Coronavirus

Estados Unidos

La protesta antirracista que tumba monumentos en el mundo como símbolo del colonialismo

El repudio al asesinato de George Floyd, en Minneápolis, derivó en una ola de reclamos. Para quienes analizan la política y la historia, la crisis de la pandemia potenció la bronca


Especial para El Ciudadano

Lunes 25 de mayo, Minneápolis, Estados Unidos. Un kiosquero alerta al 911 que un afroamericano acaba de pagar con un billete de 20 dólares, que parece falso. En pocos segundos llegan dos patrulleros, que encuentran al “sospechoso” George Floyd caminando para entrar a su auto. Bajan cuatro efectivos y lo toman por la espalda, a lo que no se resiste. Uno de ellos se arrodilla en su cuello, para inmovilizarlo sobre la calle. El policía se llama Derek Chauvin. Sus tres compañeros uniformados miran. Floyd grita que no puede respirar y pide varias veces por su mamá. Alguien pide una ambulancia, que llega rápido aunque no lo suficiente para salvar a la víctima, que muere asfixiada. La escena dura ocho minutos cuarenta y seis segundos.

Alguien que pasaba, filma con un celular y el video rápidamente se viraliza. Y aunque el de Floyd no haya sido el primer crimen racial de la policía de Estados Unidos, la situación económica y social con la pandemia del coronavirus parece haber ayudado a que la bronca se extienda como un reguero de pólvora, trascendiendo inclusive las fronteras.

La consigna que moviliza es Black Live Matters (Las vidas negras importan), un movimiento que ya existía antes de este episodio y que atravesó toda la gestión Trump, pero que resurge con fuerza tras el caso Floyd. El BLM deriva también en una renovada bronca contra los monumentos que simbolicen el racismo y el espíritu colonial: desde los supremacistas blancos de la Guerra Civil, hasta el propio Cristóbal Colón.

La bronca desatada

Las protestas iniciales fueron en Minneápolis donde la comisaría terminó en llamas. Y en pocas horas la rebelión se extendió por todo el país, con repercusión en Europa. Las primeras movilizaciones terminaban con violencia, con imágenes impensadas para el epicentro del capitalismo mundial, como el saqueo a marcas reconocidas: Louis Voutton, Mercedes Benz, Nike o Apple. Incluso, en Atlanta, casi se produce la toma de la sede central del canal CNN.

Luego, empezaron a llegar otras postales, de manifestaciones pacíficas pidiendo al gobierno de Trump el fin de la violencia policial contra la población negra. Y también expresiones cargadas de bronca contra los íconos del racismo.

En Nashville, Tenesse, los jóvenes del BLM ataron una soga al inmenso monumento que recordaba a Edward Carmack, que a comienzos del siglo pasado fue senador y dueño de un diario. Desde allí, pidió que linchen a Ida B. Wells, una periodista negra que militaba por los derechos de los afroamericanos.

En Virginia, Richmonnd, se vandalizó la enorme estatua de Robert Lee, uno de los generales que perdió la Guerra Civil, luchando para los Confederados que se oponían a la abolición de la esclavitud. La bandera confederada es hoy el símbolo que usan los supremacistas blancos en Estados Unidos. Se la ve en las carreras de la Nascar y estaba pintada en el techo del auto de los Dukes de Hazzard, un Dodge naranja que en la serie hasta tenía nombre: General Lee.

Victoria Murillo, politóloga argentina que dirige el Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Columbia, en Nueva York, señala a El Ciudadano: “El fenómeno no es nuevo. Venía habiendo movimientos para sacar banderas confederadas de lugares públicos. Y en 2017, primer año de Trump presidente, en New Orleans habían logrado derribar otra estatua de Lee”.

Otra argentina, la profesora Claudia Bernardi que vive hace 40 años en Estados Unidos y actualmente reside en Stanton, Virginia, dice a El Ciudadano: “Mi casa está a unas dos horas de Richmmond. Por suerte, aquí el gobernador Ralph Northam es demócrata, es médico. Ha tomado decisiones correctas respecto al coronavirus, para empezar. Y ahora, con la escultura ecuestre de Robert Lee se está jugando una carta fuertísima. Acá existe una historia terrible. En muchos lados es como si la Guerra Civil no hubiera terminado. O como si la hubieran ganado los que perdieron. Todavía ves banderas confederadas en las casas, o en algunas camionetas enormes cuatro por cuatro. Por eso es espectacular que Northam se ponga al frente del reclamo popular. En 2017, cuando se intentó esto mismo, hubo un levantamiento neonazi que intervino y terminó con la muerte de una chica que se llevó puesta uno del Ku Kux Klan que le pasó por encima con el coche. Las dos cosas existen en este país. El racismo, que está enterrado en todos los Estados, de una forma u otra. Y ahora, el movimiento que se despertó con la muerte despiadada de Floyd resurge la resistencia a todo esto”.

Los antecedentes históricos

Con el brutal impacto de la pandemia como antecedente previo, la violenta muerte de Floyd profundizó el fenómeno. Y la lista de monumentos tumbados, siguió. Antonio Oliva, historiador rosarino, señala: “Es notable ver lo que está pasando, tanto en Estados Unidos como en Europa. Los afroamericanos no tuvieron en ambos continentes el mismo tratamiento, al menos en las últimas décadas. Pero sin dudas hay un puente, acelerado por la crisis que profundizó la pandemia en términos globales. Ver como en Bélgica o Inglaterra tiran monumentos a comerciantes de esclavos que la historia oficial convirtió en próceres tiene que ver con el pasado, aunque también con la situación económica y con la pésima gestión de algunos países ante el coronavirus. Eso se junta y explota con movilizaciones, con expresiones violentas contra lo que simbolice el racismo en los espacios públicos”.

Oliva agrega: “Los principales países europeos se convirtieron en hegemónicos como resultado de las masacres y la expoliación que cometieron hace varios siglos. Hay una memoria de ese mundo injusto, marcado por el esclavismo y el colonialismo, que está en los orígenes del capitalismo. Es un pasado terrible, que aflora en este contexto, congelado en esas estatuas que ocupan lugares centrales en muchas ciudades. Hay una toma de conciencia de lo que significa ese pasado oprobioso”.

El historiador rosarino, docente de Historia Europea en la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, explica: “Hay un primer período del tráfico de esclavos, que lo empiezan los españoles y portugueses. Y una segunda etapa, del siglo XVI al XIX, con las otras naciones emergentes de ese momento, que son Holanda, Francia, Gran Bretaña y Bélgica. En ese momento, el esclavismo se relaciona con el nacimiento del capitalismo. Europa pasó de un 3 por ciento del comercio total de esclavos en los años del 1500 al 1600, a tener un 50 por ciento con la Revolución Industrial, doscientos años más tarde”.

Otros símbolos al piso

En un primer repaso, Oliva nombra las siguientes estatuas vandalizadas, o simplemente retiradas por autoridades locales, para evitar que las tumbe una movilización:

Edward Colston: en Bristol, en el sur de Inglaterra, lo pintaron, lo tumbaron y tiraron al río. Era el dueño de la Royal African Company, la firma inglesa que traficaba esclavos desde África a lo que sería después Estados Unidos y Brasil, en el siglo XVII.

Robert Milligan: en Londres. Llevaba esclavos a Jamaica, donde tenía enormes plantaciones.

Cecil Rhodes: en la ciudad inglesa de Oxford los estudiantes pidieron que se saque el monumento del empresario británico dedicado a la extracción de diamantes en Sudáfrica y uno de los símbolos del imperialismo británico, promotor del régimen de apartheid en el sur de África.

Leopoldo II: en Amberes sacaron la figura de quien fue rey de Bélgica y estuvo al frente del genocidio en la actual república del Congo, que durante muchos siglos fue una colonia conocida como el “Congo Belga”.

Jay Banks: en Texas, Estados Unidos, su estatua adornaba el aeropuerto. Fue retirada. A comienzos del siglo XX, fue capitán de la patrulla rural “Los Rancheros” y responsable de la muerte de numerosos mexicanos, antes dueños de ese territorio.

Cristóbal Colón: en Boston, Miami, St Paul y Richmmon, la bronca antirracista se llevó puesta la memoria del que dio, justamente, el nombre al movimiento colonizador.

8 minutos, 5 siglos

En YouTube se puede escribir “Crimen Floyd” y la búsqueda ofrece cientos de resultados. La imagen de Derek Chauvin con la rodilla en el cuello del afroamericano en Minneápolis parece haber llegado más allá, hasta conmover los cimientos de una sociedad llena de injusticias cotidianas. “Fue como echar un fósforo en kerosene”, explicó a El Ciudadano la periodista argentina Silvina Sterin Pensel, desde Nueva York. En adelante, la bronca de hoy se irá, probablemente, institucionalizando. Aunque la radicalización de estas horas hace pensar que, tal vez en esta ocasión, el incendio esté sirviendo para desnudar una moral que tiene al menos cinco siglos.

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