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25 N y Trabajo Social

La lucha por la erradicación de todas las formas de violencia contra las mujeres

Las violencias de género atraviesan las prácticas de  todxs lxs profesionales de Trabajo Social,  y las padecemos más allá de tener trayectorias formativas en la temática,  y los espacios laborales ocupados


Comisión de Géneros y Diversidades. Colegio de Trabajo Social de la 2da. Circunscripción.

 

Las transformaciones impulsadas por los movimientos de mujeres y disidencias sexuales hacen cada vez más evidente la relevancia de la incorporación de la perspectiva de género en todas nuestras prácticas profesionales.

La perspectiva de género pone de relieve las relaciones de dominación y poder tanto en el ámbito público como el privado, desenmascarando su dimensión política, contribuyendo a hacer visibles ideas creencias y prácticas de la vida cotidiana impregnadas de prejuicios sexistas que han sido y siguen siendo naturalizados por amplios sectores de la sociedad.

El patriarcado va permeando todas las instituciones y como sistema de organización social se sostiene en un sistema de jerarquías que va determinando y fortaleciendo dispositivos y prácticas de exclusión, discriminación y violencias, especialmente hacia mujeres, varones, disidencias e infancias.

Las violencias de género atraviesan las prácticas de  todxs lxs profesionales de Trabajo Social,  y las padecemos más allá de tener trayectorias formativas en la temática,  y los espacios laborales ocupados.

Cotidianamente nos llegan situaciones de mujeres sin acceso a cuidados de salud, sin  acceso a una buena y correcta información sobre los cuidados de su salud, lógicas patriarcales violentas reproducidas desde el discurso hegemónico de la medicina y la copartimentación y la cosificación del cuerpo de las mujeres en los consultorios médicos.

Vemos como el mandato social de la maternidad, propicia episodios de violencia sobre el cuerpo de las mujeres, por victimarixs y por el Estado. De los ámbitos familiares, escuchamos situaciones de “autorización” de los varones al uso de anticonceptivos o a prácticas de salud sobre sus cuerpos. Aquellas que deciden ser madres, no cuentan con centros de cuidado que favorezcan las crianzas. Quienes deciden no serlo, se enfrentan  sanciones sociales y a veces a una “justicia patriarcal” injusta.

Observamos cómo les afecta física y subjetivamente la violencia económica,  la feminización de la pobreza, la desaparición del Estado que debe asegurar derechos en sus trayectorias educativas y su acceso a empleos dignos, y que las llevan a la explotación o desocupación en el mercado laboral. Quienes acceden a trabajos formales, viven situaciones de discriminación en carreras de ascenso o  retribución desigual en relación a compañeros varones. Muchas, tienen dobles o triples jornadas laborales.

Leemos y visualizamos en los medios de comunicación, modos de nombrarlas que las discriminan, las desvalorizan, las culpabilizan por ser mujeres. La gordofobia está de moda. El racismo también.

La falta de acceso a calidad habitacional, al alimento cotidiano, a la contención y al acceso a recursos económicos, complican el sostenimiento de las decisiones de las mujeres que denuncian situaciones de violencia física y hacen caer  muchas de las prohibiciones de acercamiento solicitadas hacia los agresores.

En estos tiempos, en las casas de protección para mujeres (pocas en relación a la cantidad de situaciones que necesitarían alojarse) aumentan las situaciones de mujeres violentadas con consumo problemático de sustancias. Este es un hecho que se va entroncando a las violencias y que las pone en riesgo de vida. Las muertes por narcomenudeo crecen a diario y los femicidios con tinte narco también.

Ha aumentado el nivel de violencia hacia mujeres mayores y de mujeres en  situaciones de calle por cuadros de salud mental. La vulnerabilidad de dichas mujeres, favorece hechos de abuso o violencia sexual.

A nivel social, hay una vuelta a un pensamiento conservador, vinculado a las Iglesias, la participación política de derecha y a las instituciones sociales como el matrimonio.

Este pensamiento conservador se sostiene en la reproducción que hacemos todxs de patrones patriarcales en nuestros modos de relacionamiento.

Dialogar entre colegas y con otras profesiones sobre nuestras intervenciones, permite construir diagnósticos que interpelen al poder político e instalar en la agenda pública, la necesidad de políticas de género transversales a todas las áreas y que favorezcan el ejercicio efectivo de derechos.

Revisar nuestras matrices de aprendizaje, nuestras prácticas y  nuestros posicionamientos éticos políticos puede favorecer procesos de ampliación de derechos para mujeres, lesbianas, trans, no binaries y niñxs.

Las luchas de las mujeres han conquistado derechos para las nuevas generaciones y estas luchas se han ganado en las calles. “Tenemos calle de sobra”

 

 

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