Ciudad

Rosario nunca aburrió

La invasión que no fue, un asalto al poder de tres horas y el cometa que sólo mató a un borracho

Tres historias de la ciudad. Por qué se sacudieron los vecinos en 1877, 1910 y 1921. El historiador Eduardo Guida Bria recupera una fenomenal broma, una asonada obrero estudiantil con más pretensiones que duración y predicciones catastróficas que sólo fueron ciertas para un marinero alcoholizado


El día que Rosario tuvo un gobierno obrero por unas horas

Curiosidades en el pasado de Rosario sobran: hechos que marcaron la ciudad, a veces olvidados pero que dejaron huella en su tiempo y condicionaron algo del que vendría. Hay relatos sobre ellos, y el historiador Eduardo Guida Bria los compartió con El Ciudadano. Para empezar, tres, sobre la invasión que fue broma, la Comuna Roja y el paso del cometa Halley.

La invasión que fue broma

Eduardo Guida Bria escribe sobre lo que pasó el 29 de junio de 1877. “Los caminos que llegaban a la ciudad de Rosario eran polvorientos y sin ningún cuidado, con muchos matorrales a su vera. Los malones de indígenas ya habían castigado duramente, durante muchos años, a las casas reunidas alrededor de la plaza 25 de Mayo y las cercanas a la hoy plaza Sarmiento, por lo que estaba presente la posibilidad de que fuera atacada nuevamente por los nativos o bien por opositores a la jefatura política de Rosario”, pone en contexto.

La susceptibilidad a flor de piel era entonces tentadora para los pícaros. Y así fue que un grupo de jóvenes quisieron divertirse a costa de las autoridades locales anunciando que una numerosa caballería opositora al gobierno se aproximaba a la ciudad. De inmediato se convocó a la policía, y se formó un batallón para repeler el ataque anunciado.

La población cercana a la Jefatura se alarmó por el despliegue policial y miliciano, todos armados con fusiles. La defensa se pertrechó en las edificaciones cercanas para hacerle frente al inminente, según el aviso, asalto a la ciudad.

Varias horas esperaron la arremetida del malón o la caballería hostiles, el tiempo pasaba y los nervios se crispaban. El comandante a cargo de la defensa decidió cortar la incertidumbre y envió a unos policías a averiguar que sucedía en las afueras de la ciudad.

Cruzaron el arroyo Saladillo, entonces el límite, pero apenas divisaron una tropilla de caballos arreada hacia una de las chacras cercanas a la ciudad. De peligro, nada.

Se avisó que no había ningún ataque en ciernes, por lo que no quedaron dudas de que la alarma echada a correr era infundada o bien una broma gastada para generarle un momento de zozobra a la jefatura política.

Hubo una investigación, algunas detenciones, pero nunca se dio con los bromistas que habían hecho olvidar con el revuelo el frío de ese invierno de 1877. Recién el 1º de enero de 1884 la ciudad de Rosario tuvo el cargo de intendente, asumiendo Octavio Grandoli.

Capitanía General- 1864

 

La Comuna Roja

Los veranos de la ciudad también tuvieron sobresaltos, como el del 7 de febrero de 1921, día en el que un grupo heterogéneo tomó el Palacio Municipal.

Guida Bria cuenta que en la mañana de aquel lunes, y en pleno festejo de los carnavales que ese año se celebraron la primera semana del mes, estudiantes de la carrera de Medicina y trabajadores municipales de diferentes sectores y tendencia anarquista irrumpieron en la sede del Palacio Municipal amenazando al único custodio que había en la puerta de ingreso.

Subieron al primer piso, llegaron hasta el balcón que da a la calle Buenos Aires y arriaron la bandera argentina para poner en su lugar el forro interior del capot del auto de uno de los agitadores. Una insignia improvisada pero con carga simbólica: la tela era de un rojo intenso.

La audaz y poco numerosa asonada fue obra de apenas 19 invasores que ostentaban ambiciones muy superiores a su número. En el norte de Santa Fe, por esas horas, eran reprimidos ferozmente los trabajadores de La Forestal. Los rosarinos, movidos por similar espíritu revolucionario, pretendían dictar nuevas normas de convivencia para la comunidad y decretaron la destitución del intendente, Fernando Schleisinger.

Al comando transitorio de la intendencia usurpada quedó uno de los intrusos, que esperó la decisión de la Federación Obrera Comunista para que designe al titular. Entre tanto, dispusieron la suspensión de los todos los impuestos en vigencia y esgrimieron que iban a mejorar las condiciones de vida de los pobres de la ciudad.

Entre los 19 de la asonada repartieron los cargos de secretario de la Intendencia, Tesorero, Contador y Asesor general. Completaron su gobierno con el nombramiento de directores de Asistencia Pública y nosocomios, y proclamaron el cierre del entonces Concejo Deliberante. Demasiado diseño para un poder tan efímero: el flamante Ejecutivo de facto apenas duró tres horas y algunos minutos.

Bastaron unos pocos soldados del Regimiento 11 de Infantería para poner fin a la rebelión y detener a los rebeldes,  que no plantaron resistencia. Su destino de gloria terminó con los alzados llevados por bomberos hasta la Jefatura de Policía. El estandarte-prenda rojo duró menos que un suspiro en el mástil.

Tras sus indagatorias, se conocieron los nombres de algunos rebeldes. Entre ellos estaban los hermanos Ricardo y Carlos Chaminaud, Luis Tafalta, Carlos Oliva, Antonio Zemberg, Armando Roche, Felipe Morales, Manuel Martínez, Saturnino Ricardo, Lorenzo Biamino, Telémaco Giorgiades, José M. Dumas, Francisco Schor, Antonio Ferreyra, Adolfo Gómez, Carlos Ávalos y José Siembre.

No pudieron instalar un poder obrero, pero al intendente Schleisinger no le fue mejor. Tres días después de la revuelta, debió ceder el cargo a Claudio Newell, afín a los efímeros rebeldes lo mismo que el jurista Rafael Bielsa.

Soñar con el Soviet, despertar con Perón: a un siglo de la toma revolucionaria de la Municipalidad

Cuando Newell y Bielsa jugaron para el anarquismo

El paso del cometa Halley por Rosario

El paso del cometa visto por primera vez en el 249 AC causó una revolución en el mundo con su reaparición a comienzos del siglo XX. Rosario no fue la excepción. Estaba previsto su máximo acercamiento para el 18 de mayo de 1910, pero desde los primeros días del año el temor se apoderó de la gente y se sucedieron suicidios, quiebras comerciales y hasta crímenes pasionales.

Los agoreros que existieron en todas las épocas relacionaron su presencia con el “Fin del Mundo”. Y los medios periodísticos reforzaban el temor con artículos que mencionaban una posible colisión del astro con la Tierra en el escenario más tremendo. Había otros. En uno, la cola del cometa envolvería el planeta durante unas horas, lo suficiente, aseguraban los mentores de esa catástrofe, como para provocar muertes masivas por asfixia.

Parque aún sin el Planetario que estaba construyendose

 

Hubo, sí, muertes como consecuencia del paso del Halley, pero no por su culpa. Ese 18 de mayo de 1910, el marinero alemán Walter Ahrenes, totalmente alcoholizado, no pudo sostener la vertical mientras observaba el cielo y cayó de la cubierta de su barco, anclado en el puerto. Murió ahogado por el agua del Paraná, no por los gases de la cola del cometa. Fuera de ese episodio, el cuerpo celeste, que se pudo ver a simple vista, no dejó otra consecuencia dramática.

El Halley ingresa a la órbita de la Tierra cada 75 años en promedio. Su próxima acercamiento será en 2062.

El Complejo Astronómico ubicado en el Parque Urquiza tiene la forma de cometa. El Planetario representa su núcleo y el Observatorio su cola. Lleva el nombre del astrónomo que calculó la órbita regular en 1705, Edmund Halley.

Complejo astronómico- Imagen del 2003.

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