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La doble búsqueda de Betina, a través de la magia y la justicia

Por Laura Hintze.- En el Museo de la Memoria se presentó “Betina sin aparecer”, un libro y a la par un puente con alguien que puede estar vivo.


Daniel Tarnopolsky tiene 54 años. Es porteño, judío, místico, militante social y un sobreviviente. “Sobreviviente de la tragedia de un país”, aclara. Sus padres, hermanos y cuñada están desaparecidos desde el 15 de julio de 1976. Daniel Tarnopolsky también es una persona que busca. Busca la verdad, la justicia y a su hermana, Betina, que –de manera fantástica– él sabe que podría estar viva. Sobre toda esa historia, Daniel escribió el libro, “Betina sin aparecer”, que se presentó en el Museo de la Memoria de Rosario el pasado miércoles.

“Betina sin aparecer” es un libro que parece haber sido escrito desde 1976 hasta la actualidad. Como un reality show, como una cámara permanente contando qué hace, siente, aprende, cuestiona Daniel. Es un libro simple y sincero, triste y tierno a la vez, que pueden entender todos, desde los que comparten historias similares hasta los que no vivieron la historia de las dictaduras. Y si bien la historia es sobre el autor –sobre su exilio, sus dudas, su religión, sus miedos, su militancia y hasta sobre el juicio que le ganó al fallecido dictador Emilio Massera por daños materiales y morales sufridos–  gira siempre en torno a los desaparecidos y a “sus” cinco desaparecidos.

Sin embargo, también esconde otra historia. La principal. La que le contaron los videntes a Daniel, la de Betina Tarnopolsky, que desde sus 15 años no está, pero que puede llegar a estar; puede ser, aún hoy, una desaparecida con vida. En el libro, la historia de Betina aparece en cursiva, con otra puntuación, más poesía y crudeza. A Betina la violan mil veces. La torturan. La secuestran de la Escuela de Mecánica de la Armada, cual trofeo, la embarazan, la vuelven loca. Así, con esa historia y trasfondo, “Betina sin aparecer”, es, además de una forma de contar la historia del país, un mensaje: la difusión de la búsqueda de una hermana. El libro, las entrevistas, las presentaciones, son, ante todo, un intento para que la historia llegue a las manos de alguien que pueda decir: “Yo tengo información para darte, Daniel”.

“En el 76, Betina tenia 15 años. Era bajita, un poco caderona: la misma estructura física de mi abuela materna y mi madre. También tenía las patas gordas, algo que odiaba, y era muy hermosa de cara. Tenía ojos claros, celestes. De chiquita era muy, muy rubia, después se le fue oscureciendo el pelo, aunque a los 15 seguía rubia. Era muy inteligente, orgullosa, engreída, segura de sí misma. Un poco demasiado, tal vez. Ella iba adelante cueste lo que cueste. Y militaba en la UES”, relató Daniel a El Ciudadano.

“A ella la secuestraron de lo de mi abuela, la llevaron a la Esma junto con todos los demás, fue vista muy mal, muy torturada y, seguramente, muy violada. Por lo que tengo entendido, cerca de 15 días después los cinco fueron sacados de la Esma, y fue ahí cuando se habría armado el secuestro dentro del secuestro. Se la habrían llevado dormida y a Córdoba, donde habría sido abusada, tenido un hijo y habría terminado en un hospital. Según me dicen los videntes, habría estado inconsciente o psicótica, desconectada del mundo, pero viva. Y eso es, precisamente, lo que me gustaría saber. Ahora tendría 52 años, nunca habría dejado de ser petisita y caderona. No se sabe si por la medicación se infló o chupó, pero los ojos celestes nunca se los van a sacar ni el pelo claro, aunque capaz ahora lo tiene blanco”.

“Por la forma en que fueron pasando las cosas y las informaciones que fueron bajando todos estos años, ahora estoy convencido de que lo espiritual existe. Pero sigue siendo un condicional, porque no he tenido una información concreta de nadie. No pierdo las esperanzas de que algún día tal vez alguien termine acercándose para decirme de alguna chica que habría conocido, visto, sabido, de una situación extraña en una casa de campo en Córdoba”.

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