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La Navidad está llegando, como siempre

Por: Carlos Duclos

El título de esta columna de hoy puede interpretarse según las creencias del lector, sus estados de ánimo o su capacidad para discernir sobre el escenario en el que transcurre su vida. Si tal escenario, en lo personal, ha cambiado, seguramente estará demás el “como siempre”. En lo que concierne al orden social, el título es justo, porque para un grupo importante de personas, para casi toda una sociedad, la Navidad llegará “como siempre” y si se azuza un poco la capacidad reflexiva o recordatoria, habrá alguien que podrá incluso añadir: “peor que siempre”.

Es cierto, suena mal, tiene sabor a pesimismo, pero ¿sería justo no expresarlo? Supondría algo así como esconder el polvillo debajo de la alfombra ¿O no? De todos modos, no todo está tan mal. Hay que reconocer, para no cometer el error de la condena caprichosa o de la vacuidad opositora, que el gobierno nacional, por ejemplo, ha concedido hace poco una asignación universal por hijo por un monto de 180 pesos. La medida, como se expresa en la norma, no terminará con la pobreza (“con una sola medida no se puede terminar con la pobreza”, se manifiesta), pero tampoco se puede criticar sin más como lo ha hecho buena parte del arco opositor, a quien nada que provenga del gobierno le parece adecuado. No es extraño, por otra parte, esta actitud opositora, porque forma parte de la cultura política argentina y es una de las razones de que esta Navidad, como otras desde hace muchísimas décadas, sea como siempre.

Es que la dirigencia nacional (y una porción importante de la sociedad) no pone por obra el pensamiento de Dickens plasmado en una de sus obras: “Honraré la Navidad en mi corazón y procuraré conservarla durante todo el año”.

Para poder hacerlo, claro, hay que comprender qué cosa es la Navidad. Para algunas personas será la oportunidad para compartir una fenomenal comilona no exenta de uno y otro brindis; para ciertos creyentes consistirá en la celebración del nacimiento de Jesús observando el rito; para otros, muchos más de lo que el lector se pudiera imaginar, la Navidad será una oportunidad para advertir la pobreza o la angustia en que se vive. Sí, porque es en el momento del festejo de unos cuando otros toman conciencia de la nada a la que han sido arrojados por el destino o por los propios hombres.

Muy pocos, ciertamente, comprenden lo que la Navidad significa. Y para comprenderla no necesariamente se debe creer en Jesús como el Cristo, o el Mesías, o el Hijo de Dios, sino que basta con creer en su mensaje. Un mensaje que se resume en el principio breve, pero inmenso, del amor al prójimo.

Pero claro, la Navidad está llegando como siempre, con pobres, hambrientos, desamparados, discriminados, angustiados, desocupados, subocupados, enfermos que no reciben socorro oficial, familias destruidas por  la ola delictiva, narcotráfico, y la lista sigue.

Pretender que este es un problema que tiene vigencia por pura responsabilidad del gobierno, es circunscribir la cuestión a un ámbito y por tanto es incompleto e injusto el análisis. Este es un problema de todos, entre los que no puede estar ausente la hipocresía opositora, sea política o no.

El asunto que no ha tenido resolución en este país, la Navidad como siempre, se debe a que muy pocas veces se la honró y se la conservó para toda la vida.

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