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La locura moral

Por: Alejandro Silberstein

Su boca está llena de insultos, engaños y abusos; su lengua encubre opresión y malicia; se agazapa en escondrijos y poblados, a escondidas asesina al inocente, sus ojos espían al desdichado. Está al acecho en su escondrijo como león en su guarida; acecha al pobre para atraparlo, atrapa al pobre atrayéndolo a su red. Se agacha se abate y hace caer al inocente en sus garras (Salmos 10: 7-9).

En la colaboración anterior había quedado pendiente el tema de los sinvergüenzas. Como lo prometido es deuda le prestaré una atención particular a ese conjunto de sujetos que, en lo que a mi respecta, los tengo categorizados como psicópatas.

En 1835 Pritchard denominó a la psicopatía “insanía moral” para describir aquellos individuos donde los principios morales activos de la mente estaban fuertemente pervertidos desviados, el poder del autodominio perdido o disminuido y el individuo era incapaz de conducirse con propiedad y decencia en la vida. Esta definición sigue teniendo vigencia.

La psicopatía es el trastorno que ha sido el más estudiado por la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis. Comenzó a ser investigado en el siglo XIX y continúa siendo en la actualidad.

El concepto de psicopatía es un constructo, (concepto que no es observable pero sí inferible a través de la conducta.)

Se dice que es un constructo porque con frecuencia ha sido usado en las discusiones sobre conducta antisocial, aunque no es sinónimo del concepto de “criminal”. Es por eso que el trastorno antisocial y la psicopatía son diferentes. Sin embargo, en el Manual para diagnóstico de los trastornos psiquiátricos fue incluida dentro del trastorno antisocial de la personalidad. Craso error.

Resulta más fácil conceptualizar a la psicopatía como ubicada en un espectro. En uno de los extremos se ubican los cuadros extremos (asesinos sexuales) mientras que al final se encuentran los psicópatas socializados.

El psicópata es un sujeto superficial, locuaz y encantador; con una gran capacidad de manipulación y de control sobre las demás personas. Su vida emocional es poco profunda, no se vincula afectivamente con nadie y tiene una manifiesta incapacidad de sentir culpa o remordimiento por el daño causado a sus víctimas. En generalbusca de emociones fuertes, irresponsable, y tiene un estilo de vida que depende del impulso del mo-mento. No planifica su futuro y resta importancia a los problemas que sus acciones delictuales o transgresiones éticas pudiesen acarrearle.

Al refererise a la crisis, el obispo de Dublin describió mejor que nadie al psicópata.
Al refererise a la crisis, el obispo de Dublin describió mejor que nadie al psicópata.

Hay un desprecio total hacia las demás personas y tiene un marcado egocentrismo desde donde sienten que todo es posible, desde tener códigos propios a sentir que son los dueños de la vida y de la muerte. Son mentirosos, actores natos, seductores y fascinantes
para ocultarla violencia, la crueldad y la venganza.

Tienen una alta tolerancia a la tensión y al asco. A ello se agrega su naturaleza explotadora, una gran libertad interior debido a la ausencia de diques morales, y una pasión por el poder sobre las personas (junto al control y la dominación).

El psicópata homicida que necesita matar, por ejemplo, puede llegar a ser un brillante comando militar que luego es definido como un héroe que lucha y defiende a su patria. La legitimización de la muerte es recompensada con medallas, honores y homenajes.

Es sabido que luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, las tropas aliadas incorporaron a jerarcas nazis en sus filas para que realizaran determinadas tareas. El caso de Klaus Barbie, “el Carnicero de Lyon”, es un claro ejemplo de ello.

En la vida cotidiana son seres desleales, estafadores del amor con una inusitada capacidad para detectar los puntos débiles de los otros. Es así que se pueden ubicar o como niños desprotegidos o como padre omnicomprensivos. Una vez que han logrado su objetivo las víctimas son desechadas porque la falta de empatía hace que no sean consideradas como seres humanos.

Estos individuos pueden estar ocupando posiciones importantes en la comunidad, ya sea como políticos, académicos, profesionales o maestros, que ocasionalmente pueden actuar en forma desviada. Estas conductas pueden incluir un conjuntode actividades inaceptables aunque no criminales o delictivas, como por ejemplo, alcoholismo, promiscuidad sexual o aberraciones, irresponsabilidad laboral, familiar o en las interacciones sociales. Resulta difícil medir las modificaciones en estos comportamientos, debido a que por lo común se mantienen ocultos.

Pensemos a los psicópatas como un conjunto de sujetos que anidan a nivel gubernamental. La pasión irrefrenable por el poder, la manipulación, la mentira, la falta de empatía (ponerse en el lugar de los otros) y la simulación se ocultan con una máscara de la salud.

El Obispo de Dublin los describió mejor que cualquier psiquiatra, psicólogo o psicoanalista. Haciendo referencia a la reciente crisis económico financiera escribió: “Es interesante observar que el crimen organizado fue el primero en darse cuenta de las ventajas de la globalización. No me refiero sólo a los traficantes de drogas y de armas, sino también a las nuevas formas de especulación irresponsable y comportamiento deshonesto dentro de la comunidad empresarial”.

Retomo lo dicho al comienzo: desde el momento de su definición el debate está planteado: ¿acaso son locos o malos? En realidad no son tratables, no presentan síntomas y cuando lo hacen son sus víctimas las que los padecen. En definitiva son malas personas que no sólo pueden llegar a la eliminación física sino que además son asesinos de la esperanza.

En lo que a mí respecta, considero que la psicopatía y el denominado trastorno antisocial de la personalidad deberían ser sacados como desórdenes psiquiátricos, y si se plantea una posibilidad “terapéutica” no debe ser en un consultorio o una clínica. Sino en las cárceles. Hasta la próxima. Buenos días, buena suerte.

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