Cultura

hugo mujica sobre su antología poética

“La poesía es el más autónomo de los géneros, aparece cuando quiere”


LITERATURA
Al alba los pájaros
Antología poética 1983-2016
Hugo Mujica
El Hilo de Ariadna, 291 páginas

El testimonio verbal del proceso creador del poeta Hugo Mujica es indisoluble de su trabajo poético. En una misma línea interactúa con su extensa producción, donde la materialidad de la palabra se funda en una suerte de trascendencia sobre la lógica de las vivencias y del decir. Mujica practica una búsqueda de las relaciones del lenguaje, busca el equilibrio que está detrás de su función utilitaria. Va por la polisemia de las estructuras para encontrar su potencia. Mujica trae consigo una vastísima experiencia de vida –y de escritura si se tienen en cuenta sus más de veinte libros entre ensayos y poesía– que traduce en poemas breves de delicada radicalidad. La antología Al alba los pájaros es un ejemplo de esta alquimia en busca de lo inesperado, de cierta pureza mística donde el despojo, el silencio, la abertura, el tajo son condiciones necesarias para que surja “ese espacio donde haya palabras que no las diga el poeta, sino que se digan a él, algo así como pasar a la escucha en vez del decir”, plantea Mujica y afirma: “Creo que el autor debería dejar de ser la autoridad sobre su obra”.

De temperamento instintivo, Mujica busca que sus palabras tengan luz, color y hasta sonido sugiriendo la “…idea de que todo tiene que ver con todo, que es ilusoria esa separación de que porque es la mañana, canta el pájaro, porque si no cantara el pájaro, no sabríamos que es la mañana”, aludiendo a una línea de un poema de donde extrajo el título de esta antología. Andador empedernido, Mujica vivió en Estados Unidos en los albores de los 60, nada menos que en el turbulento Greenwich Village donde conoció y compartió momentos creativos con artistas plásticos y hasta con el mismo Allen Ginsberg. Trabajó junto a Timothy Leary en investigaciones y experiencias con LSD y otras sustancias de igual tenor. Fue discípulo de un gurú de origen indio en una granja situada en las afueras de New York; luego hizo vida monástica como monje de la orden trapense y vivió siete años bajo voto de silencio para desde allí partir hacia la poesía, estimulado por acercarse al misterio del lenguaje porque allí también yace el misterio de la vida. “Yo estaba en la cocina del monasterio, vi que se ponía el sol y fui y agarré un lápiz y anoté: «…se pone el sol tras la ventana de la cocina, el té está casi listo», y cuando me separé del papel vi que había nacido a eso”, cuenta Mujica de aquella experiencia primera. De regreso en el país ya avanzados los ochenta, estudió Filosofía, Antropología Filosófica y Teología en Buenos Aires y cursó un seminario hasta terminar convertido en un sacerdote. Una iglesia lo tuvo ejerciendo esa práctica hasta que la escritura fue más fuerte.

Presentado hace diez días en Rosario por Hugo Mujica, en el Ciclo de Poesía en el teatro El Círculo que coordina el poeta Héctor Berenguer, Al alba los pájaros es una antología que contiene poemas de los doce libros publicados por el autor hasta el momento. Como una particularidad, además de la intensidad breve de cada poema, enormes blancos de página preceden al texto. En lo que sigue, Mujica refiere la materia con que están hechos los versos de esta antología y de la respiración que tienen.

—El título de la antología surge de uno de tus versos, ¿qué condiciones reunía para usarlo de ese modo?

—Sí, sale de este verso: “No es que al alba / canten los pájaros: / al alba es el alba / que los canta”, que alude a ese movimiento en que todo fluye en todo, es un verso de mi último libro y apunta hacia un lugar en el que me gusta jugar mucho con la idea de que no hay diferencia entre el alba y el pájaro en el sentido de que los dos hacen un canto, estoy muy enganchado en esa idea de que todo tiene que ver con todo, que es ilusoria esa separación de que porque es la mañana canta el pájaro y si no cantara el pájaro no sabríamos que es la mañana.

—Tenés algunas figuras que se repiten, que son consecuentes, como la del “tajo” que empleás mucho, ¿qué tipo de peso específico les das en tu obra?

—Hay una figura central de mi poesía que es lo abierto, la apertura que no se puede nombrar y donde está todo, y el tajo viene a ser la dimensión dolorosa del abrirse, porque el abrirse humano no es armónico, el nacer incluso no es armónico, ya que sangra por todos lados, es bueno en el sentido de que te abrís pero a la vez te desgarra, la abertura humana es desgarro, es decir, el parto es partida también, uno partió lejos de la comodidad de la madre.

—Otra línea de uno de tus poemas dice: “Golpeando la puerta / de la casa vacía / no para que me abran / para escucharme llamando”, ¿a quién llama el poeta?

—En todos mis libros, hasta Paraíso vacío, hay un sujeto que se refiere a otro sujeto o a un objeto, y después desaparece el yo y no hay más una invocación sino que hay una descripción de los elementos de la naturaleza, el viento, la lluvia, desaparece la invocación y el sujeto que invocaba y creo que es algo que ni siquiera me propuse. Creo que el autor debería dejar de ser la autoridad sobre su obra, tiene que dar un paso atrás para que surja ese espacio donde haya palabras que no las diga él, sino que se digan a él, algo así como pasar a la escucha en vez de al decir.

—Hacés mucho hincapié en el silencio, ¿qué sería el silencio para vos y cuánto tiene que ver en tu quehacer poético?

—Tiene que ver como fundamento, yo empecé a escribir después de estar siente años en un monasterio bajo un voto de silencio, y recién al tercer año de estar ahí empiezo a escribir, yo venía de la plástica, nunca había escrito, entonces el silencio para mí no era un concepto sino el lugar desde donde nacía la poesía, y para mí recurrir al silencio cotidianamente es recurrir a donde todo empieza, donde la palabra arraiga y desde donde brota, para mí el silencio encarnado es aprender a escuchar, la existencia entera es una donación de sentido que busca al hombre para tener palabra.

—Tenés muchos libros de ensayos, ¿qué te seduce más, poesía o ensayo, y cuándo tiene lugar cada cosa?

—Prefiero la poesía, siempre pienso que el ensayo es como lo que hago mientras espero que aparezca la poesía; de todas maneras mis ensayos son cada vez más poéticos y pienso que cada vez más mi pensamiento es poético o necesita de la poesía para decir lo que quiero decir, el límite entre ambas prácticas se está borrando.

—¿Cuándo aparece en vos la poesía?

—Yo estaba en la cocina del monasterio, vi que se ponía el sol y agarré un lápiz y anoté: “…se pone el sol tras la ventana de la cocina, el té está casi listo” y cuando dejé el papel vi que había nacido a eso.

—Y ahora, ¿cuándo aparece la poesía?

—La poesía aparece cuando quiere, es el más autónomo de los géneros, no te podés sentar y decir que vas a escribir una poesía, porque realmente es un encuentro con algo que te impacta, puede ser un sonido, una palabra, una calle, como algo que te toca y te empieza a preocupar y empezás a andar atrás de eso, pero eso te pasa, no es que lo hacés, lo mismo que no podés salir y decir “me voy a enamorar…”, sino que salís y te enamoraste, esto es lo mismo, es algo a lo que te hacés vulnerable, aprender a escribir es hacerse vulnerable, dejarse tocar y esa resonancia del toque es lo que dispara el poema.

—Los grandes blancos que hay en las páginas de tus libros ¿qué significan?

—No estoy tan seguro, porque cuando me lo preguntan suelo contestar otra cosa, a mí me parece lo más lógico del mundo, no entiendo por qué los demás llenan la página entera, creo que es como una especie de puntuación, sería como el grado cero y con la idea de que abajo está la tierra y arriba el cielo, entonces el poema está abajo para que se abra hacia arriba, diría que de lo que estoy hablando es de ese silencio del blanco de la página.

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