Economía

Panorama económico

La deuda externa es un problema de fondo

Es imprescindible que se identifique y sepa con claridad el destino de la deuda; que se sancione a los culpables y responsables políticos de este crimen económico. Y resulta urgente sentar bases jurídicas y de participación popular para que un cambio de gobierno no pueda generar tamaña dependencia


Esteban Guida y Rodolfo Pablo Treber

 

Fundación Pueblos del Sur (*)

 

Especial para El Ciudadano

 

A esta altura, luego de tantas crisis económicas, sería inocente creer que ellas se producen por algún error de cálculo o falla en la planificación política. Tampoco puede resultar llamativo que la emisión exagerada de deuda externa transcurra durante los gobiernos alineados con el poder económico global, y que a pesar del recambio presidencial, sigamos cargando con una gravosa deuda generada en préstamos que nunca sirvieron al país.

A partir de la disolución de los pactos de Bretton Woods (1971), donde se abandona el respaldo del dólar en oro, el precio y emisión de la moneda pasa a ser una definición netamente geopolítica, y ya no fundamentada desde la técnica económica. Desde ese momento, la voluntad imperial de Estados Unidos es la que define cuánto dólar se emite y cuánto vale, y si interviene o no en los gobiernos del mundo para asegurar la primacía de su moneda.

Es por este motivo que el otorgamiento de empréstitos ha funcionado como parte de un dispositivo de dominio, y se vale de gobiernos locales cómplices que, con democracia o sin ella, endeudan formalmente al país. Porque lo realmente importante para los organismos multilaterales de crédito no es el retorno monetario de intereses sino el poder político que obtienen sobre los gobiernos presentes y venideros. La cuestión de fondo no es por plata; es por territorio, recursos naturales y trabajo, por la generación de riquezas; en síntesis, por poder.

Por eso, en este contexto, la primera conclusión sobre la cuestión de la deuda externa es que los países que pretendan alcanzar soberanía para solucionar sus problemas económicos (pobreza, desocupación, inflación, escasez, etcétera) tendrán que librarse de este condicionante para poder aplicar las medidas necesarias. Porque está en juego mucho más que dinero: se disputa el trabajo, la tierra, la comida y la vida misma de nuestro Pueblo.

Ciertamente se trata de un desafío de extrema complejidad, pero de inexorable resolución. Para ello, y ante el fracaso de los modelos impuestos durante los últimos 45 años, es necesario que la economía genere riqueza de manera genuina. Impera retomar un proyecto de industrialización que permita efectivizar la independencia económica y recuperar el trabajo para todo el Pueblo argentino; y esto no es viable en un contexto de default o bloqueo económico; mucho menos bajo un esquema de subordinación.

Es imprescindible que se identifique y sepa con claridad el destino de la deuda externa; que se sancione a los culpables y responsables políticos de este crimen económico. Al mismo tiempo, resulta urgente sentar las bases jurídicas y de participación popular, para que un cambio de gobierno no sea suficiente para generar tamaña dependencia a una divisa extranjera.

Más allá de cómo termine el conflicto de la actual deuda externa, es importante remarcar el enorme potencial económico que tenemos como Patria si enfrentamos el verdadero obstáculo, nos disponemos a ser libres y emprendemos un proyecto de desarrollo nacional.

Porque lo que hizo grande a la Argentina, en distintos momentos de su historia, es haber comprendido que no hay, ni habrá, un futuro de prosperidad como colonia subordinada a intereses foráneos. La idea forzada que sostienen algunas minorías, de pretender ser ellos Europa a costa de que el resto sea África, no es viable en este país. La actual situación de dependencia económica y política que sumerge al Pueblo en el absurdo de la pobreza y el hambre en tierras de abundancia, no da lugar a medias tintas ni tibiezas.

En este mismo espacio se han enunciado numerosas propuestas de solución, ya probadas con éxito en nuestro país. Por un lado, es necesario recuperar para el interés nacional la administración del comercio exterior. La protección del mercado interno, junto a un plan de industrialización por sustitución de importaciones, es un paso obligado para la generación de trabajo genuino que disminuya la principal demanda, y causa de la dependencia, de dólares que tiene el país: la compra en divisas de productos al extranjero.

Esta empresa es compleja y lleva su tiempo, pero con estudio y planificación se puede comenzar por aquellas área que no revisten mayor complejidad. Por ejemplo, la mitad de las importaciones argentinas corresponden a industria liviana de baja complejidad (juguetes, textiles, plásticos, indumentaria, autopartes, electrodomésticos, metales, cosméticos, etcétera). La elevada cantidad de intereses de deuda a pagar y la posibilidad concreta de default, es fundamento válido para emprender un proceso de sustitución de importaciones acelerado sobre bienes superfluos. Esto generaría un mercado cautivo para la pequeña y mediana empresa argentina con un horizonte de nacionalización de mano de obra de 3,6 millones de puestos de trabajo, equivalente a 34 mil millones de dólares.

En cuanto al sistema financiero, diametralmente opuesto a lo que el interés nacional indica, actualmente se encuentra orientado exclusivamente a la especulación financiera. Para fundamentar esto sólo hace falta decir que la base monetaria (el total de billetes emitidos en manos del público más lo depositado en bancos) actualmente es de 2,9 billones de pesos, mientras que lo depositado en instrumentos financieros, “leliq”, suma 3,4 billones de pesos. Ese enorme volumen de dinero no tiene contacto alguno con la economía real y genera una emisión monetaria, por intereses, de 100.000 millones de pesos mensuales, mientras se denuncia que no hay plata para los temas urgentes.

Esos fondos serían más que suficientes para dar inicio a las inversiones de capital que requiere el proceso de industrialización. Por eso debemos recuperar el rol del BCRA y del sistema financiero en su conjunto, como factor clave de promoción y desarrollo orientando el ahorro – hoy destinado a la especulación financiera– al crédito a la inversión con fines productivos.

Como queda a la vista, con las opciones planteadas el conflicto de fondo no es el monto de la deuda, sino la subordinación política al poder de las multinacionales que poseen el control del comercio exterior y la banca.

Hay que saber que la decisión de no enfrentar el desafío de la liberación (de la pobreza material y espiritual, de los poderes que nos pretenden someter a ella y de los cómplices traidores), tiene como contrapartida mayores niveles de injusticia social, y que cuando muchos se fastidian con “este país”, atacando la superficialidad de los problemas pero negando la dependencia y complicidad con los grupos concentrados de poder, está jugando a que nada cambie. Si realmente queremos detener el deterioro económico y social de nuestro país, hay que enfrentar los problemas con medidas de fondo.

 

(*) fundacion@pueblosdelsur.org

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