema (todo candor trae sangre), que se conocerá, a las 22, en el Centro de Estudios Teatrales (CET, San Juan 842).

Se podrá apagar todos los fuegos pero nunca se acabará el humo.

Aquello que no alcanzó la dignidad del fuego termina conformándose con la humildad del humo.

Aquello que no tuvo una mano que lo encendiera termina por renunciar a esa mano y se queda a solas con el humo.

Aquello que no pretende calentar nada, ni siquiera calentarse, se refugia en el secreto de ser humo.

Pero el secreto del humo es doble. Primero: también el humo calienta. Segundo y principal: el humo es anterior al fuego.

El poema que antecede, de Roberto Juarroz (1925-1995), de su Novena poesía vertical, se volvió una revelación para Guirado –más allá de que se trata de un poeta cercano a su cotidianeidad–, poco después de que en uno de sus talleres Claudia Schujman y Paula Fernández (la primera, una de las mejores actrices que ha dado la ciudad, y actual protagonista de La temperatura; la segunda la recordada Alicia de la versión del propio Guirado de la novela de Lewis Carroll que se llamó Botellas al mar) improvisaran por más de una hora a partir de un conflicto en el que dos mujeres, en lo que fue (o es) la casa de una de ellas, son testigos de una quema masiva en la ciudad, propuesta dramática en la que el director vio la génesis de un nuevo trabajo, que a partir de hoy continuará en cartel los sábados de abril, mayo y junio.

Respecto de cuáles son los mundos y las metáforas que conviven en La quema, el director rememoró: “Ambas actrices concurrían en 2008 a entrenar a uno de mis talleres, aunque prácticamente no se conocían.

Fue muy fuerte lo que pasó, porque es sustancial y fundante: en uno de esos encuentros, cuando pasan a improvisar, veo algo que me llama la atención, sentí que lo que allí pasaba trascendía esa clase de ese lunes que no podemos recordar qué lunes fue.

Cuando me di cuenta, había pasado una hora de improvisación entre los tres, es decir las actrices actuando y yo viendo, y detrás estaban los restantes alumnos boquiabiertos.

Sin duda, el material era el germen de una obra y decidimos seguir adelante. Había allí una cuestión vincular y un universo que se abría como pasa con las Mamushkas: una situación dentro de la otra, y así se podía seguir en ese proceso. De este modo, se abrieron varios caminos, pero si pienso en las metáforas que se dispararon, es algo que no sé responder aún, prefiero que esas lecturas las haga el público”.

La obra indaga, según adelanta el parte de prensa, “en la laberíntica construcción de la realidad, lo efímero del sentido en un mundo sujeto a la mediatización del mismo, preso de la complejidad kafkiana de imaginar el futuro o el mañana inmediato. Trata, además, sobre la precariedad de las palabras para nombrar y significar, y plantea un mundo donde reina la confusión y la representación salvaje y vacía. Pero también la ternura, como lenguaje último de las cosas últimas, en un mundo, ya, último”.

“Son dos mujeres amigas y la acción transcurre en el departamento de una de ellas, porque no sabemos cómo se llaman. Una tiene la manía de regalar todas sus cosas, y sin ninguna maldad, poco a poco, va vaciando durante años el lugar en el que vive, y entonces lo que uno ve como espectador son las huellas que dejaron esos objetos o muebles que algunas vez estuvieron allí.

Son como especies de fantasmas que han quedado en las paredes y en los pisos. Al mismo tiempo, afuera, en la ciudad de Rosario, la gente se junta masivamente a quemar sus objetos, sus cosas. Hay una alegría espontánea, inquietante, una especie de flujo cinético que no se sabe a dónde conduce.

También está el reporte de lo que pasa (en la voz del periodista Carlos Del Frade), que en una especie de transmisión de radio va contando lo que sucede, porque empiezan a estallar fogatas por todos lados. La gente no quema las cosas de otros ni hay violencia en el hecho de quemar, sino que incendia sus propias cosas, en medio de una algarabía extraña, sin conducción aparente, sin un lineamiento político específico. Todo eso sucede en un afuera que se va complicando,  y adentro estas mujeres parecen estar ajenas, casi encerradas en una habitación que en sí misma es todo un mundo”.

En relación con esos mundos que construyen los personajes y su posterior escritura, el director expresó: “Una es la vicedirectora de un colegio que no se resigna a su jubilación, y por eso espera que la vuelvan a llamar de la escuela, que la necesiten; al mismo tiempo, la otra se prueba la ropa que han dejado los muertos de su familia. Este texto, que fui escribiendo en mi casa, está armado en función del trabajo de las actrices. Con ellas, fuimos haciendo un recorrido de ida y vuelta entre lo que yo llevaba y ellas me devolvían en escena, pero siempre está muy presente el ensayo, por eso siempre recomiendo la lectura de Sacate la careta, de Alberto Ure, que es como una Biblia para los que hacemos teatro hoy, y que habla del ensayo como un momento único, porque más allá de que el espectador no lo puede ver (al menos en su forma convencional), para nosotros, el ensayo es «el teatro», porque es donde comienzan a germinar y a aparecer las situaciones; además, el imaginario del actor pulsa en el imaginario colectivo, la conexión del cuerpo del actor con el cuerpo social está en un contacto permanente, y creo que hacemos teatro porque, por encima de todo, nos gusta mucho ensayar”.

Con relación al poema de Roberto Juarroz que acompaña el parte de prensa, Guirado recordó: “El poema y la cercanía temática aparecieron después de la obra, pero Juarroz es para mí un poeta fuera de lo común, que está por fuera del pentagrama; es un acompañante permanente en los trabajos que hago, en mi lectura cotidiana, otra especie de Biblia a la cual vuelvo siempre, y en los espectáculos que hago me gusta tenerlo presente. Es raro lo que me pasa con Juarroz, pero es alguien que desde su escritura poética me ayuda a pensar muchísimo el teatro que hago, las clases que doy, lo que dirijo, creo que me ayuda a pensar de una manera luminosa”.

El director habló finalmente del placer que le produce el trabajo con ambas actrices. “El trabajo con estas actrices es muy importante, porque por un lado sigo involucrado con Claudia (Schujman) en un nuevo proyecto, además de haber compartido el escenario hace muchos años cuando yo ingresé a Bajo el ala del sombrero (de la Agrupación Filodramática). Pero a la vez vuelvo a trabajar con Paula, que fue la protagonista de Botellas al mar (estrenada a fines de 1996, con cuatro temporadas sucesivas), una puesta que fue muy decisiva en mi carrera y que todavía sigo amando mucho”.

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