Política

Panorama económico

La geopolítica manda, la economía colonial argentina obedece

En los países dominados, la política externa define a la interna, mientras que en los países libres es al revés. La elevada inflación, la corrida bancaria y la devaluación creciente del peso argentino se explican desde el sometimiento político a un modelo colonial de dependencia


Por Rodolfo Pablo Treber

Fundación Pueblos del Sur (fundacion@pueblosdelsur.org)

Un poco de historia para saber de dónde venimos y, así, comprender donde estamos y hacia dónde vamos.

En plena crisis económica de posguerra, allá por 1946, el gobierno de Juan Domingo Perón proyectó un plan de reconversión de la matriz productiva con el objetivo de no depender de factores que generen dependencia a la economía nacional.

El mismo consistía principalmente en: Crecimiento cualitativo de las exportaciones para la adquisición de grandes bienes de capital con la finalidad de sustituir importaciones – Planificación de grandes obras de infraestructura y logística – Protección y desarrollo de un fuerte mercado interno.

Lejos de creer en la posibilidad de que ese proyecto se ejecute a partir de inversiones privadas y extranjeras, el gobierno peronista planificó la economía utilizando al Estado como medio de promoción y regulación desde el control de los sectores estratégicos. Como pilares fundamentales, en ese sentido, se nacionalizan el Banco Central y el comercio exterior, con el objetivo de administrar los recursos financieros y tomar el control de la compra venta internacional. Además, se crean empresas del Estado en aquellas, indispensables, áreas industriales aun no desarrolladas.

El modelo argentino de producción sentó bases sólidas a partir de una economía mixta, con la conducción del Estado que cumplía la función de garantizar un mercado interno protegido, y en permanente expansión, para el desarrollo del capital privado.

De esta manera, permaneció de pie durante tres décadas, con oscilaciones producto de múltiples intentos de destruirlo, hasta que finalmente en 1976, mediante la dictadura más sangrienta de nuestra historia (alineada y financiada por los intereses norteamericanos en la región), se implementó un modelo de economía liberal y exportadora en su reemplazo.

Desde ese momento, nuestra Patria sufrió una profunda transformación de su matriz económica y productiva con el objetivo de reinstalar el modelo colonial, a partir de la incorporación al mercado global como exportador de materias primas, energías y alimentos, e importador de manufacturas industriales.

Tanto las grandes, medianas, como pequeñas empresas nacionales, inmersas en la libre competencia, se vieron paulatinamente debilitadas hasta su mayoritaria desaparición. Al mismo tiempo, producto del enfoque netamente agro exportador, se inició un proceso de encarecimiento de los precios internos con el objetivo de aumentar los saldos exportables. El combo, decadencia industrial + incremento de precios, demolió el mercado interno argentino y, con él, a millones de puestos de trabajo formales.

Actualidad: corrida bancaria, devaluación e inflación

En los últimos siete años de la política argentina, y luego de un período marcado por la puja entre el interés nacional y los sectores alineados al poder extranjero, volvemos a ver políticas de Estado que profundizan ese mismo modelo colonial impuesto en el 76, hoy, potenciado por el contexto geopolítico de decadencia de la hegemonía norteamericana.

Si nos permitimos mirar sobre la burbuja dolarizante que instalan los grandes medios de comunicación, podremos ver que, en el mundo, el dólar se encuentra en franca decadencia respecto a su anterior posición de moneda hegemónica.

La puesta en marcha operativa de los pagos en monedas locales en gran parte del mundo generó que muchos países opten por transformar sus reservas oficiales en canastas de monedas constituidas por distintas divisas y metales (anteriormente conformadas, casi exclusivamente por dólares estadounidenses).

Este desprendimiento masivo del dólar se ve reflejado en el dato expuesto por el Banco Mundial que indica que, luego de llegar a representar el 76% de las reservas mundiales, a fines del 2022 ya significaban el 58%. Eso ocasionó un crecimiento de su grado de liquidez; por ende, aumentos consecutivos de la tasa de interés de la FED (Reserva Federal) para absorber la mayor cantidad posible de la misma, una aceleración de la inflación en los Estados Unidos y, finalmente, una devaluación del dólar en términos reales a lo largo y ancho de todo el mundo.

En el contexto de claro derrumbe hegemónico, los Estados Unidos aplican una contraofensiva defensiva, a fin de sostener su nivel de injerencia a nivel global, que incluye una sobrecolonización de las regiones que domina. En este sentido, su accionar en la Argentina es el más claro ejemplo en Nuestra América.

De esta manera se explica el otorgamiento de la estafa de la deuda externa (FMI), con el objetivo final de imponer recetas con centralidad en un proceso de re primarización de la economía nacional y un aumento exagerado de las exportaciones que, para poder cumplirse, precisa de un brutal ajuste, mediante recesión y alta inflación (superior al 100%), a fin de deprimir el consumo interno y aumentar los saldos exportables de materias primas y energías.

Lo que está sucediendo en la economía argentina es lo mismo que sucede desde hace décadas; lo distintivo es el contexto internacional que imprime una necesidad de sobre explotación por parte de Estados Unidos y sus empresas transnacionales aliadas.

Las corridas bancarias, en búsqueda de una mega devaluación, son parte de este esquema de saqueo que termina por aumentar las exportaciones en detrimento del poder adquisitivo del trabajador argentino.

Como si todo esto fuera poco, lo más preocupante es la reacción de la dirigencia política nacional que, en vez de enfrentar el conflicto y buscar una salida al ancla política del FMI y la estafa de la deuda contraída, continua en el sendero de relaciones “carnales” recibiendo fraternalmente a los gendarmes del pentágono, y el Departamento de Estado, y promoviendo (desde el Frente de Todos y Juntos por el Cambio, por igual) una renegociación como único camino posible. No solo que estaría muy lejos de ser solución, sino que la renegociación de la deuda es la garantía de continuidad del modelo de sobrecolonización, que se expresa desde 2016 hasta el día de hoy, y tiene como resultado más doloroso el aumento incesante de la pobreza e indigencia que ya alcanza cerca del 50% de la población total.

La búsqueda permanente de acuerdos de gobernabilidad por parte de la dirigencia política argentina para con los Estados Unidos, FMI, y la subordinación a cada condicionamiento impuesto, tiran por la borda la oportunidad histórica que representa para la Argentina el nuevo escenario geopolítico de multipolaridad, la apertura de nuevos mercados y actores de poder global, la caída del dólar y la característica natural de contar con las materias primas necesarias para la elaboración de productos de valorización creciente a nivel mundial.

Como conclusión, podemos remarcar que resulta urgente iniciar un proceso de desdolarización que incluye, necesariamente, romper los acuerdos existentes con el Fondo Monetario Internacional a partir de la construcción de nuevas alianzas geopolíticas.

No hay solución, ni un futuro de desarrollo económico y social posible para el pueblo argentino, en la negociación con los Estados Unidos y el FMI. El único camino es enfrentar el conflicto político que significa la liberación nacional. El conflicto es, fue y será, Patria o Colonia.

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