Ciudad

Testimonios del Ecocidio

La foto como denuncia: “No podés defender algo que no sabés que existe”

Carlos Salazar es fotógrafo de Rosario. Su trabajo combina la militancia y la lucha por preservar los humedales

Fotos: Carlos Salazar

Carlos Salazar es el fotógrafo detrás de las imágenes de la desidia. Se ha dedicado estos años a capturar y testimoniar la intensa quema en los humedales del Delta del Paraná. “Lo que uno hace es estar comprometido con el tiempo en que uno está viviendo”, define. 

Salazar trabaja en la biblioteca pedagógica “Eudoro Díaz”, en la ciudad de Rosario. Su interés por la fotografía asomó cuando comenzó a participar en marchas y movilizaciones. “Siempre saqué fotos familiares pero no estudié fotografía de manera formal”, cuenta y agrega: “Empecé a entusiasmarme con la fotografía cuando me afilié al sindicato ATE y comencé a sacar fotos de la gente en las marchas, de eso ya hace 15 o 16 años”.

“Me gustaba la emoción de la gente, como se siente con poder dentro de las marchas, la alegría, porque en general por un lado hay tristeza pero cuando están en la movilización hay como una euforia”, explica. 

A partir de allí Salazar inició un proceso de búsqueda: “Empecé a preguntar, conocer, a perfeccionarme, a ver fotos que me gustaban de otros, me preguntaba cómo lograban tal imagen”.

-¿Qué es lo que te gusta de sacar fotos o de la foto en sí?

-Voy a decir algo básico, las luces y las sombras, las distintas luces que tiene cada día. El movimiento de la gente en acción, las marchas, las luces, eso me hizo el clic. La fotografía como parte de ese proceso de captar la esencia de las cosas.

El fotógrafo rosarino intenta describir sus sensaciones al momento de captar una imagen. “Hablábamos con otra fotógrafa de que también hay un proceso de contemplación cuando uno mira con la cámara, cuando vos ves a través del visor se recorta el mundo y mirás las cosas desde otro punto de vista, desde otro ángulo que no es el del metro 71 que tengo yo por ejemplo. Hasta cuando después ves las fotos descubrís cosas que capaz mientras las estabas sacando no te habías dado cuenta, es una forma de reflexión”, describe.

-Sería cambiar la perspectiva para resaltar cosas que a simple viste se pierden en la inmensidad.

-Si, me hace acordar al cine japonés que es un cine de detalles. El detalle conmueve. Las manos que se acomodan, la actitud de la mirada, la tensión de un rostro, de una boca, el viento y el movimiento.

Carlos Salazar es fotógrafo activista. Su vinculación con la militancia y la lucha por los humedales queda grabada en cada una de sus capturas. Las quemas en el Delta del Río Paraná datan ya desde hace mínimo 10 años, pero se han intensificado a partir del 2020 junto con el arribo de la pandemia de COVID19. 

“En este momento estamos viendo que nuestras zonas de islas son un territorio de sacrificio. Hay multinacionales operando dentro de este territorio, no por nada muchos de los fuegos tienen que ver con el corrimiento de las áreas de cultivo de soja. ¿Los dólares de dónde dicen que salen? Del campo. Yo creo que en estos acuerdos internacionales está esta cuestión de ir abarcando más territorio, se va emplazando en la zona de Isla”, sostiene Salazar.

“Me siento un militante más que fotógrafo, fotógrafo te va diciendo la gente”, afirma. Salazar participó, junto a organizaciones como la Multisectorial de los Humedales y la Brigada del Paraná, de caravanas que han ido a intentar apagar los fuegos. “Crucé varias veces a sacar fotos pero también dejaba la cámara y agarraba la manguera, hemos pasado muchas aventuras tragicómicas”, cuenta.

Una de sus fotos que más circuló fue la que se llamó de facto “El Yeti”. “Esa toma tuvo lugar en Río Pavón, Villa Constitución, el de la foto es Hugo Capaccio, un ex bombero y un tipo muy luchador”, refiere el fotógrafo sobre una de las tantas ocasiones que cruzaron en lancha a las zonas de quemas. 

Salazar relata: “Caímos en ese lugar y estaba Sacho, uno de los habitantes de ahí, con tres familias tratando de apagar los fuegos. Cuando llegamos nos miraron con una cara terrible, como diciendo quiénes son estos. Después nos enteramos que nadie iba. Desde los medios decían que iban a venir los helicópteros pero nadie vino”.

“Cuando llegamos sacamos la motobomba de la embarcación, había una bajante bastante grande así que llegó una sola lancha. Ese día nos quedamos a dormir porque ya era muy tarde para volver. A la noche volvieron a surgir los fuegos y a la madrugada seguimos intentando apagarlos”, narra Salazar y continúa: “Nos terminamos haciendo amigos de Sacho. Fuimos haciendo redes en varios lugares, hablando con gente del territorio fuimos pasando las noticias, comunicando con respecto a quiénes eran los responsables”. 

Las escenas de la tragedia son descriptas por el fotógrafo como drásticas. “El fuego arrasa con todo y deja lugar solamente al silencio”, explica. Salazar recrea con palabras un paisaje desolador: negro, chato, sin texturas. “Solo queda el sonido del humedal muriendo, el crepitar del fuego”, detalla.

“Hace poco fui a la laguna La Picasa, en el transcurso todo está quemado. Tengo una foto donde están los flamencos y el fuego detrás que me impactó mucho, es el ruido de la naturaleza contrastada con el fuego y la aniquilación de la vida planificada, es impresionante”, manifiesta Salazar y asegura: “Somos nosotros mismos que estamos ahí quemándonos”.

Al día de hoy los humedales (casi) siempre están siendo prendidos fuego. Desde hace tres años que Rosario y las localidades vecinas están cubiertas de humo. El humo es el principal interpelador, es el acto visible que se escurre por las ventanas y ya no deja respirar ni siquiera al despertar. A pesar de la militancia, las actividades, los cortes y las manifestaciones, para la justicia y los gobiernos pareciera no haber ecocidio del otro lado del charco.

“Rosario está dentro del humedal, nosotros somos animales del humedal, ahí obtenemos el agua y el alimento”, sostiene Salazar, y afirma: “Nos creemos una especie aparte, somos responsables y también nos vemos afectados, sobre todo los isleros, que están ahí y también son materia de sacrificio de los gobiernos y las multinacionales. No hay un mecanismo del Estado que esté acusando recibo de estas cosas, no se quieren resolver, hay muchos intereses en juego”.

El pedido que más resuena en estas horas es el grito coral por una Ley de Humedales. Luego de haber perdido estado parlamentario tres veces, el pasado viernes 12 de agosto se conoció la noticia de que finalmente, a cinco meses de su presentación en el Congreso, el proyecto fue girado a comisiones. 

Salazar aclara que quieren defender el proyecto de ley consensuado por las organizaciones y “no el que propone el gobierno”. “Se sacaron como 20 puntos, se desdibujó las definiciones de humedales, básicamente deja un montón de grises para que las multinacionales ahí pongan sus garras, en definitiva ese es el plan. Fidel Castro decía «o se paga la deuda ecológica o se paga la deuda externa», es así”, declara.

La foto como fuerza testimonial, como denuncia, como herramienta de lucha. “En estos dos últimos años saqué por lo menos 30 mil fotos”, especifica. “No voy a los incendios porque me gustan, voy a los incendios porque siento que tengo que hacerlo. Yo sé que no voy a lograr mucho pero quiero estar ahí, no podés defender algo que no sabes que existe”, expresa. En esta misma línea suma: “Por eso pienso que la imagen tiene que tener ese plus artístico, esta otra cosa que llame a otra sensibilidad de la gente”. 

“Hay como un sentimiento de impotencia, pero no hacer nada significa darle vía libre a los poderosos, a los que ocasionan estos desastres. Con la gente militando no se la llevan barata, hubo muchas luchas socioambientales, en Mendoza por ejemplo. Sin lucha no hay cambio, son los viejos culpables con nuevas fechorías. Que lo perdido se transforme en potencia”, concluye Salazar.

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