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La memoria fusilada

La Masacre de Trelew: a 51 años, la fuga de Rawson sigue enseñando a creer en las utopías

El 22 de agosto de 1972 las fuerzas armadas fusilaron a 19 militantes que se habían fugado de manera cinematográfica de la cárcel de máxima seguridad de Rawson


“El primer objetivo de todo militante preso es recuperar la libertad para volver a la lucha”, dijo Ilda Bonardi de Toschi, “y eso fue lo que los compañeros y compañeras hicieron: inmediatamente empezaron a planear una fuga para recuperar esa libertad”. Ilda es la viuda de Humberto Toschi, uno de los militantes asesinados en Trelew el 22 de agosto de 1972, seis días después de la histórica fuga del penal de máxima seguridad de Rawson de 25 militantes revolucionarios que habían caído presos durante la dictadura de Onganía, de la cual sólo sobrevivieron seis de ellos. El fusilamiento de los 16 militantes que fueron capturados es recordado desde hace 51 años como la Masacre de Trelew.

Los fusilamientos de Trelew tuvieron su génesis en el rejunte de militantes que los militares llevaron a cabo en las diferentes cárceles del país con la intención de separarlos de sus compañeros y dirigentes políticos. Ellos no contaron con que los jóvenes revolucionarios, oriundos de diferentes filosofías o movimientos, harían causa común para organizar lo que sería una auténtica epopeya: fugarse de la Unidad Penal n° 6 de máxima seguridad de Rawson, capital de una provincia sumamente militarizada.

Miles de personas se congregaron para conmemorar los 50 años de la Masacre de Trelew

La fuga, el escape y la recaptura

El objetivo original era un escape masivo de 110 presos políticos, los cuales fueron elegidos “democráticamente por los compañeros, cómo iban a ser los grupos de salida, quiénes tenían prioridad, quiénes convenía que salieran. Por experiencia de lucha, por experiencia política”, según contó Bonardi a este diario. El escape fue planeado al detalle por los militantes que más experiencia de militancia tenían, teniendo en cuenta que las cúpulas de las principales organizaciones políticas y políticas revolucionarias estaban presas.

Los presos políticos conformaron tres grupos para organizar la fuga: los dirigentes máximos de las organizaciones, un segundo grupo compuesto por 19 compañeros, y un tercero que no llegó a salir de la cárcel.

Frente al Aeroparque Trelew, hoy Centro Cultural por la Memoria, en la conmemoración de los 50 años de la Masacre de Trelew

Los planes que surgieron eran varios: primero surgió la idea de excavar un túnel desde el interior de una de las celdas, sosteniendo las paredes con engrudo. La idea no prosperó dado que no había muchos lugares donde poder esconder la tierra, mientras que excavar se hizo cada vez más dificultoso en el terreno arenisco y pedregoso de Chubut. Otra de las ideas fue comprar un avión para escapar al momento de salir del penal, pero no había fondos ni para la nave ni para la necesaria pista de aterrizaje.

Finalmente, los militantes presos comenzaron a tejer uniformes de efectivos del servicio penitenciario, improvisaron armas y bordados. En esos meses de preparación física (entrenaban en el patio y en sus celdas) en que terminaban sus disfraces, un conscripto que trabajaba en el penal y que era simpatizante peronista le dio a los militantes un uniforme de capitán y un arma real con municiones. La inteligencia revolucionaria facilitaría dos autos y camiones para que entraran al penal y subieran a los fugados. Tras meses de preparación, la fuga estaba lista.

La tarde del 15 de agosto de 1972, la voz del militante Carlos Astudillo, santiagueño de nacimiento y militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) entonó los versos de la zamba “Luis Burela”. Era la señal de que la fuga estaba en marcha.

La puerta que no tenía forma: los familiares y expresos políticos recorrieron el penal de donde se fugaron los militantes en 1972

El único percance dentro de la cárcel tuvo que ver con un tiroteo entre Mariano Pujadas, de Montoneros, y un guardiacárcel que resultó muerto en el enfrentamiento. Si bien no le fue difícil a los presos tomar el penal, un error de comunicación con los compañeros que se encontraban afuera consiguiendo los camiones que se llevarían a la centena de presos malinterpretó las señales y entendieron que la fuga había fracasado. Y se retiraron. 

A la entrada del penal sólo llegó un Ford Falcon que trasladó a los seis jefes de las organizaciones al aeropuerto de Trelew, donde dos militantes los recibirán en el interior del avión BAC 1-11 de la aerolínea Austral, que venía desde Comodoro Rivadabia. Los restantes guerrilleros partieron con el mismo destino casi 20 minutos después en tres remises, para ver desde los autos cómo el avión despegaba. Tenían dos opciones: usar la radio que tenían para comunicarse con el piloto y sus compañeros o dejarlos ir para que, al menos, ellos pudieran escapar y no poner en peligro la totalidad de la operación. Hicieron lo segundo.

En vista de la imposibilidad de escapar y de la numerosa presencia de civiles que esperaban abordar el avión secuestrado, los militantes depusieron las armas frente a los militares que inundaron el lugar, bajo la condición de dar una conferencia de prensa en la cual dieron cuenta de su estado de salud, el porqué de su accionar y la unidad con la que habían confeccionado el operativo entre las tres organizaciones revolucionarias, algo completamente inédito entre las guerrillas del Cono Sur, con la promesa de ser regresados a la cárcel de la cual se habían escapado. La primera condición fue cumplida. La segunda no. Los militantes fueron trasladados hasta la base aeronaval Almirante Zar, donde permanecieron incomunicados durante casi una semana. La madrugada del 22 de agosto de 1972, fueron fusilados y rematados por los militares.

María Antonia Berger, Mariano Pujadas y Rubén Bonet, militantes guerrilleros que llevaron adelante la conferencia de prensa
El Moncada argentino

La fuga “en sí misma fue un éxito porque fue un golpe terrible a la dictadura militar. Obligó a los militares a cambiar inmediatamente su estrategia militar y política” define Bonardi: “Los obligó a acelerar elecciones, fue un golpe tremendo”.

Si la toma del cuartel Moncada fue el puntapié inicial de la Revolución en Cuba, la fuga del penal de Rawson fue el principio del fin de la dictadura de Lanusse, que había iniciado con el golpe de Estado en 1966 con Juan Carlos Onganía como presidente de facto.

“Trelew es una fuga exitosa. Es esa voluntad férrea de los compañeros militantes revolucionarios de conformar una unidad en la lucha y transformarse a un ejército popular liberador. En la conferencia de prensa, Rubén Bonet por ejemplo habla de que van a luchar por la segunda y definitiva independencia, Mariano Pujadas habla de la unidad”, recuerda Bonardi, y agregó: “Obviamente después viene el dolor, la tragedia, todas las lecturas políticas que podemos hacer como preámbulo del terrorismo de Estado posterior y demás, pero esta voluntad que los compañeros manifiestan en esa conferencia de prensa donde se los ve vivos por última vez es los que nos permitió a los familiares, al colectivo de familiares, seguir juntos sin distinciones de ninguna clase, pero unidos para luchar por su reivindicación y lograr la definitiva justicia”.

Ilda Bonardi de Toschi, viuda de Humberto Toschi, una de los fusilados en Trelew en 1972

“La masacre de Trelew es eso: unidad, lucha, solidaridad y este ejemplo de unidad, esta voluntad de unidad que manifiestan los compañeros en la conferencia de prensa que dan Rubén Bonet, Mariano Pujadas y María Antonia Berger” cerró Bonardi.

Las 19 víctimas de la Masacre de Trelew fueron Carlos Astudillo, Rubén Pedro Bonnet, Eduardo Capello, Mario Emilio Delfino, Alfredo Kohon, Susana Lesgart, José Ricardo Mena, Clarisa Lea Place, Miguel Ángel Polti, Mariano Pujadas, Carlos Alberto del Rey, María Angélica Sabelli, Humberto Suárez, Humberto Toschi, Alejandro Ulla, Ana María Villarreal de Santucho, Alberto Miguel Camps, María Antonia Berger y Ricardo René Haidar. Sólo estos últimos tres lograron sobrevivir a la Masacre, para contar su historia en el libro “La Patria Fusilada”, de Francisco Urondo, quien compartiría su trágico destino, al ser asesinado, al igual que sus tres entrevistados, en la última dictadura militar.

Luego de años de investigación a pulmón de los familiares, los asesinatos de Trelew comenzaron su proceso de judicialización en 2005, lo cual hizo más sencillo la denuncia penal a los responsables aún vivos. En 2012, fueron condenados Emilio Del Real, Luis Sosa y Carlos Marandino por el Tribunal Federal de Comodoro Rivadavia por el delito de lesa humanidad de los 16 homicidios de militantes.

Familiares y abogados querellantes de las víctimas de los fusilamientos de Trelew en los tribunales civiles de Miami, tras la condena a Roberto Bravo

El único de los involucrados que quedó sin comparecer a la justicia fue Roberto Bravo, quien había permanecido fuera del radar de los familiares hasta que en 20078, la Interpol notificó a las autoridades argentinas que lo habían encontrado en Florida. En junio de 2022, un tribunal de Miami declaró al marino Roberto Bravo responsable de los fusilamientos de Eduardo Capello, Rubén Bonet y Ana María Villarreal de Santucho y del intento de ejecución extrajudicial de Alberto Camps, ocurridos en la base Almirante Zar de Trelew en agosto de 1972.

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