Espectáculos

Un verano fresquito 

La obra “El túnel del Banco” se verá este sábado en el Distrito Sudoeste

El dramaturgo rosarino Juan Pablo Giordano cuenta cómo escribió la obra teatral que, ambientada en diciembre del 2001, se estrena este fin de semana con dirección de Nicolás Jaworski


Diciembre de 2001. Un mes que quedó registrada en la historia argentina. Una marca del horror, el miedo, el fraude, la muerte, el llanto, las corridas, las caídas, la desesperación y la incertidumbre. La caída de un gobierno (¿o huida?), el estallido social y económico de un país, la muerte de 39 personas de mano de las fuerzas policiales, la pérdida de los ahorros de miles de familias, saqueos y la angustia de una semana que incluyó también la asunción de cinco presidentes.

Quien no conozca la historia del país y lea esto bien puede pensar que es un disparate, un resumen digno de una obra tragicómica que buscará volver loco al espectador con tantas sensaciones a flor de piel para ganarse el aplauso casi por inercia de tanta información o saturación. Pero pasó.

El dramaturgo rosarino Juan Pablo Giordano vivió esos días, fue testigo de las corridas y manifestaciones en Capital Federal y diez años más tarde, en una nueva visita a Buenos Aires, sus palpitaciones aumentaron al llegar a la zona de Congreso y decidió sumarse a una excursión donde la bronca de esos recuerdos de 2001 y las preguntas surgidas en la visita guiada hicieron un click en su cabeza. Tras cinco horas sentado en un bar, sin parar de tipear, coleccionando tacitas de café alrededor de su notebook, y algunas migas de medialunas que se apoyaban sobre el teclado, surgieron las dos primeras escenas de El túnel del Banco, la obra teatral que ganó el Concurso nacional de dramaturgia en 2011 por el Fondo Nacional De Las Artes y que este sábado estrena dentro del ciclo Un Verano Fresquito con las actuaciones de Lala Brillos, Mumo Oviedo, Martín Ovando, Martín Mazzucchelli, Nicolás Terzaghi y Juan Pablo Yévoli, todos bajo la dirección de Nicolás Jaworski.

La obra transita, precisamente, durante las corridas y manifestaciones. Ya con un corralito anunciado por el entonces ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo y en medio de las huelgas, saqueos y cacerolazos. Mientras la Plaza de Mayo es un caos en la superficie, un pequeño grupo de gente se encuentra en el subsuelo de la sede central del Banco Nación, a unos metros de la Catedral donde descansan los restos del Libertador José de San Martín y frente a la Casa Rosada. Dos empleados del banco, un guardia de seguridad, un obispo, y dos granaderos que custodian al Padre de la Patria quieren sacar provecho de la situación e intentan saquear la bóveda del tesoro del banco.

—¿Cómo surgió la idea de hacer una comedia ante tanta tragedia?
— Soy de Rosario, me fui a estudiar guion de cine a Buenos Aires en los 90 y me quedé diez años. Cuando ya estaba viviendo otra vez en Rosario viajaba una vez por semana a Buenos Aires por una beca, entonces hice una visita a los túneles de la Manzana de las Luces, que construyeron los jesuitas en el siglo 18. Se estaban por cumplir diez años del estallido del 19 y 20 de diciembre del 2001 y de repente, de la nada, sentado en un banco de la Plaza de Mayo se me ocurrió la idea. Entré a la Catedral y vi a los granaderos que custodian el Mausoleo de San Martín. También en ese momento se había hablado de sacar la estatua del General Roca que está a la vuelta, en la Diagonal sur (llamada Julio Argentino Roca). Me volví a Rosario, me senté en un bar y escribí como cinco horas seguidas las dos primeras escenas de la obra: dos granaderos que custodian al Padre de la Patria se meten en un túnel y se pierden debajo de la Plaza de Mayo. En el mismo momento dos empleados del Banco Nación se tienen que quedar después de hora porque no le cierran las cuentas, mientras en la plaza de Mayo se empieza a reunir la gente cacerolazo tras cacerolazo. El Padre de la Patria es San Martín, pero de alguna manera en mi cabeza apareció Roca como un segundo padre, casi un padre apropiador, el padre de la argentina moderna, el del modelo que para esa fecha, el 20 de diciembre, estaba estallando por los aires. Entonces Roca también tenía que estar, por lo menos su imagen, en un cuadro en la oficina de los empleados que pierden plata. Terminé de escribir la obra en un mes y la mande al concurso de obras inéditas del Fondo Nacional de las Artes y ganó la primera mención.

—¿Dónde estabas durante el estallido? ¿En Rosario o en Buenos Aires?
— Vivía en Once, sobre Avenida Rivadavia. La noche del 19 de diciembre la mitad de Buenos Aires pasó por abajo de mi balcón y con mis compañeros de casa nos fuimos para la plaza. Al otro día no podíamos creer tanta muerte. Luego vino la semana de los cinco presidentes, y después otro pequeño estallido que fue la asunción de Duhalde. Estuve en la calle toda la semana. Viendo cómo se repartían palos para los manifestantes. Esas imágenes no me las voy a olvidar nunca.

—Más allá del contexto en el que transcurre la obra, los personajes están en una bóveda ¿Hay mención de lo que pasa arriba, en el exterior?
—Sí, claro. El tiempo está comprimido en la obra. Desde que empezaron los saqueos (15 o 16 de diciembre) hasta la renuncia de De la Rúa (20 de diciembre) pasan cuatro o cinco días. En la obra eso se nombra y se contextualiza todo el tiempo. Ellos están abajo pero saben perfectamente lo que pasa arriba.

—¿Hay una lectura adicional con la elección de esos personajes?
—Los personajes no se representan más que a sí mismos. No son estereotipados. Pensé en esos seis personajes porque me fueron saliendo así a medida que escribía la obra. El personaje del Obispo no es el obispo de Buenos Aires (Bergoglio en ese momento), sino que podría ser otro, alguien que, circunstancialmente, se encuentra en la Catedral y se las arregla para entrar el túnel. Los empleados del banco no son iguales, uno es el hijo del gerente y jefe de la sección y la otra es una empleada común que ve pasar jefes y cargos políticos todo el tiempo, me pareció que había un buen contrapunto ahí. Y los granaderos son dos pero son una unidad, como Rosencrantz y Guildenstern. El personal de seguridad es propio de la purga de la bonaerense de los 90, un matón que es un peligro hasta para la propia policía.

—¿Los personajes tienen un plan o fue puro arrebato?
—Ellos no hacen un boquete como en El robo del siglo, simplemente aprovechan una situación, que es la de los bancos apropiándose de los ahorros de la gente. “Si el banco se queda con los ahorros, entonces nosotros nos quedamos con la plata del banco”, se dicen. Lo que se cuestiona es que robar siempre está mal, es inmoral, pero si el superministro y el presidente sacan un decreto avalando un robo (el corralito) entonces ese robo sigue estando mal, sigue siendo inmoral, pero ya no es ilegal. Por ahí viene. No tienen ningún plan. Si hay plata se la llevan. Pero para eso tendrían que entrar a la bóveda. Esta obra es una reflexión en tono de comedia sobre un hecho trágico de la historia argentina (uno de tantos hechos trágicos). Creo que la mejor manera de recordar la historia es a través del humor. Esta obra nos hará revivir esos momentos, cómo se llegó a eso. Ya lo dijo Woody Allen: “La comedia es tragedia más tiempo”. El tiempo es lo que necesita la tragedia para convertirse en comedia, por eso –según Allen- hay que mantenerlo vivo, para no repetirlo, y no llorar de nuevo.

Para agendar

El túnel del banco integra la programación del ciclo Un verano fresquito y se presenta este sábado y el próximo, a las 21, en el Distrito Sudoeste Emilia Bertolé, de Avenida Francia 4435. La entrada cuesta cien pesos.

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