País

Entrevista

“La prohibición del trabajo sexual aumenta la clandestinidad”

El libro "Puta Feminista" da cuenta de la realidad de los y las trabajadoras sexuales argentinas. La voz de la secretaria general de Ammar, Georgina Orellano


Por Flavio Colazo- La Nueva Mañana
GEORGINA ORELLANO, AUTORA

En Puta Feminista: Historias de una trabajadora sexual, su autora, Georgina Orellano, presenta desde la singularidad -y desde la voz del colectivo del cual es parte-, una serie de historias referidas al rol laboral que desempeña desde la particular perspectiva que le da la pertenencia plena al ámbito sobre el cual escribe: la vida de los y las trabajadoras sexuales argentinas. En diálogo con La Nueva Mañana, Orellano se expresó sobre el contenido del libro y sobre la actividad que lleva a cabo desde la Secretaría General de la Asociación de Mujeres  Meretrices Argentinas.

 

¿Por qué escribiste este libro,  y por qué escogiste ese título: Puta Feminista?

– Lo escribí porque sentí que había una necesidad imperiosa de que al  campo de la literatura  pudieran llegar “nuestras” palabras, en primera persona; porque históricamente hemos sido escritos desde un lugar secundario donde han invisibilizado parte de nuestra lucha sindical, donde hay un corrimiento constante de nuestra voluntariedad, nuestro deseo y nuestra palabra, para que las “putas” tengan también nuestras palabras, y para que nuestros saberes tengan el mismo valor que se le da a lo que otras personas escriben sobre nosotras. Elegí “Puta” porque sigue siendo una palabra estigmatizante, utilizada para insultar -sobre todo  a mujeres, lesbianas, travestis y transgéneros-, que tiene una carga peyorativa, utilizada como insulto  a la hora de pretender aleccionar y/o disciplinar a otras personas, que tiene que ver con el estigma social para con las personas que ejercen el trabajo sexual; no hay otra actividad -ni identidad política- que se utilice como insulto del modo que se utiliza todo lo referido a nuestro trabajo-, pareciera que lo peor que te puede pasar en esta sociedad es ser “puta”, estar parada en una esquina; además están la vergüenza y la culpa con que se carga a esta palabra. Y Feminista porque así como nos reapropiamos de la palabra “puta” -para sacarle toda esa carga negativa e injuriosa- entendimos que hay que dar una batalla desde el lenguaje, partiendo de que sabemos que todo lenguaje es político entendimos que el feminismo es una lucha que tenemos que dar las trabajadoras sexuales en los espacios feministas para que nuestras voces sean escuchadas, para que nuestras demandas sean respetadas, para que nuestra existencia también se haga valer y sea respetada, porque durante mucho tiempo nosotras nos hemos sentido expulsadas de estos sectores donde -con formas virulentas- intentaban señalarnos y cuestionarnos nuestras decisiones, y cuestionar la identidad que construimos como trabajadoras sexuales y nuestras demandas hacia el Estado, que principalmente es el reconocimiento del trabajo sexual como un trabajo más. Por esas batallas que hemos tenido que dar –una cultural y otra política- es que elegí estas dos palabras que tienen mucho significado en la lucha que llevamos adelante las trabajadoras sexuales.

¿Con qué contenido se va encontrar el lector de tu libro? 

– Con historias personales, que van desde cómo comencé en este trabajo y cuáles fueron las dificultades con las que me encontré, a cómo se lo conté a mi familia, y sobre todo cómo transité la maternidad siendo trabajadora sexual; y también con experiencias colectivas, que van desde cómo nos organizamos, cómo es la vida de las trabajadoras sexuales mientras esperan los clientes, cómo se construye la solidaridad y la ternura entre las compañeras, a cómo fue para nosotras transitar el camino de la politización, y entender que lo que nosotras hacemos no es un delito, y considerar la posibilidad de exigir mejoras en las condiciones laborales, se da cuenta de cuál es nuestro lugar dentro del feminismo y el sindicalismo;  también hay historias de violencia institucional y muchas experiencias callejeras -que se dan en el territorio-  que la gran mayoría de las personas desconoce.

¿Qué es lo que más molesta al colectivo en cuanto al trato social que reciben?

– Que todo el tiempo nos estén cuestionando nuestra decisión, que se señale que la decisión de asumir este trabajo no puede ser legítima, que se niegue la voluntariedad, que se expongan discursivamente –desde nuestras existencias- deseos que no son los nuestros, que cuestionen nuestra palabra, que indaguen indiscretamente nuestras vidas privadas; todo eso hace que muchas compañeras prefieran el ocultamiento, que no quieran que sus familias se enteren del trabajo que hacen por temor a ser excluidas, señaladas y discriminadas desde sus propios entornos; resumiendo: el trato diferencial presente cuando el sujeto político que demanda derechos es una trabajadora sexual.

Vayamos al rol  de Ammar… ¿A quiénes nuclea, y cómo articula con las distintas áreas gubernamentales?

– Asociación de Mujeres Meretrices Argentinas (Ammar) es el Sindicato de Trabajadoras y Trabajadoras Sexuales de la Argentina; nació entre fines  1994 y el inicio de 1995, y hace 28 años que somos parte de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), es una agrupación nacional que nuclea a las personas mayores de edad que ejercen e trabajo sexual –independientemente de la modalidad en que lo realizan, y más allá de su identidad de género-, agrupa a 6500 compañeras y compañeros, está presente en 12 provincias, y articula –con los diferentes gobiernos- en las áreas de Desarrollo Social, Secretarías de Mujer, Género y Diversidad, también con las áreas vinculadas a la salud. Hoy estamos enfocadas en que las compañeras puedan asistir a los hospitales y puedan atenderse de modo integral, sin ningún tipo de mirada discriminadora o de expulsión del sistema sanitario. Ammar  es el lugar que nos dio identidad como trabajadoras e identidad de clase, y pertenencia en la clase trabajadora, que es explotada, pero que se organiza para mejorar sus condiciones de vida. Ammar nos dio voz a quienes históricamente fuimos silenciadas.

 

¿Cuáles son los principales focos de atención de su sindicato hoy?

– El acceso a la vivienda es uno de ellos; la violencia institucional –sobre todo policial- es otro; sobre esto nos encontramos con muchas limitaciones para poder articular con el Estado. El tercer foco está puesto en el acceso a derechos; no tenemos obra social ni podemos a hacer aportes jubilatorios – hay compañeras de más de 60 años que siguen trabajando y no cuentan ni con jubilación ni cobertura social alguna-. Esperamos que nuestro trabajo sea reconocido y así contar con una herramienta nacional  para poder avanzar en el alcance definitivo de nuestros derechos laborales y humanos.

¿Cómo ven el tema de la trata de personas desde Ammar?

– Hay otros rubros laborales que también están atravesados por la trata de personas, la explotación y las condiciones de insalubridad, por ejemplo, el trabajo textil y el trabajo rural. Sin embargo, hay diferencia de cómo el Estado aborda el tema de la trata de personas en estos casos; pero en el caso de los trabajadores sexuales hay un corrimiento de la voluntariedad de las personas que asumen este trabajo; y el estado –que nos toma a todas por víctimas, y que no escucha nuestras voces-  ofrece  una solución mágica: clausurar los lugares, establecimientos y espacios donde ejercemos nuestra labor y prohibir el ejercicio de nuestro trabajo. Esto no ha disminuido la trata de personas, sino que ha aumentado la clandestinidad y la criminalización hacia las trabajadoras sexuales.  Nunca la prohibición ha sido solución, de eso las putas podemos dar cuenta.

 

Comentarios