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CANDIDATAS Y CANDIDATOS

“La gestión no entiende, no habla el mismo idioma: piensa los barrios desde el centro”

Mariano Romero, abogado, estudiante de ciencia política, peronista y militante social "de toda la vida", es el primer candidato a concejal del Movimiento Evita. En una larga charla con "El Ciudadano" cuenta por qué quiere ir al Palacio Vasallo a partir de lo que más conoce: la economía popular

Foto: Franco Trovato Fuoco
Mariano Romero se presenta a las Paso como el primer candidato a concejal de Rosario por el Movimiento Evita. Foto: Franco Trovato Fuoco.

Mariano Romero personifica en sí mismo la falacia de las acusaciones que, por simple odio, equiparan a la militancia peronista de hoy con aquellos “vagos y mal entretenidos” que describe una opinable ley de 1822. Es abogado y vive de su estudio, pero además sobrepasó el 80 por ciento de la carrera de ciencia política, pero concentra casi todo su esfuerzo en la militancia social, especialmente en las cooperativas de la economía popular. La pregunta de por qué no se recibe tiene una respuesta tan lógica como simple: el tiempo no le alcanza a ese joven padre de mellizas. Pero igual, por si fuera poco, tomó otra responsabilidad más: con apenas 32 años, es el primer candidato a concejal de Rosario en la lista del Movimiento Evita. Así que, de entrada nomás, surge que los “gorilas” podrían ir probando ya nuevos argumentos: sus muestras de desprecio son una simple mentira.

Pero Romero no le da importancia a esa cuestión. Prefiere hablar de territorios y de los problemas en los barrios populares, y de cómo las soluciones que fue aportando la organización encuentran nuevos escollos. Pero antes explicó a El Ciudadano cómo es el rompecabezas electoral: “el Evita” apoya a Juan Monteverde, de Ciudad Futura, en la interna del peronismo, en la que competirá con Roberto Sukerman por la candidatura a la intendencia, en la que todos los espacios marcharán unidos después. Pero para concejales, cada sector tiene su lista, y hay más entre los respaldos a uno y otro precandidato al Palacio de los Leones. El joven militante está a la cabeza de una de esas listas.

Pero Romero no quiere hablar ni de gorilas ni de las primarias. Quiere hablar de economía popular y de territorios. Que es precisamente por esto que quiere ingresar al Concejo, aclara.

Pero cómo.

“Mi vieja es de Rufino. Ella ya está cerca de jubilarse, entonces progresivamente cada vez está más tiempo allá, porque se quiere ir allá. Y resulta que las verdulerías de Rufino, compran la verdura en el Mercado Central de Rosario y la trasladan 300 kilómetros. Y allá está más barata que acá”.

El militante social no sorprende: pasa. Un paquete de una yerba premium misionera hoy se encuentra a precio más bajo en una cadena local de la ciudad de Neuquén que en Rosario. Y Neuquén está un poquito más lejos de Oberá. Como 1.312 kilómetros de gasoil más lejos hacia el sur. Entonces, ¿cómo puede ser?

La mesa se distiende. Se habla de yerba mate, de vino, hasta de locro. Pero al instante surge la cuestión: “alguien” en Rosario y la región se está quedando con una suculenta mordida. Si en la provincia de Corrientes, legumbres producidas en Santa Fe, se venden más baratas que en Santa Fe.

Ése es el tema que trabaja, precisamente, Romero. Todo podría ser más barato, más bien tendría que ser más barato. Y eso no sólo acercaría a enormes porciones de la población a una mejor alimentación, sino que beneficiaría a los productores primarios, entre ellos los de la economía popular.

Pero no: “Nosotros tenemos un problema”, grafica Romero. “De colocación de los productos. Todo lo que son productos alimenticios salen, pero tienen un límite, que es lo que se vende en el barrio. Después no tenemos colocación en góndola, o algo así, que pueda dar escala. No tenemos ingreso”.

Pero, ¿traba algo?

—Y, los grandes supermercados no reciben productos de la economía popular.

¿Pero no están obligados por ley a hacerlo?

—En la práctica no lo hacen.

¿Y dónde sí entran?

—En el Mercado Popular. En La Toma. En las ferias.

Pero Romero aclara que aún así, los emprendimientos productivos barriales que coordina el Movimiento Evita crecen: “Hay una economía barrial en la que determinados productos se venden. Lo que pasa que también hay que sostener un precio más bajo, porque si no, no compran”.

El candidato entra en detalles: “Las ferias re-van. Y tenemos ferias propias”.

¿Y en verduras qué producen?

—Todo. De todo.

—…

—Nosotros debemos tener en Rosario unas unas 15 huertas comunitarias. Algunas son más chicas, otras más grandes. Las que son más grandes, producen para la venta; hay otras que son de autoconsumo familiar y para sostener comedores comunitarios y más. O sea, tiene un fin más solidario.

Romero explica que la organización tiene un red de huerteros y huerteras, que esa red le da volumen

para abastecer al mercado, incluso en productos que no son de estación.

“En Soldini, por ejemplo, estamos alquilando un campo: tiene 3 hectáreas, ya venía con árboles frutales, que ahora estamos explotando, y se producen mermeladas y demás. Después se siembran verduras de estación, generalmente de hoja, pero también calabaza, zapallito, tomate… Las tomateras son complicadas, pero se insiste. Y un poco de todo: lo que no hay acá, o lo que no es de estación. Como no tenemos cámara frigorífica, se compra a otros huerteros o algún otro lugar. Y nosotros trabajamos con producción agroecológica”.

Romero explica que la gran mayoría de las huertas, y las familias que trabajan en ellas, producen para la venta. “Las huertas de autoconsumo son las que son muy chiquitas y no son rentables. Y de hecho es un trabajo donde prácticamente no hay relación de dependencia. En las grandes huertas trabajan muchos bolivianos que laburan como una unidad de la economía popular, familiar y producen a escala”.

Pero trabajar la tierra, y con experiencia ancestral no es el único despliegue de las unidades productivas del Evita. “Estamos haciendo obra pública, pasando por carpintería, herrería, hasta muchos textiles. La producción textil hay una parte muy importante que se hace en cooperativas de la economía popular. Personas que a lo mejor asociadas entre una o dos, producen desde su casa”, cuenta Romero.

“Llueve pero no paramos”, dice el soldador de una de las unidades productivas de @lafabrikarosario, “el polo cooperativo de la economía popular”.

 

Hay sectores que hablan de “economía social” y otros que hablan de economía popular. ¿Cuál sería la diferencia?

—Néstor decía: “Cuando quieren bajarnos el precio, nos dicen kirchneristas en lugar de peronistas”. Y bueno, esto es más o menos lo mismo: economía popular es una cuestión que se genera desde el propio pueblo, que tiene potencia, que puede generar ingresos y tener un desarrollo. Lo otro tiene un fin más social, no económico, como que tiene un desarrollo limitado. Y lo que limita al desarrollo es la falta de capital. Para poner un ejemplo de alguien que está, en la mayoría de los sentidos, en el polo opuesto a nosotros, Gustavo Grobocopatel, él plantea que la economía economía popular tiene una potencialidad bárbara para abarcar todo el mercado interno. Y que los sectores más concentrados de la economía en la producción de alimentos se tienen que dedicar al comercio exterior, a exportar. ES verdad, el problema es que, por ejemplo en el caso textil, nosotros tenemos emprendimientos que laburan muy bien, pero con máquinas familiares, porque no pueden comprar máquinas industriales. Entonces tienen que laburar 10 veces más para producir 10 veces menos y ganar 10 veces menos. Y no tienen acceso al crédito bancario, por ejemplo. Y en el rubro textil el mismo laburo que tiene un gran taller, es el que tiene una unidad de la economía popular. La única diferencia es la escala. Y que hay un patrón. De hecho, hay empresas que tercerizan con nosotros, con nuestras cooperativas, parte de su producción. Le sale más barato que encargarle a otra empresa. Porque también no hay nadie que se lleve la plusvalía: se la dividen entre los trabajadores. Pero después hay productos, como por ejemplo, de las carpinterías, en los que las que te hacen muebles a medida tienen un valor muy distinto a los de una gran mueblería que hace mu muebles estandarizados. Pero también pueden tener un valor similar porque no hay plusvalía, entonces puede tener mayor ganancia el trabajador sin necesidad de aumentar tanto el precio del producto. Pero lo que las mata, por ejemplo, es la capacidad de comprar a escala materia prima: es otro precio”.

Cristina viene denunciando la situación de que por primera vez se está viendo trabajo en blanco y con salarios de convenio, que no alcanza para superar la línea de pobreza. ¿Ven a la economía popular como un camino transitorio para atender la emergencia o como una cuestión estratégica?

—Vemos como, lamentablemente, una cuestión que se va a dar necesariamente dentro del sistema capitalista que se viene. La realidad es que son dos cosas lo que plantea Cristina, que son completamente distintas: una es la situación de los trabajadores con plenos derechos laborales, en relación de dependencia tanto en el sector público como en el privado, que su nivel de ingresos está dado por una situación nacional. Y otro es los 10, 11 millones de trabajadores que están fuera del sistema de empleo formal, y que viven de la changa, y viven de organizarse dentro de lo que nosotros llamamos la economía popular. Es el rebusque de los trabajadores que quedaron afuera del mercado formal. Se anotaron 9 millones de personas en el IFE. Nosotros tenemos 7 millones y pico de trabajadores dentro del sistema de empleo formal en el sector privado; 3 millones y medio que están en el sistema de empleo público en relación dependencia; un millón y medio de monotributistas –que ahí hay de todo, desde grandes profesionales o grandes empresarios hasta un trabajador de la economía popular. Si nosotros sumamos a todo ese mundo tenemos un universo, más o menos, de 12, 13 millones de trabajadores. Estamos hablando de que hay 11 millones que están fuera de ese sistema. Y muchos que hace generaciones que están afuera. Entonces es muy difícil que el sistema de empleo formal triplique o duplique su capacidad; porque estamos hablando solamente de 7 millones de personas en el sector privado. No puede absorber a toda esa población que está afuera; no lo hizo nunca desde los 70 para acá. Ya en Francia en los 80 había teóricos que lo venían viendo. Y la realidad es que eso es un fenómeno propio del capitalismo en esta versión avanzada, en la que la máquina va remplazando al hombre. Y si le sumamos el neoliberalismo, es un combo explosivo. Pero es muy difícil que el campo vuelva a absorber a los miles de trabajadores que fueron reemplazados por una cosechadora. Es muy difícil que la industria vuelva a absorber a aquellos trabajadores que por el nivel de productividad de las máquinas fueron descartados.

Romero describe que esa situación, que no puede sino generar angustia entre las mayorías, es un fenómeno que es estable. “Nosotros podemos ignorarlo, verlo como algo transitorio y apoyar con una ayuda social, o podemos darle impulso a un sector dinámico de la economía que tiene este valor: no tiene patrón, no tiene plusvalía y sí tiene otra forma de organización, tiene un criterio solidario, no indivualista. Generalmente si una unidad productiva se cae, se le hace el aguante hasta que se pueda volver a levantar y pueda tener un nivel de ingresos o de laburo, razonable. Que eso en la economía más ultracapitalista no sucede. Entonces para nosotros tiene que haber un acompañamiento del Estado.

¿Cómo sería?

—Con crédito no bancario, formalización… Las mutuales son una gran herramienta.

En algunos países se estudia una salida por la reducción de la jornada laboral, para recuperar puestos de trabajo. ¿Creen que puede ser una salida?

—Nosotros tenemos la misma jornada laboral y las mismas condiciones que hace por lo menos 70, 80 años, o y tenemos un nivel de productividad cada vez mayor. Pero los niveles de productividad van a aumentar cada vez más, y en algún momento va a haber un límite a esa reducción horaria. Es una situación muy compleja, yo creo que eso no invalidaría un planteo con respecto a la economía popular: haría que una parte importante de los trabajadores que están afuera pasen a estar adentro. Pero también progresivamente el avance de la tecnificación va a ir dejando más y más trabajadores afuera; entonces es una solución que transitoriamente puede ser complementaria.

La Popular Saladillo es una cooperativa de carpintería que hace todo tipo de trabajos en madera a medida.

 

En la década del 70 se peleaba por una reforma agraria. ¿Y ese otro camino?

—Rosario tiene una particularidad y es que no hay mucha tierra disponible. Yo desde el Concejo libraría una pelea que de hecho es una pelea histórica los sectores verdes, los cordones agroecológicos, cada día van teniendo una merma por los proyectos especulativos inmobiliario, por industrias asentándose. El uso del suelo debería regularse para el resguardo de estos cordones y para esta producción, que es tan importante para abastecer a la propia ciudad, incluso. Y otra situación que se da en los sectores más del campo es que hay una concentración muy grande, tanto de la propiedad de la tierra como también de los grandes pooles de siembra que la explotan.

Romero apunta que es muy difícil encontrar familias históricas que por varias generaciones hayan vivido del trabajo de la tierra. Y relata que en los espacios de formación sobre economía popular del Evita hacen una pregunta al respecto: cómo era la vida de sus abuelos, y de las generaciones que recuerden. La invariable respuesta –dice– es que los varones trabajaban en el campo y las mujeres eran amas de casa. Y en las generaciones siguientes los varones trabajaban en las fábricas. “Y ahora los compañeros changuean. Cortan el pasto puerta por puerta. Es el avance del capitalismo…

También en su campaña como candidato, Mariano Romero, hace honor a lo que dice. Su también joven encargado de Prensa, Williams Torres, surgió de La Gloriosa, la red de centros culturales y deportivos del Movimiento Evita y la JP Evita, y se capacitó a través del plan Santa Fe Más. Como parte de ese tránsito, participó de talleres encabezados por periodistas de El Ciudadano. Pero ahora está en su prueba de fuego: nada menos que una campaña electoral.

Así las cosas, van en busca de una banca, en rigor de las más que puedan. Pero, ¿en qué le sirve a Romero ser concejal? ¿Y en qué le sirve a Rosario que Romero sea concejal?

—Yo vengo de la militancia social. Toda mi vida lo hice, primero con personas en situación de calle, también en apoyo escolar y alfabetización. A la par iba estudiando, me iba formando, y también laburando. Y con el conjunto nos fuimos ampliando, creciendo, con desarrollos no solamente prácticos sino también teóricos. La economía popular para nosotros fue un descubrimiento acerca de una práctica de lo que veíamos día a día de la forma de de vivir de los vecinos y las vecinas con los que militamos todos los días. Entonces fuimos también desarrollando estos rebusques, estas changas que eran individuales, y les fuimos dando una vuelta de tuerca para organizarnos en cooperativas, dándole una estructura para que nuestros compañeros y compañeras tengan mayor ingreso. Fuimos armando dispositivos, abordaje de consumos problemáticos, de violencia de género en territorio, con equipos profesionales, a partir de lo que venía sucediendo. Bueno, empezamos a organizar barrio, hemos hecho playones polideportivos, senderos. Ahora estamos para arrancar una obra de electricidad domiciliaria en Saladillo. Estamos construyendo un salón de usos múltiples en barrio Alvear. Hicimos refacciones de viviendas. Nos fuimos expandiendo, ni hablar de las actividades culturales y deportivas: tenemos clubes propios de la organización. Y muchas veces lo que vemos, es la chatura de la agenda actual del Concejo, y sobre todo en la política del Ejecutivo municipal. Nosotros tocamos todas las puertas tratando de explicar algo de la realidad, de lo que vemos en el día a día. Pero la gestión no entiende, no habla el mismo idioma. Piensa los barrios desde el centro.

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