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Esto que nos ocurrió

La identidad cubana hecha verso

El jueves 10 de julio de 1902 vino al mundo, en la ciudad de Camagüey, Nicolás Guillén, el gran “poeta nacional” de la isla caribeña.


Ayer se cumplieron 113 años del nacimiento de Nicolás Guillén, quien fuera distinguido por convicción popular como el Poeta Nacional de Cuba. Siempre del lado de los humildes y universal por su cubanía, Guillén supo atrapar la esencia de su pueblo para transmitirla al mundo convertida en rima. Su producción poética gira alrededor de dos grandes temas: la exaltación del negro y la situación social. Está llena de musicalidad y armonía, de colores y ritmo de tambor. Utiliza el son como base de la estructura de muchos de sus poemas, y es ese entrecruzar de razas, que conformó la identidad cubana, lo que Guillén supo reflejar como nadie.

Hijo del periodista Nicolás Guillén y Urra, y de Argelia Batista Arrieta, Nicolás Cristóbal Guillén Batista vino al mundo el jueves 10 de julio de 1902 en la ciudad de Camagüey, en el centro-oeste de Cuba. Argelia fue la única responsable de la formación de sus hijos desde que el padre –a quien el poeta evocaría mucho después en su intensa “Elegía camagüeyana”– muriera, a manos de soldados que reprimían una revuelta política, en 1917.

Tras recibirse de bachiller, fue en su ciudad natal donde Guillén comenzó a cultivar dos facetas creadoras que acrisolaron el compromiso con su pueblo y lo condujeron a la fama: la poesía y el periodismo. Sus primeros versos fueron publicados hacia 1920 en las revistas Camagüey Gráfico y Orto. En 1922, Guillén recogió sus poemas de adolescencia en el libro Cerebro y corazón, inédito hasta que lo publicara Ángel Augier en la reedición de su biografía, Nicolás Guillén; notas para un estudio biográfico-crítico, en 1965.

A fines de 1926 fijó su residencia en La Habana, ciudad en la que prosiguió la labor en ambas vertientes. Por esa época conoció al poeta español Federico García Lorca, quien había sido invitado a dictar conferencias en La Habana, y al gran poeta negro norteamericano Langston Hughes, cuya amistad e influencia serían sumamente importantes para Guillén. En abril de 1930 publicó en el Diario de la Marina sus Motivos de son, que lo lanzaron a una celebridad no exenta de polémica. Con esos ocho poemas breves, mediante los cuales el son entraba a la poesía como una forma rítmica apoyada en una visión de la gracia, el color y la explotada vida del negro cubano, Guillén provocó el escándalo literario más trascendente de la república neocolonial y atrajo la atención de crítica y lectores.

La publicación de Motivos de son, además, estrechó su permanente amistad con otro gran poeta, también camagüeyano: Emilio Ballagas. Precisamente, gracias a Guillén, Ballagas y el puertorriqueño Luis Palés Matos, los problemas de la raza negra adquirieron relieve y categoría dentro del ámbito de la literatura de la lengua española.

En 1931, y gracias a haber ganado un premio de la lotería, Guillén pudo costear la publicación de Sóngoro Corongo, un libro de mayor estatura artística y de vocación reflexiva sobre la cultura cubana, que fue saludado con una carta de don Miguel de Unamuno y le abrió definitivamente las puertas de la consagración.

Después escribió obras igualmente antológicas, como West Indies LTD (1934), Cantos para soldados y sones para turistas (1937), España (1937), El son entero (1947), Elegías (1948-1958), La paloma de vuelo popular (1958), Tengo (1964), El gran zoo (1967), La rueda dentada (1972), El diario que a diario (1972), Che Comandante (1972), Por el mar de las Antillas anda un barco de papel (1977-1978) y sus principales creaciones dedicadas a la ciudad natal. Las notables expresiones de su talento insertaron también textos periodísticos, una parte de ellos reunidos, entre otros libros, en Prosa de prisa.

En 1937, Guillén asistió, integrando la delegación cubana, al Segundo Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en plena Guerra Civil Española. Ese mismo año, y allí, ingresó en las filas del Partido Comunista. Durante la existencia del Partido Socialista Popular fue miembro de su comité nacional.

Por sus ideas políticas a favor de la revolución proletaria y en contra del imperialismo sufrió persecución, prisión y exilio. Desde 1953 hasta 1958, durante la dictadura de Fulgencio Batista, tuvo que permanecer fuera de Cuba. Le otorgaron el premio Lenin de la Paz en 1954, y en esos años Guillén viajó intensamente por América, Europa, Asia y África.

En 1959 el triunfo revolucionario en Cuba lo sorprendió en Buenos Aires, donde se había publicado recientemente La paloma de vuelo popular: de inmediato regresó a la isla de su prolongado exilio y escribió su soneto “Che Guevara” para el semanario Propósitos. Por esta época, Guillén reanudó sus colaboraciones periódicas en el diario Hoy, órgano del Partido Socialista Popular.

En 1961 se celebró en La Habana el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en el cual Guillén fue elegido para presidir la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), institución que presidió hasta 1985 y que naciera de aquel congreso.

Con motivo de su 60º aniversario, en 1962, las instituciones culturales celebraron actos en su honor, incluyendo una exposición sobre su vida y su obra, en la Biblioteca Nacional José Martí. En 1969 se publicaron sus Cuatro canciones para el Che, muerto en Bolivia dos años antes. Todo el país celebró su 70º aniversario en 1972 con la aparición del primer tomo de sus Obras Completas, y se le concedió en Roma el premio Viareggio.

En 1979 se publicó su Nueva antología mayor y dos años después se publicó su Obra poética en dos tomos. En 1983 recibió en Cuba el Premio Nacional de Literatura, y desde entonces se sucedieron las ediciones de sus obras y nuevas recopilaciones de textos, como Todas las flores de abril (poesía) en 1993, o América. Sueña y fulgura (crónica), Cuba. En ala de nuestro tiempo (crónica) y España. Al alcance del sueño (crónica), en 1995.

El domingo 16 de julio de 1989, a los 87 años y después de soportar con estoicismo una larga enfermedad, se apagó en La Habana la vida de Nicolás Guillén y partió hacia la inmortalidad. Los cubanos cuentan que su espíritu siempre ronda por el mar de las Antillas, en un barco de papel, y su alma es parte indisoluble de esa isla.

Unos años antes de su partida, en 1982, el III Congreso de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), había declarado: “Nicolás Guillén significa el más alto ejemplo actual de vida y obra creadoras, que por su fidelidad inquebrantable a la tradición patriótica y revolucionaria de la cultura cubana, ha sido capaz de expresar, con vigoroso genio artístico, la sensibilidad, el carácter, el proceso histórico y el espíritu combativo de un pueblo, de un ámbito geográfico y de una época”.

“Nos enorgullece –agregaba la declaración– que esas características excepcionales de su existencia y de su poesía, que le hicieran merecedor a que nuestro pueblo le designara Poeta Nacional, hayan sido determinantes en la vasta difusión de su obra por todo el mundo. Esta vibrante y ardiente poesía ha sido vertida a los más diversos idiomas y es leída, declamada y cantada por millones de seres en el planeta, porque ha sabido interpretar a plenitud el espíritu de lucha de los hombres de nuestra época, y su esperanza de conquistar una sociedad mejor, basada en la justicia, la libertad y la paz”.

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