Economía

Género y tecnología

La escasa presencia femenina en el ámbito de las ciencias duras y la tecnología

En el marco de la edición 2019 de la Escuela de Ciencias Informáticas se desarrolló un panel, en el cual, las disertantes reflexionaron sobre las causas del fenómeno y expusieron algunas iniciativas para sumar más mujeres en un área dominada por hombres


Por NexCiencia

Según un informe de la Unesco, de 2015, del total de investigadores en la Unión Europea, solo el 33.1% son mujeres. En América Latina, el porcentaje es algo superior: 44,3%. Sin embargo, en el área de ingeniería y tecnología, la proporción de mujeres es inferior. En efecto, según un informe del ministerio de Educación de la Argentina, del total de las disciplinas científicas, los investigadores del sexo masculino alcanzan, en ingeniería y tecnología, el 17,8%, mientras que las mujeres representan solo el 9,7%.

¿Qué factores influyen en la baja participación de las mujeres en la tecnología? ¿Qué sesgos impone la sociedad ante la elección de una carrera? Estas son algunas de las preguntas que se intentaron abordar en el panel “Del dicho al hecho: medidas de inclusión de mujeres en ciencia y tecnología”, que se desarrolló en el marco de la edición 2019 de la Escuela de Ciencias Informáticas, evento que tiene lugar anualmente en el Departamento de Computación de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

La primera en tomar la palabra fue la doctora en Ciencias Biológicas Verónica de la Fuente, docente en Exactas UBA e investigadora de Conicet en Ifibyne, quien se refirió al “techo de cristal” y el “piso pegajoso” como algunas de las metáforas que dan cuenta de los obstáculos invisibles que inciden en las decisiones de una mujer acerca de su carrera profesional, y que amplían la brecha de género en las áreas de ciencia y tecnología.

Otra metáfora es la de la cañería con goteras, que remite a las dificultades que enfrentan las mujeres en su desarrollo profesional. “Es más probable que los hombres, en comparación con ellas, obtengan posiciones de jefe de grupo o sueldos más altos por el mismo puesto”, señaló de la Fuente.

El piso pegajoso refiere a los estereotipos que impone la familia, la escuela y la sociedad, y que determinan, por ejemplo, que las ciencias duras sean más recomendadas a los hombres que a las mujeres.

También se habla del “síndrome del impostor”, que consiste en que muchas veces una mujer, cuando accede a un cargo jerárquico, no atribuye el hecho a su capacidad, sino al azar o a la suerte.

De la Fuente también se refirió al “efecto Matilda”, que remite a la falta de reconocimiento de los logros femeninos en ciencia, que muchas veces fueron atribuidos a colegas masculinos. El fenómeno fue descripto por primera vez por la sufragista y abolicionista estadounidense Matilda Joslyn Gage, en el siglo XIX.

En un trabajo reciente, publicado en la revista Sex Roles, las autoras presentaron ocho curriculum a ser evaluados por investigadores de universidades públicas de Estados Unidos. El curriculum era el mismo pero fue presentado con ocho nombres diferentes, que diferían en género (masculino y femenino) y en origen étnico (blanco, negro, asiático y latino). En un ranking, los evaluadores debían señalar a las personas más adecuadas para un cargo en ciencia. Ganaron los hombres blancos en primer lugar, y luego los asiáticos.

“Hay acciones afirmativas a nivel individual, como tener conciencia del problema. A nivel de las instituciones, generar grupos de trabajo diversos, pues está probado que ello funciona mucho mejor”, subrayó.

Y concluyó: “Es importante hacer una ciencia con perspectiva de género para asegurarnos que se cumplan los derechos, y para que las bondades de la ciencia puedan ser aplicadas a toda la población”.

Formar para empoderar

Celeste Medina, cofundadora y directora ejecutiva de ADA, una empresa social sin fines de lucro con la misión de acortar la brecha de género en la tecnología, afirmó: “En ADA trabajamos con mujeres de todo el espectro social, muchas sin acceso a la universidad y sin empleo, otras con carreras universitarias en otras áreas y que eligen pasar a la tecnología”, señaló Medina.

El nombre ADA se inspira en la matemática Ada Lovelace (1815-1852), reconocida por su trabajo con la calculadora de Charles Babbage. Su padre fue el célebre poeta George Byron.

En ADA se brinda formación en desarrollo de software, y la mayoría de las alumnas abonan solo si consiguen un trabajo en tecnología. “El objetivo es que las mujeres se puedan insertar en la industria y, si lo desean, puedan ingresar luego a la universidad”, destacó Medina.

Respecto de la salida laboral, Medina explicó: “Tenemos contacto con diferentes empresas para que consideren a nuestras egresadas y puedan elegir contratarlas; por ejemplo Globant, Despegar, Mercado Libre y Accenture, entre otras”.

Equilibrar la cancha

Por su parte, Karina Martínez, licenciada en Sistemas y ejecutiva en la empresa Accenture, señaló: “La misión de la empresa es ayudar a nuestros clientes a desarrollar sus negocios, y para eso nos apoyamos en soluciones de tecnología de innovación”, y se preguntó: “¿Cómo innovar si no tenemos diversidad? La diversidad es uno de nuestros ejes y preocupaciones”.

Y aseguró que, a nivel global, la empresa se propone, para el año 2025, contar con un 50% de mujeres en tecnología. Actualmente, ellas llegan a apenas a un 36%. “Nuestro lema en Accenture es ‘equilibrar la cancha’”, remarcó.

La empresa tiene un área que se denomina Tecnoloshe, que consiste en cursos de formación en tecnología para mujeres, tanto para aquellas que no tienen ningún conocimiento en el área, como para las que ya cuentan con algún saber. Hasta el presente, unas 200 chicas se entrenaron allí en distintas materias. Muchas de ellas son luego incorporadas a la empresa.

“Vamos viendo, en cada momento, qué necesita el mercado, y agregamos nuevas acciones. Ahora hemos lanzado treinta becas para mujeres apasionadas por la tecnología que estudian en universidades públicas, para ayudarlas económicamente en sus carreras”, comentó. Y concluyó: “Mi sueño es dejar la cancha equilibrada”.

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