Sociedad

Medio ambiente

La Quema, el basural a cielo abierto más grande del país, será un parque ambiental

Después de más de medio siglo de recibir toneladas de residuos sin control, en octubre empezará una reconversión histórica. Expectativas entre las y los trabajadores que, literalmente, viven día a día de los desperdicios, en muchos casos por más de una generación


Foto: Télam

Ornella Rapallini / Telam

Vecinos y recuperadores de La Quema se mostraron expectantes por el inminente inicio de las obras impulsadas por el Ministerio Ambiente y Desarrollo Sostenible y la Municipalidad de Luján para la reconversión de ese basural a cielo abierto, el más grande y antiguo del país, en un “centro ambiental” que promoverá además su inclusión social, a la vez que relataron cómo es vivir y trabajar en las inmediaciones de un predio que acarrea desde hace décadas una situación crítica en términos sociales, ambientales y sanitarios. El proyecto de saneamiento y reconversión comenzará en octubre y prevén inaugurarlo en un año, según informaron la cartera nacional y el municipio local.

En Luján viven 120 mil habitantes, y La Quema, ubicada a solo 5 kilómetros del centro, recibe 104 toneladas de basura diaria hace cinco décadas “sin ningún tipo de control”, señaló el director de Gestión Ambiental, Braian Vega.

En marzo del 2020 se decretó la emergencia ambiental en el partido. “El basural está colapsado en sus 13 hectáreas, es el más grande del país por la antigüedad con casi 50 años en los que se volcaron residuos sin ningún control; además porque la altura que tenemos de basura oscila entre 20 o 30 metros según el lugar en que nos paremos, y hay montañas de residuos sin ningún tipo de tratamiento”, añadió.

En las inmediaciones del basural está “el Bloque de los Santos”, como se denomina a los barrios populares de San Pedro, Santa Marta, San Jorge, San Fermín y Villa María, donde viven la mayoría de los recuperadores. También se encuentran barrios privados, haras, una escuela, un arroyo, el río Luján y la ruta 192.

Un camino de tierra estrecho dirige al centro del basural y lo primero que se distingue al ingresar son las numerosas montañas de desperdicios de más de tres metros de altura.

El incesante humo en La Quema forma una neblina constante en el ambiente y el olor a basura quemada se impregna en la nariz, la ropa y la piel. En el suelo cuesta distinguir los restos orgánicos de los plásticos y ropas sucias, todo está mezclado, con vidrios y metales.

Aún así, los y las más de 200 trabajadores recuperadores rápidamente seleccionan el material reciclable, cargan bolsones repletos y lo llevan al galponero para venderlo a la industria, mientras algunos perros deambulan entre la basura, famélicos y las moscas los siguen en cada movimiento.

El número de trabajadores varía de forma arbitraria según las condiciones propias que presenta el trabajo informal. Algunos pertenecen a cooperativas y otros trabajan de forma independiente, pero tanto de día como de noche trabajan en el basural para subsistir a partir de la basura que descargan las compactadoras en el predio, cumpliendo, a su vez, una tarea indispensable para el lugar.

“Acá si no venís un día no comés, esto es el día a día. No trabajamos en buenas condiciones, aunque con la organización en la cooperativa estamos tratando de mejorarlas”, describió Joana Enrique, de 24 años, quien que trabaja como recuperadora en el basural desde los 14.

“Empecé a venir al basural con mi familia, tuve que dejar la secundaria en ese momento, porque al mismo tiempo se enfermó mi mamá así que tenía que hacer tareas de la casa y venir acá a separar. Recién ahora pude retomar la escuela”, completó.

Su madre tuvo tuberculosis y su hermano sufre asma “a causa del humo de la quema”, pero “tenían que venir a trabajar igual”, subrayó Joana, quien además es la referente de la Federación Argentina de Cartoneros, Carreros y Recicladores (Faccyr) en el lugar.

La recuperadora vive en el barrio Santa Marta con su pareja y su hijo de 6 años. En el basural hay al menos tres generaciones de trabajadores. “Algo cambió de una generación a otra, porque a mi hijo no lo traigo a trabajar acá”, consideró.

En cuanto a la reconversión del basural, si bien al principio los trabajadores presentaron resistencias al ser incluidos en la planificación, en su gran mayoría consideraron que “van a mejorar las condiciones de trabajo”.

“Los trabajadores son unos de los pocos que hicieron algo por el ambiente, sin darse cuenta”, destacó el director de Residuos Sólidos Urbanos, Pedro Vargas, que trabaja junto a ellos en el lugar todos los días. “Son fundamentales, porque acá si no están los cartoneros no podríamos hacer nada, y habría más toneladas de basura todavía”.

Foto: Télam

 

Según detalló Vargas, los residuos que ingresan en la actualidad son sólo domiciliarios, de poda y áridos y pertenecen exclusivamente a la localidad de Luján. Pero no siempre fue así: “Cuando empezamos –en 2020– cortamos a algunas químicas que tiraban los residuos patológicos, industrias de otros partidos que también venían a disponer sin ningún tipo de control de nadie. Nosotros cerramos todas las entradas, dejamos un solo ingreso y a partir de ahí tomamos datos de qué camiones entran y qué residuos traen. Pero ya hay contaminación del aire, agua y el suelo”, detalló Vargas.

Pablo López (26) pertenece a la tercera generación de su familia que trabaja en el basural. “Para mí y la mayoría de los compañeros, la reconversión de La Quema está buenísima, porque siempre luchamos para ser reconocidos y laburar en condiciones. Esta generación ya se merece eso”, dijo.

Pablo comenzó a trabajar en la quema a los 14 años para ayudar a su familia, vive en el barrio San Jorge, tiene dos hijos y trabaja desde las cinco de la mañana hasta las tres de la tarde. “Siempre está el miedo de abrir una bolsa y encontrarte con una jeringa, pincharse sin querer –explicó–. Pero también tratamos de tener cuidado, sabemos diferenciar los colores de las bolsas”.

A pocas cuadras del basural, desde 1983, vive Sergio Almada (60), quien trabajó para la Municipalidad de Luján como recolector de basura y también, en algunos períodos de su vida, tuvo que “cirujear” en La Quema para llegar a fin de mes.

“Esas son las contradicciones que tiene La Quema, en un momento te da de comer y después te mata”, dijo en su casa ubicada en el barrio de San Pedro, junto a su esposa y tres nietas de 14, 8 y 6 años que están a su cargo.

Dos de ellas sufren enfermedades respiratorias crónicas debido al humo de la quema de desperdicios, según les explicaron los médicos. También son comunes en la zona las enfermedades cutáneas y gastrointestinales debido a las dificultades para acceder a agua potable y la falta de cloacas.

“El basural existe desde el año 70 o 71”, agregó Almada, quien a su vez preside la Sociedad de Fomento del barrio y comenzó el reclamo por una solución a este problema ambiental de Luján hace 17 años.

Entre los residuos que se tiraron en el basural en estos 50 años, el referente vecinal destacó los restos de pozos ciegos, sustancias de empresas químicas de Campana y Zárate, barros de una curtiembre, residuos hospitalarios y hasta restos del cementerio.

“Acá teníamos una epidemia de forúnculos –protuberancias dolorosas y llenas de pus– que te salían por todos lados”, recordó.

La lucha por el cierre y la mejora del lugar comenzó en 2008 con numerosos intentos mancomunados, que en muchas ocasiones presentó tensiones. “Nunca se pudo parar la quema” y los motivos son variables: “Algunas veces son quemas intencionales porque buscan sacar metal, el material más caro”, explicó Almada, pero también se producen por el gas que fermenta entre la basura.

“En el fragor de la pelea yo decía «Cierren el basural», y ahí empezaron los problemas con los trabajadores, porque ellos se sentían amenazados en sus fuentes de trabajo, pero después le empezamos a buscar la vuelta para ir todos para el mismo lado, instalamos el tema en la agenda pública y política, aunque todavía hay algunos que quieren seguir trabajando de esa manera, empezamos a trabajar con muchos de ellos en conjunto para buscar una solución que nos sirva a todos”, concluyó.

 

Foto: Télam.
Inversión, saneamiento, reconversión

El proyecto de saneamiento y reconversión del basural a cielo abierto de Luján en ecoparque y centro ambiental requerirá una inversión estimada casi 11 millones de dólares, enmarcada en el Plan Federal de Erradicación de Basurales a Cielo Abierto, del Minissterio de Ambiente y de Desarrollo Sostenible. Recibirá financiamiento del BID, el Banco Interamericano de Desarrollo, y contempla tres dimensiones: la ambiental, sanitaria y social.

El proyecto fue adjudicado a la empresa Evasa e incluirá el saneamiento, cierre técnico del basural, reconversión en ecoparque y construcción de un centro ambiental con relleno sanitario con 20 años de vida útil, según detallaron.

“Sanear al 100% y volver al estado original es materialmente imposible, lo que sí se va a hacer es el cierre técnico y recuperar”, señaló el director lujanense de Gestión ambiental, Braian Vega.

Además de la reconversión del predio actual, el Estado nacional cedió un predio ubicado a 2 kilómetros del basural, denominado “cuadrante Sucre” para la construcción del centro ambiental y parte del relleno sanitario.

El proyecto incorporó también el Plan Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (Girsu) con inclusión social y promoción de separación de residuos en origen como una estrategia transversal, bajo el paradigma de la economía circular, la cual promueve la concientización de la comunidad con respecto a la separación en origen de los residuos.

“Todos los trabajadores informales del basural formarán parte del centro ambiental. Es una condición sine qua non para avanzar con el proyecto, que todas las personas –son más de 200– sean incorporadas con el objetivo de que mejoren sus condiciones laborales”, aseguró Vega.

En ese aspecto se prevé la construcción de una planta de separación de reciclables, sector de compostaje y poda, sector de áridos, sector de voluminosos, taller de mantenimiento, planta de tratamiento de lixiviados y relleno sanitario con 20 años de vida útil, centro de primera infancia, vestuarios, planta de tratamiento de efluentes, cortina forestal, cerco olímpico perimetral, y área de amortiguación que alojará el monitoreo del agua subterránea, entre otros.

En la consulta pública que realizó el municipio de Luján en cumplimento con una demanda del BID, el intendente de la ciudad, Leonardo Boto, aclaró que este desarrollo se lleva adelante por “el bien de la comunidad” y aseguró que “no afectará ninguna fuente de trabajo, ni ninguna oportunidad de desarrollo para región”.

Asimismo, señaló: “No es un traslado de un basural de un lado para otro, sino la transformación completa del basural que conocemos y la construcción de un nuevo centro ambiental que nos va a permitir darle sustentabilidad al tratamiento de la basura”. Y concluyó que el proyecto cuenta con un respaldo “muy grande” en todo el arco político, entre los vecinos de barrios populares y privados, las sociedades de fomento, de la iglesia católica y de diferentes confesiones evangélicas, de la universidad y cooperativas, y la mayoría de los trabajadores.

Comentarios