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Con los números en la mano

La excusa de “un Estado fundido” para endeudarse

Investigadores de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la UNR analizaron comportamiento económico del país entre 1979 y 2015 y señalan que la toma de deuda externa es una estrategia para reducir gastos y profundizar los problemas


Por Ileana Carrizo – UNR

Históricamente los países latinoamericanos se integraron al comercio internacional de una forma subordinada: como productores de materias primas, manufacturas de origen agropecuario y combustibles, lo que determinó una especialización productiva dependiente y desigual. A partir de la década de 1970 se producen a nivel mundial cambios en la organización del comercio exterior vinculados a la globalización financiera. También inician los procesos de liberalización comercial y de internacionalización productiva bajo el paradigma neoliberal. En este proceso las economías de la región se reconfiguran en favor del capital financiero transnacional y de los capitales ligados al mercado externo. Aín Mora forma parte de un equipo de investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). El equipo analiza las tensiones entre la sustentabilidad económica y la sustentabilidad ambiental. Mora realizó un trabajo de investigación en el que estudia la relación entre la deuda monetaria que la Argentina mantiene con organismos internacionales, y la deuda ecológica de la cual es acreedora. “La Deuda Ecológica es la deuda contraída por los países centrales con los países periféricos a través de la pérdida de los recursos naturales por su venta subvaluada, es decir, en el intercambio ecológicamente desigual”, explica el investigador.

La deuda ecológica se mide a través de ciertos valores biofísicos, por ejemplo cantidad de agua o nutrientes de la tierra que lleva la producción de materias primas y que no están incluidos en el precio. Ese capital natural que se pierde es la huella ecológica o hídrica que deja ese proceso de producción. “Una forma de medir esa diferencia entre el valor internacional de las materias primas y su impacto en el medio ambiente. Es comparar cuánto representa ese producto en el PBI y cuánto en la huella ecológica. Si las cifras son similares no se estaría incrementando la deuda ecológica. Si por el contrario la balanza comercial representa un 5% del PBI y la huella ecológica un 40% hay un alto porcentaje de pérdida de capital natural o de deuda ecológica” agrega el docente. “La deuda monetaria es la que sale en los diarios. La conocemos todos mientras que la deuda ecológica, de la que somos acreedores, está completamente invisibilizada”, sintetiza Mora.

El investigador de la UNR remarca que los modelos económicos que ponen el eje en las finanzas refuerzan el desequilibrio ecológico y que los reclamos que hacen los ambientalistas y los economistas heterodoxos están vinculados. Mora considera que la adquisición de deuda en el marco de un modelo de valoración financiera aumenta la relación de dependencia de los países periféricos con los mercados centrales. “La obligación de pagar la deuda y sus intereses monetarios impone a los Estados conseguir un excedente monetario que en gran parte proviene del proceso de reprimarización económica y de un intercambio ecológicamente desigual aún con precios internacionales históricamente altos”, opina Mora.

Para el docente, el modelo financiero viene acompañado de fuga de capitales que empuja la pendiente creciente de la deuda y tiene el eje en la especulación y en la explotación de la naturaleza. Mora aclara que si bien durante un tiempo la necesidad de dólares puede cubrirse a través de más deuda o de la captación de capitales externos especulativos, ambas medidas son de corto plazo. También que el recurso que queda para lograr los fondos y pagar la deuda es la explotación de los recursos naturales.

“Los capitales externos son tentados a invertir en el país con altas tasas de interés. Se trata de capitales especulativos y no productivos. Ya que las tasas elevadas le garantizan ganancias en lo que se llama «bicicleta financiera» sin necesidad de invertir en mano de obra o infraestructura. Así ingresan dólares, pero también se fugan cuando estos capitales consideran que las condiciones no son tan ventajosas. Como en nuestro país nunca se grabó la renta financiera, al país no le queda nada de ganancias”, remarca Mora y concluye: “Mientras tanto, el pago de la deuda externa a través de tomar más deuda lleva a crisis similares a la de 2001”.

Siempre según Mora, el modelo lleva a la reprimarización de la economía y se produce lo que los mercados internacionales requieren “para lo que el país es más eficiente, la producción más rentable y con una legislación más permisiva”. “En nuestro país el modelo de valorización financiera comienza a aplicarse en el país desde 1976 y se extiende hasta la crisis de 2001. Este proceso se caracteriza por poner al mercado financiero como eje de acumulación por encima del productivo. A partir de ese momento se desarticula por completo el aparato industrializador, salvo un intento poco exitoso de cambiar esta tendencia durante la restauración democrática, y a la vez aumenta la deuda en dólares y la exportación de recursos naturales”, explica el investigador.

Mora resalta que según los datos investigados, en los modelos de industrialización previos a 1976 la huella ecológica más o menos coincidía con los valores monetarios. Entre 2007 y 2015, siempre según el docente, hay una leve baja de la huella ecológica.

Para el investigador sería posible lograr precios más justos en las materias primas si las negociaciones se hicieran de manera regional, en conjunto con otros países que se encuentran en la misma situación. “América Latina es poseedora de un alto porcentaje de recursos naturales que se utilizan en el mundo, tanto en alimentos como en insumos para el desarrollo tecnológico, así como en combustibles y energía”, agrega Mora. Sería una salida para lograr mejores acuerdos. “Actualmente los países tienen políticas muy diferentes que hacen que sea muy difícil crear un acuerdo. Argentina y Bolivia por ejemplo. Bolivia está enfrentada contra los organismos internacionales y Argentina los llama a negociar”, opina el investigador.

El docente cree necesario cuestionar el motivo por el que la Nación toma deuda externa bajo un modelo financiero donde la deuda se usa para costear la fuga de capitales y se utiliza al déficit fiscal como la excusa para endeudarse. “Para un Estado tener déficit significa gastar más de lo que ingresa. Para cubrir esa diferencia no hace falta tomar deuda en dólares. Sobre todo, cuando el déficit fiscal es en pesos. El Estado nacional tiene recursos financieros propios que le permiten resolver ese desbalance. Puede impulsar una reforma tributaria o emitir más billetes. No es cierto que la administración de un país sea igual que la de una familia o una empresa. El Estado no se funde. La excusa del déficit fiscal es clave en el neoliberalismo como estrategia para reducir gastos y endeudarse”, explica Mora.

El trabajo

La investigación de Mora recalca que cuando un gobierno pide dinero al exterior condiciona a los gobernantes que lo sucedan sin importa su color político o ideología porque quedan comprometidos a conseguir la moneda extranjera que les permita pagar lo que se debe. “La deuda es un mecanismo disciplinador de los organismos internacionales, es pérdida de soberanía y condicionamiento a futuro. Implica que el país va a tener que explotar sus recursos naturales para poder pagar la deuda y en las condiciones que les imponen los mercados. Por el contrario, cuando se empieza a industrializar la huella ecológica se va reduciendo. Eso demuestra que la huella ecológica se puede reducir”, señala Mora.

El trabajo forma parte del proyecto de investigación “Economía, ambiente y sociedad. Tensiones entre sustentabilidad económica y sustentabilidad ambiental”, de la Facultad de Ciencias Económicas y Estadísticas, y está integrado por los miembros del Grupo de Estudios de Economía, Ambiente y Sociedad: Javier Ganem, Guillermo Peinado, Paula Piccolo, Flor Guisen, Aín Mora y el estudiante Bruno Ferrari.

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