Política

Nota de opinión

La era de los reeleccionismos y las alternancias

Una presidencia de ocho años. La mayor parte de los gobernadores también cuentan con los mismos años para su proyecto de poder. Otros mandatos se pueden extender siempre que se midan en tiempos intermedios de cuatro años. Son pocos los Ejecutivos que aceptan un único mandato


Gabriel Rafart *

Una presidencia de ocho años. La mayor parte de los gobernadores también cuentan con los mismos años para su proyecto de poder. Otros mandatos se pueden extender siempre que se midan en tiempos intermedios de cuatro años. Son pocos los Ejecutivos que aceptan un único mandato, y sus titulares tienen la oportunidad de volver a ocupar el cargo si dejan esperar un periodo. El reeleccionismo es parte de una democracia de mayorías. También de aquellas que suponen la alternancia, aunque esta se demore en el tiempo. Pero, por sobre todo, hace al fortalecimiento de los Ejecutivos personalísimos, sean nacionales, provinciales o municipales. Igual para aquellos que sólo tienen vocación de legisladores. Hay quienes recurren a una banca de diputado o senador hasta que puedan volver a ser candidato a un cargo ejecutivo. En esto la Argentina reeleccionista de Ejecutivos se aleja del prototipo presidencialista norteamericano, que desde 1947 habilita sólo dos presidencias continuas o discontinuas de cuatro años. Y más lejos se está del modelo mexicano, que habilita una única presidencia para quien llegue a ese cargo.

Sin duda, la mayor parte de las reelecciones de Ejecutivos que contemplan las Constituciones son limitadas. El modelo es la Constitución Nacional reformada en 1994. Aunque para ser preciso, fue resultado de un extendido proceso de reformas constitucionales que primero afectó a las provincias y luego toco a la Nación. Ciertamente, en los 80 y principios de los 90 del siglo pasado, muchas provincias decidieron cambiar su régimen no reeleccionista por otro de al menos una reelección inmediata. Ciertamente a nivel provincial se ha registrado el mayor número de cambios, estableciendo la reelección inmediata junto a la elección directa. Estas son: Buenos Aires, Catamarca, Córdoba, Chaco, Chubut, Formosa, La Rioja, La Pampa, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz, San Juan, y San Luis. Trece fueron las Constituciones provinciales reformadas antes de 1994, además de la Constitución de la nueva provincia de Tierra del Fuego. También el nuevo distrito de la ciudad autónoma de Buenos Aires tomó ese formato.

Es claro que el impedimento de reelecciones sucesivas de los titulares del Ejecutivo define al diseño constitucional hacia el lado consensual, ése que proponen los que insisten en la alternancia como garantía de un pluralismo democrático. Se dice que hay que establecer garantías contra una “autoperpetuación” y el personalismo. En cambio, para otros esta restricción se piensa como bloqueo a las capacidades del Ejecutivo y a la construcción de una democracia plebiscitaria y mayoritaria.

Hay dos gobernadores provinciales en ejercicio que están penando por encontrar legitimidad a sus reelecciones. Río Negro y La Rioja son los protagonistas de una polémica por considerar las situaciones especiales de sus actuales gobernadores, por haber sido segundos en la fórmula que luego termino llevándolos a ocupar el primer cargo. La primera parece haber saldado esta tensión, en cambio el territorio de los Menem cuenta con un entredicho que seguramente se definirá a favor del actual gobernador.

La reelección es un recurso institucional en uso de jefes políticos que aspiran a proyectar un liderazgo que suponen novedoso. Como recurso ya fue establecido en la construcción de las democracias de los votos. Es para aquellos que buscan un futuro que lleve a sus apellidos constituirse en un “ismo” dentro de su territorio de poder. Quieren un lugar en la historia, aunque más procuran ser la cabeza de un proyecto de transformación. Tanto el menemismo como el kirchnerismo lograron esa proyección. Mauricio Macri sólo lo obtuvo en su presencia dentro de la ciudad de Buenos Aires. Su desafío es lograrlo desde el corazón de la Presidencia, y 2019 es su tiempo. Esa pretensión tiene lugar desde un gobierno que fracasó en la gestión económica, en la provisión del bienestar social y de la transparencia institucional. Sobre esto último hay que mirar de punta a punta de su mandato, desde que pretendió nombrar integrantes de la Corte Suprema por medios inconstitucionales, hasta el reciente DNU (decreto de necesidad y urgencia) que crea una Agencia para el área de políticas públicas del Deporte. Está por verse si este cúmulo de fracasos se dará en su batalla “antipopulista” o, para ser más preciso, en pretender construir una Argentina de la desigualdad permanente.

 

(*) Historiador. Profesor de la Universidad Nacional del Comahue. De vaconfirma.com.ar

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