Espectáculos

La Misa Criolla, mensaje espiritual que trasciende fronteras

Darío Volonté y Zamba Quipildor cantarán la tradicional Misa Criolla junto a un coro de cien voces. Anticipo de Navidad, en su 14º edición, esta noche a partir de las 21, en el Monumento Nacional a la Bandera.

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Por Javier Hernández

En vísperas de una nueva Navidad y como es costumbre desde hace catorce años, esta noche a partir de las 21, la Misa Criolla volverá a extender su mensaje de paz en la ciudad. Con el Monumento Nacional a la Bandera como escenario privilegiado, la velada contará con la participación del cantor jujeño Zamba Quipildor,  el tenor Darío Volonté y un coro de más de cien voces dirigido por el maestro Augusto Gilli.

Desde una naturaleza que no se limita a lo estrictamente religioso, la Misa Criolla es una obra folclórica compuesta en 1964 por el músico Ariel Ramírez y que, considerada como una de las piezas cumbres de la música argentina, comprende las más genuinas búsquedas espirituales del hombre.

“La Misa Criolla es una obra ecuménica que funde a todas las religiones enviando, sobre todo, un  mensaje de paz, hermandad y de verdades que trascienden al hombre”, dijo en diálogo con El Ciudadano el reconocido tenor Darío Volonté. Ex combatiente en la Guerra de Malvinas y uno de los sobrevivientes del hundimiento del crucero General Belgrano, Volonté analizó en el marco de la charla cómo el canto se convirtió en un catalizador de experiencias, al tiempo que habló del significado que tiene como obra la Misa Criolla y de su responsabilidad como artista en el fortalecimiento de la memoria de lo que pasó en Malvinas.

“Contribuyo a difundir la lírica, a llevarla hasta el último rincón del país. Eso también es hacer patriotismo y hacer válida la responsabilidad que uno tiene como artista”, expresó.

—¿Había compartido en otra oportunidad el escenario con Zamba Quipildor?

—Cantamos juntos dos veces la Misa Criolla: una en la Catedral de La Plata y otra en Berazategui; esta será la tercera oportunidad, así que ya la conocemos bastante bien y en el escenario nos sentimos como en una especie de alquimia. Yo siento que es como cantar entre amigos pero con un nivel de profesionalismo altísimo.

—¿Cómo se prepara para la realización de una obra como esta?

—En cuanto a la preparación, es igual a lo que hago con una ópera o un concierto lírico: la forma de trabajo siempre es prepararse con tiempo, vocalizando y trabajando las frases de inflexión para que salga un trabajo artísticamente creíble y de gran nivel. En este caso, es muy lindo cantar con un tipo como Zamba al que admiro y tengo mucho respeto, así que está todo dado para hacer un gran concierto junto a la agrupación musical de él, un coro de 120 cantantes y la presencia del maestro Augusto Gilli.

—Sobre la obra Ariel Ramírez dijo que “no debe verse como un mensaje estrictamente católico sino como la expresión de un sentimiento universal vinculado al deseo de paz”. ¿Qué importancia profunda tiene esta obra para usted?

—Pienso la Misa Criolla como una obra ecuménica que funde a todas las religiones enviando, sobre todo, un mensaje de paz, hermandad y de verdades que transcienden al hombre. La obra de Ariel Ramírez plantea un mensaje espiritual y musical que traspasa todas las fronteras y, como hace la música en general, algo que ya demostró Daniel Barenboim con su orquesta, está más allá de cualquier dogma o creencia. Todas las religiones, mismo aquellas donde tal vez entre sí puedan tener diferencias de criterios o enfoques, se pueden fundir a través de la música. La música traspasa y va al espíritu del hombre, eso es lo más importante. La Misa Criolla es un mensaje espiritual que transciende al hombre.

—Combatió en la Guerra de Malvinas y después de terminada empezó a estudiar canto. ¿Siente que canalizó sus emociones a través de la música?

—Antes de la guerra cantaba en coros de la iglesia apostólica donde empecé a hacer las primeras experiencias tanto en canto coral como solista dentro de las liturgias; después descubrí que tenía una voz, empecé a practicar, conocí a mi primer maestro, el barítono José Crea, y una cosa fue trayendo la otra. Como muchas cosas en mi vida fueron viniendo, algunas las busqué y otras aparecieron solas. Me di cuenta que podía llegar a tener un medio de vida a través del canto, a pesar de acceder de grande, porque las primeras experiencias profesionales fueron alrededor de los 31 años, después de trabajar de fletero, entre otros oficios. El canto fue lo que amalgamó y catalizó todas mis experiencias de vida, tanto las de la guerra como las de chico o las de mi adultez, y es el lugar desde el cual hoy puedo expresar en forma completa todas las vivencias.

—A 27 años de su comienzo profesional, ¿qué le brinda hoy la música?

—La posibilidad de vivir momento a momento y saber que nada está escrito, nada está perdido pero tampoco nada está ganado, y que la vida es una oportunidad constante. Salvarse de una guerra, como digo siempre, es como la persona que tiene una enfermedad terminal o un diagnóstico severo y de pronto le dicen que está sano, la guerra es eso. Trato de aprovechar las experiencias, de vivir relajado y tranquilo, sin necesidad de que el cuerpo me lo esté avisando. La guerra te enseña a vivir cada momento profundizando en la raíz espiritual de uno, vivir terrenalmente y creer en esa fuente universal de la que todos salimos y a la que todos vamos a volver. En eso se nos va la vida y también de eso se trata: de vivir, aprender, experimentar, sentir. La guerra también te enseña a vivir en paz. Quizás el capital de haber sobrevivido es un valor que se ve con el paso de los años. Igual, me queda la sensación y la conciencia que debemos honrar la vida en todo momento, viviéndola lo mejor que se pueda.

—Desde ese lugar, ¿cuál es la responsabilidad que le toca como artista en pos de fortalecer la memoria sobre lo que pasó en la Guerra de Malvinas?

—Tal vez como artista hago el trabajo que me toca y me va poniendo el destino por delante. Pienso que el tema de Malvinas sirvió para poner corolario a una trágica historia de intervenciones antidemocráticas. Fue como el trompazo final de un sistema nefasto; ahora nos toca aprender a vivir en democracia, a tolerarnos, a estar unos con otros y respetarnos, y la Guerra de Malvinas contribuyó a eso. Como artista, contribuyo a difundir la lírica, a llevarla hasta el último rincón del país, y no solamente circunscribirla al Teatro Colón o al Teatro Argentino de La Plata. Trato de recorrer ciudades como Rosario, Córdoba, San Juan, toda la Patagonia; andar por todos lados con la música. Eso también es hacer patriotismo y hacer válida la responsabilidad que uno tiene como artista.

—En esa fidelidad por la Patria, también es el gran referente cada vez que se piensa en “Aurora”…

—La historia me puso como emblema para cantar esa gran pieza. Si a través de la lírica se puede incentivar el patriotismo, el amor a lo nuestro, a nuestra sociedad y a nuestro sistema democrático, todo sirve. Lo bueno y lo malo es lo que nos permite llegar hasta donde llegamos. Tenemos que capitalizar eso porque, si algo me enseñó la guerra, es que a través de la violencia o de los malos modos no se consiguen buenos resultados.

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