Política

Veinte años no es nada

La pueblada de 2001 vista en clave de oportunidad y crisis a veinte años del estallido

El desembarazo del miedo, la militancia y los cambios sociales en dos décadas de modernidad, política y regreso al Fondo Monetario Internacional. La mirada de José Giavedoni, Norma Ríos y Juan Monteverde


Los aniversarios redondos suelen prestarse para los balances y la puesta en valor de lo acontecido: de dónde venimos y hacia dónde vamos A veinte años del estallido de 2001 hay actores que se repiten, con sus diferencias abismales: la deuda con el FMI, nombres de dirigentes conservadores con gravitación política propia (Patricia Bullrich, Ricardo López Murphy, Domingo Cavallo como consultor económico de legisladores, entre otros) y niveles de postergación y empobrecimiento críticos que obligan a un repaso de estas últimas dos décadas.

José Giavedoni, docente de la Escuela de Ciencias Políticas de la UNR e integrante del Pegues Cige (Centro de Investigación en Gubernamentalidad y Estado) entiende que “la cuestión del miedo es fundamental a la hora de pensar el orden político. Es imposible pensar la política de los últimos 40, 50 años sin tener en cuenta el elemento del miedo”. Para el investigador del Conicet, el miedo determina modos y formas de socialización y reacción social: “Cuando el miedo empieza a ser operativo, nos empieza a condicionar en cómo nos comportamos y ese condicionamiento se transmite, se contagia: cuando empieza a reprimirse, cuando uno deja de decir en ciertos ámbitos. Ese efecto de posesión del poder se visualiza a partir del miedo al castigo, a la espada pública”. El politólogo sostiene que la porosidad del miedo generado en los campos de concentración de la dictadura derramaron y afectaron en toda la sociedad argentina, y configuraron nuevas formas de relacionarse: “En el estallido del 2001, lo que sucede es que ese miedo muta. La sociedad reacciona desobedeciendo la amenaza del Poder Ejecutivo” y el miedo “a la fuerza pública desaparece.”

El miedo no actúa sólo sobre actos presentes, sino sobre una memoria

Giavedoni recuerda que durante la transición a la democracia, proliferaban textos que analizaban las políticas neoliberales sostenidas en Chile y en varias partes de Sudamérica a través del miedo, y exalta ese punto: “Frente a la amenaza que es promovida por el Poder Ejecutivo, la sociedad no reacciona exitosamente, sino que la desobedece por completo. Cuando De la Rúa sale a declarar el estado de sitio, con unos niveles de espontaneidad increíbles, la gente sale a la calle: ese miedo que operó durante la dictadura empieza a deflexionar. En los ‘80, a partir de las movilizaciones contra los carapintadas, hay una desobediencia civil que resquebraja ese miedo”. “El miedo a la desocupación y al hambre no impacta en todos los sectores sociales, hay que diferenciarlos en esa clave: en la década de los ‘90 inicia esa gran rodada hacia abajo, hacia la pobreza, por parte de las clases medias. Con el miedo todavía actuando en los cuerpos de las clases medias tras el recuerdo de las incautaciones de los plazos fijos en el alfonsinismo, esos sectores salen contra los bancos y se generan las imágenes de personas golpeando las vidrieras y las chapas” en las puertas de las sucursales bancarias. “El miedo no actúa sólo sobre actos presentes, sino sobre una memoria. El 2001 es el momento en donde la sociedad se desembaraza del miedo y sale”.

El exsecretario adjunto de Coad entiende que durante aquellos días, la consigna “piquetes, cacerolas: la lucha es una sola”, lo que se daba era una confluencia entre los sectores medios y los más postergados, en una unión de clases inédita. Pero hoy, esa unidad no existe: “Las esquirlas del 2001 hoy se ven en la ruptura de esa consigna: las organizaciones sociales se quedan de un lado luego expresado por el kirchnerismo, y luego las cacerolas del otro: sectores medios y medios altos que se encuentran referidos – mayoritariamente – en el macrismo”.

Norma Ríos, vicepresidenta nacional de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) coincide con esta mirada, y recuerda que “el pueblo rompió absolutamente con el terror institucionalizado de la dictadura. Se estaba viviendo un infierno” y “la burguesía se dio cuenta de que no podía seguir gobernando como lo venía haciendo” desde el regreso a la democracia en 1984.

La militante por los derechos humanos recuerda que la ciudad estaba “claramente dividida en tres partes: la gente que caceroleaba, que después fue al Monumento, los barrios como el mío, de trabajadores donde no pasaba absolutamente nada, protegiéndose de la versión de la cana de que los negritos iban a venir a apropiarse de las casas de los ricos. Eso era propio de la cana, de la misma forma que (la Policía) llamaba para darles comida, y cuando se acercaban los cagaban a tiros. Así murió Juan Delgado” y en un tercer lugar, “la zona de las villas que estaban bajo fuego” de la Policía.

Ríos recuerda que “la lucha estaba en alza y venía desde hacía muchos años y también había mucho de algo que no tenemos en este momento: la unidad total de las organizaciones políticas, sociales y sindicales que luchaban en la calle”. “Eso, desde mi teoría, lo rompe el kirchnerismo, incluso agregándole algunos factores como esta consigna de que el amor vence al odio”. “En relación a otros aspectos de los DD.HH., hubo un antes y un después de aquellos días en que gritábamos en las calles «al estado de sitio se lo meten en el c…», rompiendo el terror internalizado desde la dictadura con movilización y lucha en las calles” y retoma un elemento remanente de aquellos años: la impunidad. “Tendrían que estar todos presos, de Reutemann para abajo. La falta de justicia, no hubo justicia para el conjunto de la gente” en ninguna parte del país.

Norma toma el proceso del kirchnerismo como un “avance sobre las políticas de Memoria, Verdad y Justicia con la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, y bastante más tarde el Indulto”, lo cual generó toda una movilización en la sociedad en su conjunto, lo cual derivó en el crecimiento de las marchas por del Día de la Memoria: “Esos procesos tampoco se habrían dado de no mediar un 2001. Te permiten no sólo mucho más adelante los Juicios de Lesa Humanidad, sino también entender que se podía salir a reclamar”.

Todo lo sólido se desvanece en el aire: el 2001 como concepto

El concejal Juan Monteverde, por el bloque de Ciudad Futura, se siente parte de la generación de militantes que se formó al calor del estallido: “Hay una generación política, formada al calor de los cambios de paradigma que significó el 2001”. “Hay una romantización del 2001, tomando todo lo positivo, lo emergente como estallido social, y tenés la otra lectura donde se lo lee como una mera crisis económica”. El edil define como un momento de “mucha creatividad social y política: los movimientos de desocupados, que toman su voz porque no estaban representados y pasan a presentarse como sujeto político: el 2001 fue la irrupción sin tutelaje político de las primeras víctimas de la imposición del neoliberalismo como relato único en el mundo. Lo que estalla y que estalla previamente en el Caracazo en 1989 y en otras partes, esta única forma de hacer las cosas que está dejando cada vez más personas afuera del sistema” dice el militante: “Un «tomemos nuestro destino en nuestras manos», y ahí empiezan las asambleas como modo de organización y los cortes de ruta como modo de paro de los desocupados”. Monteverde nombra a este sujeto político en contraste con los trabajadores silvestres: “Si no tenés trabajo ¿a quién les estás reclamando? Esa creatividad política que fue necesaria en aquel entonces, es lo que viene a decir ‘la historia no se acabó’. El 2001 fue el ¡ya basta! de la Argentina, y desde ahí empezamos a escribir nuestra propia historia”.

Para el concejal, la deuda se ubica en que no se logró construir un modelo político, social y económico que lograra superar al que entró en crisis: “el kirchnerismo fue la respuesta del sistema político de su propia recomposición, hay una muy buena lectura de (Néstor) Kirchner de cuáles fueron sus imposiciones y el sistema se va rearmando en partes porque no hubo un sistema alternativo. La fase destituyente, de rebeldía, te permite nuclear a diferentes actores. Todos se pusieron de acuerdo en el no, pero al momento del SI empezaron los límites y por eso la reconstrucción fue de a partes.”

Giavedoni también encuentra un punto en esta mirada: “el quiebre de las identidades colectivas y de las enormes dificultades para las instituciones y organizaciones para interpelar a los suyos da lugar a la emergencia del individualismo”. La victoria cultural del Consenso de Washington y la caída del Muro de Berlín da lugar a un reordenamiento social y cultural que hace que “todos los esquemas sedimentados, todas las instituciones duras entran en crisis: la Iglesia, los sindicatos, las universidades, el propio Estado” dice el académico, y parafrasea a Zigmunt Baumann al diagnosticar que esas estructuras “pasan a ser más bien líquidas: identidades fragmentadas, clases y organizaciones líquidas que antes generaban una identidad hoy no constituyen un arraigo. Las estructuras duras pasan a ser sinónimo de atraso, y por eso el neoliberalismo interpreta que la desigualdad es la garantía del dinamismo”. Tanto para el concejal como para el politólogo, esta exacerbación desde lo cultural y lo político llevaron a los estallidos sociales que se vieron en gran parte de América Latina hacia el final del siglo XX y en particular, con la pueblada de diciembre del 2001 en Argentina.

Las deudas de lo que el tiempo nos dejó: “Hoy militar ya no es bien visto”

El uno de los últimos turnos de la generación que venía antes del 2001, después nos vendrá el nuestro: la disputa que se viene es entre quienes reivindicamos las participaciones directas y las reformas estructurales. Si en este momento de la historia no se producen cambios profundos, el futuro es oscuro”. Para Monteverde, el poder de los Estados es cada vez menor, a partir de la globalización. “Hoy la militancia barrial es la de movimientos sociales que ya están integrando espacios políticos. Hoy militar no está de moda, no es algo que sea atrayente”. “La raigambre ideológica del sujeto político que emergió del 2001 es muy diversa, y hay que saberla aprovechar”.

El militante de Ciudad Futura asegura que hoy estamos atravesando “una crisis civilizatoria absoluta”, aunque se muestra optimista aún en las dificultades que la actualidad presenta: “Si bien militar no está de moda, el feminismo y el movimiento de mujeres como movimiento profundamente transformador se da en la misma etapa histórica que la de la supuesta desmovilización que pretende el neoliberalismo, y nos exige dejar de pensar en términos binarios. Debemos aprovechar para pensar en capas”. “Apostar hoy más que nunca en la imaginación política, debemos inventar cosas nuevas” entendiendo que son el sostenimiento de las instituciones políticas clásicas “las que nos hemos arrastrado desde los ‘90” y “son parte de este problema”. El concejal concluye que “El gran legado del 2001 en términos generales es que si la gente toma en sus manos su propio destino, siempre hay esperanza”. “Por los canales tradicionales, la solución no ha aparecido.”

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