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La máquina de exprimir personas

Por: Carlos Duclos

¿Cuál es exactamente el significado de la palabra exacción? El diccionario de la Real Academia Española define a tal acción como el “efecto de exigir impuestos, prestaciones, multas, deudas, etcétera. Cobro injusto y violento”. La exacción era común en los tiempos antiguos. Los señores feudales, por ejemplo, enviaban al recaudador con sus soldados para exigir la entrega de dinero en concepto de pago de impuestos que eran absolutamente arbitrarios; quien no pagaba era apaleado y hasta muerto. En la Antigua Palestina, al recaudador se le llamaba “publicano” y los judíos de entonces lo tenían por un ofensor de Dios, por un gran pecador que estaba al servicio del imperio romano. Es muy conocida la parábola de Jesús sobre el fariseo y el publicano que se había acercado al templo para pedir perdón por el maltrato que provocaba a las personas.

 La historia nos revela que la exacción, es decir el cobro de impuestos desorbitados y violentos, siempre fue un lugar común en las sociedades. También fue una acción brutal, pues, como se dijo, en muchos casos el que no cumplía con el pago era condenado a severas penas. En la Argentina de nuestros días, y en otras partes del mundo para ser justos, la exacción permanece, más robusta, más vigorizada y tan brutal como siempre. En su afán por recaudar, los hombres de los diversos gobiernos apelan a la máquina de exprimir personas (sean estas físicas o jurídicas, como una empresa). Como en la antigüedad, comienzan los nuevos recaudadores, al servicio del “señor feudal”, exprimiendo el bolsillo de la persona, luego la exprimen a ella y a toda su familia.

En nuestros días, el maltrato es moral. Pero la violencia física que ejerce el recaudador sobre el ser humano es indirecta, pero tan devastadora como aquélla que tenía lugar en los campos europeos del medioevo o en las tierras vírgenes y maravillosas de esta Pampa luego sojuzgada por los “colonizadores”. El Estado, los gobernantes, se han constituido en saqueadores que son tan o más peligrosos que aquellos “colonizadores” que llegaron a estas tierras y sojuzgaron a nuestros aborígenes, hasta extinguirlos en algunos casos, en razón del afán del oro. Todo era antes para la corona y todo sigue siendo para la corona.

La máquina de exprimir personas, es decir los nuevos recaudadores encontrados en los diversos organismos oficiales, aumenta los impuestos y los costos de los servicios de manera desembozada o encubierta, permite que algunas empresas de servicios privadas lo hagan y hasta crea nuevas exacciones, como la que está por sancionar el Congreso de la Nación: el impuesto a los celulares.

Cualquier ama de casa, comerciante, empresario, toda persona, sabe muy bien cuán tremendo es el exprimidor del Estado. Basta con comprar un poco de pan, por ejemplo, para que en ese preciso instante el ser humano esté pagando el impuesto que no corresponde. La persona no lo advierte, pero lo paga. La presión se hace más notoria a la hora de recibir la factura del servicio de energía (que es pésimo), la tasa municipal por barrido y limpieza (que es peor) o cuando debe acercarse en pose de genuflexión el ser humano a las fauces insaciables de la Afip u otro ente recaudador.

 La cuestión, para algunos, es recaudar a costa de la aflicción de la persona, de la familia. Eso sí, de brindar buena educación, salud y seguridad, de eso ni se habla y se hace nada.

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