Edición Impresa

La desgracia y la noticia

Por: Carlos Duclos

Para desgracia de la persona de estos días y de la sociedad, muchos periodistas, y aún más lectores, solemos ajustarnos estrictamente a la definición de noticia. En general, se acepta como noticia al reflejo o transmisión de un acontecimiento a través de un medio de comunicación. Es decir, para resumirlo y hacerlo más simple: la noticia es un hecho o suceso ocurrido en la intimidad de un ambiente que un periodista hace trascender, lo hace público, a través de un proceso de producción intelectual.

Desde luego, hay noticias buenas y noticias malas; las hay interesantes y que tienen “rebote” y de las otras. Casi todas las noticias deberían ayudar a la persona o a la sociedad a mejorar el nivel de calidad de vida mediante el análisis, la reflexión.

El hecho es que en el posmodernismo por el que transcurrimos, la noticia se ha convertido en nada más que eso: noticia. Y podrá preguntarse: ¿Acaso se espera algo más? ¿Acaso una noticia puede ser más que su propia naturaleza? Desde luego que sí y esa trascendencia de la naturaleza de la noticia depende de la capacidad del periodista, del talento y habilidad no sólo de informar, sino de impulsar al lector a examinar, a analizar y a llegar a conclusiones que lo ayuden a elevarse como persona y como sujeto social. Esa trascendencia de la noticia depende también, claro está, de la capacidad del lector de conmoverse. En esto último intervienen varios factores: el carácter de la persona y, sin dudas, la estructura cultural de la época, el modo de vida y los valores sustentados.

¿Noticia o producto de negocio?

Pero, como se dijo al principio, desgraciadamente hay un impulso en la sociedad a ajustarse a la noticia y nada más ¿Qué significa esto en la vida diaria, en lo vinculado con informar e informarse? Que la noticia se fagocitó al personaje, al ser humano y su circunstancia, lo sacó del centro de atención.

Por ejemplo: En los últimos días, en apenas horas, cuatro policías fueron asesinados en Buenos Aires. En algunos canales de televisión porteños el proceso de la noticia estuvo claramente destinado a la “venta”, en el marco del harto conocido y nefasto rating. El drama humano, el problema social grave e imparable, pues eso poco importó. Y mucho debe temerse que en el consciente de muchos televidentes haya existido la siguiente expresión: “¡Mirá, mataron a otro policía!”, mientras se seguía con las cosas que la rutina de hoy demanda, que con frecuencia no son las esenciales, pero que ocupan el primer puesto en la agenda de la persona y del día.

En los últimos días, por otra parte, se conoció la desgraciada muerte de una criatura como consecuencia de un estado de desnutrición en la provincia de Misiones. Otra vez las cámaras, el llanto de los familiares y el procesamiento de la noticia para la “venta”, cuando no para el interés político (porque en estos días muchos medios apelan a la noticia, que debería ser sagrada, para propósitos políticos). El personaje, el ser humano que hay detrás de la noticia, quedó en mi opinión relegado por la ausencia de un tratamiento más profundo, menos estandarizado y más comprometido con una realidad social que duele, indigna y debería mover al análisis de todos, a la adopción de medidas en unos y de compromisos en otros.

Una historia vieja y mal tratada

La muerte de criaturas por hambre en nuestro país, es una realidad que apabulla y acongoja, y de la que pueden dar cuenta desde Unicef hasta las organizaciones encargadas de dar estadísticas serias. En este suelo tan fértil, inmensamente rico, de vastedad de recursos naturales, más de seis millones de chicos son pobres y la mitad de ellos pasan hambre. Se estima que 25 chicos mueren por día antes de llegar al año de vida. Y el de la desnutrición no es un problema sólo de Misiones, es un flagelo incrustado en todo el territorio nacional, incluso en la Capital Federal y en la provincia de Santa Fe, por supuesto.

Lo cierto es que el problema del hambre y la desnutrición es, desde siempre y como se dijo, un suceso grave en la Argentina. Un suceso dramático, tapado por la acción inescrupulosa política, y omitido por la prensa, a veces por displicencia, otras porque venden más otros asuntos. La Fundación Conin, dirigida por un médico argentino laureado internacionalmente, dice respecto del hambre infantil: “Cada dos horas en nuestro país, muere un chico menor a 5 años por causas ligadas a la desnutrición. Hay en la Argentina 260.000 chicos de 0 a 5 años con algún grado de desnutrición; 2.100.000 argentinos, no tienen asegurada su comida diaria, lo que implica que aproximadamente 330.000 familias argentinas padecen hambre”.

Ya nadie se acuerda de la criatura muerta en Misiones, sólo sus papás. Nadie se acuerda de tantas desgracias sucedidas en este país. Y ello es así porque son pocos los que reparan en el otro hecho: detrás de la noticia, que es algo de carácter abstracto, hay seres humanos y circunstancias. Seres humanos con todo lo que ello significa. La muerte de un policía, de un chico por desnutrición, de un vecino al que lo balearon para robarle, la de un automovilista o peatón por causa de otro desaprensivo al volante; la muerte de un ex presidente, de un grupo de personas por el estallido de una bomba, o el pesar de cualquier ser humano que toma estado público, es más que una noticia, debe serlo. De lo contrario la noticia no sirve para nada, sólo para un negocio en el que unos pocos se distribuyen el rédito económico o financiero (y no siempre).

La línea de Ford

Al fundador de la fábrica de automóviles Ford, se le atribuye la invención de la famosa “línea de ensamblaje”. Es decir, Ford por primera vez estandarizó e hizo más fácil la construcción del vehículo a partir de la famosa “línea”, una suerte de carril por la que pasan las partes que los operarios hacen automóvil. Algo parecido pasa con buena parte de la noticia en nuestros días: hay un molde preparado y allí se encaja la información de cada día: el robo, el accidente, el homicidio, la estafa, la declaración del funcionario, etcétera. Como en la línea de Ford, cambia el número de motor y chasis (nombre de las personas protagonistas) pero la noticia, casi siempre, es la misma. Un repaso de las publicaciones y ediciones de los últimos meses, arrojará lo que puede darse en llamar “una sola noticia con infinidad de personajes”. La noticia se ha estandarizado y, por tanto, la muerte, la injusticia social, y tantas calamidades, en ocasiones no asombra al periodista ni conmueve al lector. Todo se reduce al consabido o esperado hecho cotidiano. La información estandarizada, como otras cosas que se han estandarizado o sistematizado en nuestros días, genera poco examen de conciencia y por tanto invita a no cambiar nada. Una buena parte de la sociedad se ha resignado a que “las cosas son así y nada asombra ni emociona”.

Y en esto, buena parte de culpa la tenemos algunos trabajadores de prensa que no salimos del molde, que nos agotamos en la estructura tradicional y la agenda del día, y que desoímos que hoy algunos medios pueden informar, pero otros están condenados si no se dedican a tratar de otro modo la noticia, si no comienzan a advertir que además de informar es necesario formar y servir.

Comentarios