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Canonización

La hermana Francisca Rubatto, la santa que fundó escuelas en Santa Fe

La religiosa italiana María Francisca de Jesús Rubatto, proclamada santa por el papa Francisco, fundó escuelas en las localidades de Sastre, Las Rosas y María Juana y en Rosario. Llegada a Uruguay en 1892, fue invitada a Argentina para abrir una congregación de monjas capuchinas a la que pertenecía


La religiosa italiana María Francisca de Jesús Rubatto –la hermana Francisca–, proclamada santa por el papa Francisco, fundó escuelas en las localidades santafesinas Sastre, Las Rosas y María Juana y en la propia Rosario

“La santidad no está hecha de algunos actos heroicos, sino de mucho amor cotidiano”, remarcó el pontífice desde la Plaza San Pedro durante la misa en la que hubo más de 45 mil fieles presentes, según estimó el Vaticano, incluido el presidente italiano, Sergio Mattarella.

Ana María Rubatto –la Hermana Francisca– nació en la localidad piamontesa de Carmagnola, en Italia, en 1844, y de joven visitaba enfermos y participaba activamente con los más desprotegidos en los oratorios salesianos de Turín.

En 1885, inspirada en el capuchino Angélico Lipani, fundó la Congregación Hermanas Capuchinas de Loano y dedicó su carisma a la atención de enfermos, especialmente de los niños y jóvenes vulnerables.

Tanto Ana María Rubatto como el sacerdote capuchino querían unir a un grupo de jóvenes que vestían el hábito franciscano y consagraban su vida a Dios para encargarse de la asistencia de los enfermos. A fines del siglo XIX, y hasta principios del siglo XX, habitualmente los ricos que estaban enfermos se asistían en su domicilio, mientras que los pobres lo hacían en hospitales.

Esta joven, Ana María –que ya tenía cuarenta años y estaba consagrada a Dios como laica–, iba a pasar sus veranos ayudando en estos hospitales ya que tenía una posición económica buena, que no era de cuna sino que había sido adquirida por su trabajo con una rica señora de Turín. La ven a ella muy piadosa, muy servicial, con los ojos abiertos sobre la realidad y la invitan a ponerse al frente de esta comunidad. Primero dijo que no, después, con un camino de discernimiento, finalmente aceptó.

Pero ella pone una condición: que junto al cuidado de los enfermos se hicieran los oratorios festivos, poder promover a la persona a través de la enseñanza de las primeras letras y enseñarles algunos oficios para que se ganasen dignamente la vida.

La partida hacia América Latina

La hermana Francisca sale de Génova en mayo de 1892 con tres hermanas más. Vienen invitadas por el padre Angélico, el mismo que la invitó a fundar la congregación. Él había venido antes y fundado los conventos que estaban en Montevideo, Uruguay. Al llegar al país, fueron directamente al Hospital Italiano y se llevaron la sorpresa de que nadie las esperaba.

El obispo estaba reticente porque era un hospital dirigido por masones. Pero ella se quedó. Empezó a hacer su trabajo, sin hablar de Dios a ningún enfermo pero sí prestando servicios de alta calidad humana. El obispo le dio su apoyo y le dijo que podía seguir adelante. Ella atendía a los enfermos italianos migrantes.

Unos años después, Monseñor Antonio Mariano Espinosa, arzobispo de Buenos Aires, invitó a la ahora “santa uruguaya” a abrir una casa en Argentina donde, con el paso de los años, lograron fundar varias escuelas, entre ellas las que se encuentran ubicadas en las ciudades santafesinas de Las Rosas (Colegio Sagrado Corazón) y Sastre (la tradicional escuela San Francisco de Asís de esta localidad), en la localidad de María Juana (Santa María de los Ángeles) y en la ciudad de Rosario.

Actualmente la congregación tiene casas en nueve países: Italia en el continente europeo; Camerún, Etiopía, Kenia, Malawi y Eritrea, en África, y en Argentina, Brasil, Perú y Uruguay, en América.

El proceso de canonización de la hermana Francisca

El proceso de canonización comenzó en las diócesis donde ella vivió: en Génova, donde estaba la Casa Generalicia y en Montevideo. Se empezó recogiendo testimonios, que se hicieron en base a las virtudes teologales y cardinales. Después se contó cómo vivió ella. Al reunir toda la información se vieron cuáles fueron los vacíos que quedaron.

Había un gran vacío de su infancia y juventud. Algunos hechos que llamaron la atención a los teólogos tuvieron relación con que la madre Francisca había llevado a hermanas muy jóvenes a la selva amazónica y que había actuado con justicia con una hermana que había salido de la comunidad.

Después hubo un milagro de un niño en Italia. Con ese milagro y el estudio de los teólogos, fue declarada beata por Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993.

Para declararla santa solo se necesitaba un milagro más, el cual se le adjudica a un joven de Colonia (Uruguay) que tuvo un accidente en 2000. Fue un solo proceso dividido en tres partes. Cuando se aclaran la heroicidad y las virtudes es venerable, cuando viene el primer milagro es beata y cuando viene el segundo milagro es santa.

Ante la inminencia de la canonización hubo eventos que se realizaron de manera general para integrar a toda la congregación dispersa en diferentes países. Del 18 de abril hasta el 13 de mayo se realizó la misión popular por los barrios Beldevere, La Teja y Nuevo París, de Montevideo, dentro del llamado “segundo recurso orante. Madre Francisca: mujer misionera”.

Y el sábado 7 de mayo se realizó el Primer Encuentro Internacional de la Congregación de la Familia Rubattiana, bajo la consigna “De la mano de la Madre Francisca, caminamos hacia la santidad”.

La Hermana Francisca falleció en Montevideo en 1904. En su testamento pidió ser enterrada “en medio de mis queridos pobres”.

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